Octavio Rodríguez Araujo
Optimismo de año nuevo
Las próximas elecciones federales, llamadas intermedias, convocarán a muy pocos ciudadanos si los partidos siguen como van. El partido del Presidente de México, y gracias a él, no mejorará su votación, y menos después de los cambios que ha realizado en su gabinete. El PRI vive contradicciones internas que le restarán simpatías pese a que, gracias también al gobierno de Fox, mucha gente lo extraña. El PRD, que con Rosario Robles se pensaba que saldría fortalecido, no ha dado muestras de maduración. Los demás partidos, los llamados pequeños, lo único que han hecho es ratificar su tamaño.
Los movimientos sociales, por otro lado, crecen en número y en beligerancia, pero al mismo tiempo no parecen obedecer a un proyecto propiamente nacional, pese a que han logrado solidaridades muy importantes de ámbitos diversos. Hasta ahora se han movido por intereses que podrían ser calificados de gremialistas, y han logrado, ciertamente, apoyos de otros sectores, pero juntos no han elaborado un proyecto que unifique demandas que sin duda apoyaría la mayoría de la población.
Qué diferencia con los tiempos en que los movimientos sociales (cuando los partidos eran casi inexistentes) redactaban planes y programas que, además de convocar a amplios sectores sociales, se defendían incluso con riesgo de muerte.
Ahora hay vacío. Hay indefinición. No hay, por lo mismo, un proyecto alternativo claro y firme que sume y unifique a la gente del campo, a los trabajadores urbanos con y sin empleo, a las clases medias depauperadas o que viven de milagro. Se sigue la moda de oponerse sin proyecto y no se ve en el horizonte un liderazgo creíble que llame, por ejemplo, a la formación de un frente amplio por la defensa de la nación que, aquí y ahora, significaría la posibilidad de disminuir la pobreza y las desigualdades, ampliar las oportunidades para todos (y no sólo para unos cuantos), recuperar algo de nuestra independencia y soberanía y todo lo que esto implica.
Lo que estoy sugiriendo tiene antecedentes en nuestra propia historia, pero también y más en la actualidad, en Bolivia con Morales, en Ecuador con Gutiérrez, en Brasil con Lula, así como su contraparte en Argentina, donde el pueblo ha tumbado gobiernos, pero no está en condiciones, hasta el día de hoy, para imponer un gobernante de su gusto y afinidad en las ya muy próximas elecciones (y habrá gobierno, qué duda cabe).
Desde luego no paso por alto que hay quienes piensan que es perder el tiempo disputar por un poder nacional que ya no existe, pero tonterías de este tipo no pueden tomarse en serio, y menos cuando todo mundo puede observar, aquí y en cualquier otro país (por subdesarrollado y dependiente que sea), que el poder nacional no sólo existe, sino que se hace presente en la represión, en proyectos en contra del pueblo, y hasta en la entrega del país (para poder entregar el país se necesita que haya país y quien tenga el poder suficiente para entregarlo, perdóneseme la perogrullada).
Para quienes están decepcionados de la política, de los políticos y de las organizaciones que hacen o debieran hacer política, bastaría recordarles que si no participan, dado que todavía existe la Constitución y las instituciones que de ella se derivan, se le dejará el poder a quienes lo tienen y lo usufructúan para mantenerse en él, y con ello garantizar los compromisos que establecieron en contra del pueblo y de la nación, cual es nuestro caso y el de muchos gobiernos de otros países del mundo.
Me adelanto a decir que la disputa por el poder nacional, la defensa de la nación para todos los mexicanos, la defensa de éstos y la lucha por mejorar su situación, no son demandas revolucionarias, mucho menos de tipo socialista o cosa semejante. Se trata simplemente de entender los tiempos que vivimos y tratar de contrarrestar la expansión imperialista, con Estados Unidos a la cabeza, que nada bueno ha traído a nuestros países.
No son tiempos de demandas maximalistas, del todo o nada. Esto, si acaso, vendrá después. Pero por ahora es nuestra obligación interpretar el sentido de los movimientos sociales, a pesar de que con frecuencia no trascienden sus demandas de tipo gremial o sus intereses inmediatos.
Hay inconformidad, hay protesta, hay luchas que parecen aisladas, y quizá así sean, pero si hubiera dirección política y algún elemento aglutinante, estas luchas serían acumulativas y probablemente el inicio de la formación de un contrapoder. La coyuntura electoral es favorable si se sabe aprovechar, no todo es desperdicio. Los partidos que se dicen de izquierda tienen la palabra: que demuestren lo que dicen ser. Quiero ser optimista.