Jorge Santibáñez Romellón* / II y última
Migración internacional: balance 2002
En la primera parte de este artículo esbozamos lo que podría llamarse la parte inicial de una especie de balance anual en el tema de la migración internacional de mexicanos hacia y desde Estados Unidos. Esa primera parte del balance termina con un saldo negativo para México, ya que se alcanzó el nivel más bajo en la relación con nuestros vecinos durante la administración foxista, lo que, temporalmente hablando, podríamos ubicar alrededor de la reunión de Monterrey en la que se suscribieron acuerdos que México aceptó en aras de una supuesta solidaridad con Estados Unidos y sin obtener nada a cambio (recuérdese el bochornoso incidente con Fidel Castro).
Desde mi perspectiva ahí tocamos fondo, no porque después las cosas estuvieran mucho mejor o las relaciones fueran más cordiales con Estados Unidos (de hecho fueron más tensas), sino porque en ese momento la asimetría entre países fue mayor, es decir, cuando nuestro país estuvo en posición más débil y cuando el tema migratorio ni siquiera se abordaba informalmente. México entendió por fin que el tema había salido de la agenda y que no sería nada fácil que regresara a ella. Entonces se cambió de estrategia.
El gobierno mexicano empezó a marcar distancias con nuestros vecinos, el propio presidente Fox se quejó de que el discurso de "buenos amigos" ya no era suficiente y que se esperaba algo mucho más concreto y sustancial. Quizá los sucesos más claros en este nuevo camino, sin ningún orden en particular, son: la petición (ignorada) de clemencia hacia un mexicano condenado a muerte en Texas, las posiciones mexicanas en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas -bastante alejadas de los deseos de nuestros vecinos y más especialmente de las posiciones del presidente Bush-, una serie de discursos pronunciados en gira por Europa, más particularmente el pronunciado en la Asamblea Nacional Francesa, donde el presidente Fox hizo un llamado a Estados Unidos a reflexionar sobre el tipo de liderazgo que ejerce sobre el mundo, y la reunión APEC de Los Cabos, en la que el trato al presidente estadunidense fue comparable al otorgado a otros mandatarios y dista mucho del trato preferencial, casi subordinado, que se le brindó en Monterrey. Finalmente, llega la reunión binacional en la que el secretario Colin Powell, jefe de la delegación estadunidense, se ve obligado a volver a mencionar, por primera vez de manera tan explícita, después del 11 de septiembre de 2001, el tema migratorio dentro de la agenda bilateral.
De todos estos eventos, aparentemente sin relación entre sí, hay varias lecturas. A juzgar por la reacción durante la reunión binacional, marcar distancia con Estados Unidos derivó en una aparente tensión, que para México resulta mucho más rentable. Durante el encuentro de Monterrey la relación era muy cordial, de buenos amigos y vecinos, pero estéril para México; a partir de ese momento la reunión se hizo menos cordial, pero más productiva para nosotros. Parecería que la disyuntiva ante la que nuestros vecinos nos ponen es que para "llevarnos bien" tenemos que comportarnos como sus empleados y subordinarnos a sus deseos.
No nos engañemos: ninguna de estas posiciones nos hace menos dependientes de Estados Unidos; la dependencia asimétrica ahí sigue y ahí seguirá y nadie está pidiendo que nos convirtamos en sus enemigos o que nos opongamos a todas sus iniciativas, pero la segunda parte de 2002 muestra que aun en esa asimetría y con el enorme nivel de dependencia económica, tenemos espacios en los que podemos presionar un poco más y con ello ganar terreno en el tema migratorio.
Por último, aunque ya sé que quien ha sido nuestro canciller no es monedita de oro, no podemos dejar de reconocer que su visión en 2002 fue clara, se adaptó a nuevas circunstancias y que quizá no es el mexicano que todos quieren, pero su gestión mostró resultados positivos. El año concluye mejor de lo que empezó.
Para finalizar, es importante señalar que no todos los cambios son hacia afuera. Internamente también hubo novedades que se insertan en la misma lógica. Sólo por mencionar las que me parecen las dos más importantes, habría que citar el cambio de titular en el Instituto Nacional de Migración, lo cual busca mayor congruencia con nuestra política inmigratoria, que cambia prácticamente a todos sus delegados y refresca una institución que, es cierto, necesita mucho más que eso, pero el proceso tiene que empezar por algún lado. La segunda es la creación del Consejo para Mexicanos en el Exterior, que puede convertirse en la plataforma que permita construir un acuerdo migratorio "desde abajo", aumentando los espacios de poder de los migrantes, como estrategia complementaria al lejano acuerdo migratorio entre los dos gobiernos.
Quizá la época me lleva al optimismo. Yo creo que en el tema migratorio o, mejor dicho, en el desempeño del gobierno en torno a este tema, el balance es positivo o en todo caso mucho mejor que el de 2001.
* Presidente de El Colegio de la Frontera Norte