Víctor Quintana S.
El mundo no aguanta más
Ahora todas las guerras salen del mismo tronco. Por eso no nos pareció extraño participar en la manifestación contra la guerra de Irak, el sábado 18 en Washington, con las demandas de los campesinos mexicanos: Alto a la guerra contra los campesinos mexicanos. Moratoria al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Movimiento El campo no aguanta más. Así rezaba la manta que portamos en la gran marcha.
Recibimos mucha solidaridad. Pulgares levantados, poses para fotos y para videos. Entrevistas para agencias noticiosas, incluso por Internet. Gritos de ánimo šviva la lucha! en espanglés. Marchamos junto con la Coalición Rural, con la National Family Farm Coalition, junto a los trabajadores agrícolas organizados, encabezados por Carlos, el de Juárez, Tirso, el de Tamaulipas, y Nelson, el de Puerto Rico. Junto a nosotros estaban los de la Iglesia Unida Metodista, con una obispa (Carballido dixit), y la Iglesia Unida de Cristo, con una pastora chicana.
Ciertamente, el libre comercio dominado por los grandes poderes económicos y los paquetes de ajuste estructural de las economías dependientes son la continuación de la guerra por otros medios. Por eso estamos aquí. Porque la guerra declarada a la agricultura mexicana desde hace 20 años ha devastado nuestro medio rural. Tan sólo desde que entró en vigor el TLCAN ha desplazado un millón 780 mil personas, cifra que recuerda las guerras mundiales. Ha dividido familias, ha tornado tierras improductivas. Ha matado uno de cada mil de los que tratan de pasar sin documentos a Estados Unidos.
Pero la pasión por nuestra causa se enlaza con las otras causas. Con la que une a todos quienes pisoteamos o bailoteamos sobre el congelado césped del mall de Washington mientras comienza la marcha: la oposición omnímoda a la nueva guerra del Imperio contra Irak. Oposición que florece en este duro invierno con miles de expresiones creativas: slogans como "ƑQuién diablos metió nuestro petróleo en la arena de ellos?" "No queremos sangre por petróleo". "Derroquemos al régimen... de Bush" "Recluten a las hijas de Bush".
Pancartas, mantas, títeres, muchachos en zancos, enormes signos de paz. Banderas estadunidenses modificadas de todas formas, con palomas, con rejas, con todo en lugar de las estrellas. Toda la gama de eslógans desde los bíblicos hasta los escatológicos. Ejecutivos maduros y formales. Viejos hippies que peinan hirsutas canas o lucen avanzadas calvas. Afroamericanos, latinos, muchachas texanas, como pareciéndose a Selena. trotskistas japoneses con banderas y cascos militares con leyendas en su idioma. Pero, sobre todo, jóvenes, muchos jóvenes, como en las manifestaciones latinoamericanas. Chavos con el ánimo y los gritos y las sonrisas de quien se le es dado protestar por primera vez contra el núcleo duro del establishment.
La guerra de Bush contra Irak ha venido a soldar inconformidades y agravios no cobrados. Así como estamos los avasallados con la guerra de los alimentos, se hacen también presentes los colombianos, arrasados por el napalm y los helicópteros estadunidenses de la guerra contra las drogas. Al lado de los palestinos acribillados por el belicismo israelí prohijado por la Casa Blanca marchan los negros que ven amenazados sus espacios educativos por la guerra de Bush contra las acciones afirmativas. Los activistas en contra del calentamiento global, única guerra que el presidente estadunidense no quiere combatir, se codean con los inmigrantes que demandan se reconozcan sus derechos y no sólo su folclore.
El mundo ya no aguanta más neoliberalismo. El mundo ya no aguanta más las guerras militares, económicas, culturales o ambientales que desata la ambición de unos cuantos poderosos. Es el mensaje central que rezuma esta diversa, combativa, plural y siempre joven marcha de Washington contra la guerra, en este gélido pero transparente sábado.
Mensaje que es llevado estos mismos días hasta el otro hemisferio, en la otra América, con gente muy semejante a la que se dio cita junto al Capitolio: los hombres, las mujeres, los luchadores de todo el mundo que se reúnen en Porto Alegre para compartir sus sueños, sus experiencias, sus realidades, sus proyectos, sus combates en el Foro Social Mundial. Si en el norte la dignidad grita el mundo no aguanta más, en el sur del planeta la esperanza clama otro mundo es posible.