En el reclusorio Oriente presentaron Y dónde está Miguel, y dónde se metió Satanás
Comenzó fase penitenciaria del festival de pastorelas en el DF
El texto, de las internas Sara Aldrete y Teresa Chávez, es un parodia de la cotidianidad de las 460 mujeres que habitan el penal y una crítica a las condiciones en las que viven
GABRIEL LEON ZARAGOZA
La categoría penitenciaria del décimo Festival Hispanoamericano de Pastorelas (Festhip) comenzó el pasado viernes en la sede ciudad de México. Durante todo este mes competirán, desde sus lugares de reclusión, 65 compañías de internos de centros de readaptación social de 13 estados de la República que buscan obtener, como único premio, el reconocimiento a su labor histriónica.
El Festhip promueve la cultura mexicana en el país y en el extranjero, y por medio de la pastorela pretende integrar diversos grupos sociales en las categorías infantil, independiente, amateur y penitenciaria. Con el apoyo de compañías teatrales independientes de otros países, el organismo ha montado pastorelas en Londrés, París y Barcelona.
Arturo Morell, presidente de esta asociación civil, explica que por ser la actividad escénica una contribución directa al desarrollo cultural del país y a la readaptación social de aquellos que están privados de su libertad, justa o injustamente, el fin de organizar pastorelas en penitenciarias pretende motivar a los internos participantes a que defiendan su libertad creativa mediante la cultura.
Puesta en Preventivo Femenil
La escenificación de la eterna batalla entre el bien y el mal por ganar el alma del ser humano que cada fin de año se hace presente por medio de representaciones políticas, sociales y culturales tuvo lugar el viernes por la tarde en el Reclusorio Preventivo Femenil Oriente con la participación de 40 recluidas por delitos del fuero común y federal.
Con la dirección escénica de las internas Araceli Hernández y Sara Aldrete, y con guión de esta última y de Teresa Chávez, en punto de las 18 horas un centenar de presas apreció la puesta en escena de Y dónde está Miguel, y dónde se metió Satanás, cuya trama es una parodia a su cotidianidad y una crítica a las condiciones en que viven 460 mujeres, que purgan diversas condenas en este penal.
Vestida en color caquí, como el grueso de sus compañeras presas, y ante una sistema de custodias apenas perceptible, Aldrete Villarreal expone que el guión también retoma levemente temas político-sociales -con ademanes y frases célebres del presidente Vicente Fox- "para evitar caer en la cárcel, bueno, digo no nos pueden meter porque ya estamos dentro. Cuidamos mucho que el texto no lastime a nadie y si los mencionamos (a las autoridades penitenciarias con las que usualmente conviven), lo hacemos con mucho respeto".
Con 14 años de reclusión, Sara Aldrete señala que esta pastorela es la sexta que escribe, además de muchos cuentos y su libro Mujeres de oriente, en el que comparte textos con Teresa Chávez. Hace un par de años presentó en un libro la historia de cómo se involucró con los narcosatánicos que, matiza, es un tema que "ya pasó a la historia" y por el cual la condenaron.
Los motivos y las pasiones
Los motivos para participar en una pastorela difieren de acuerdo con la situación jurídica de cada una de las protagonistas de la escenificación.
La coguionista Chávez Cabrera percibió que el interés entre las internas por ser parte del elenco fue satisfactorio y de cooperación. Sin embargo, la maquillista, Marcela Hermosillo, señala en tono ríspido que a sus compañeras "les gustan esas cosas. Yo nada más participé para apoyar a Sara".
Esther N. Piñuelos, San José en la obra, se encuentra en el reclusorio por delitos contra la salud. Expone que la pastorela es parte de su rehabilitación porque le ayuda para dar otro valor a la vida. "Desde que ingresé mi vida interior ha cambiado mucho", relata al tiempo que dice luchar para volver a estar de nueva cuenta en su hogar, junto a sus dos hijas.
Serafina Neri, la virgen María, que carga al niño Dios (su hijo de tres meses, José Emanuel Bautista), comenta que su participación en la pastorela es parte de los méritos que realiza para obtener el beneficio de la libertad anticipada, pese a que está acusada por daños contra la salud.
Miriam Reina aprovecha la presencia de medios de comunicación para cabildear su situación jurídica. A ella se le suman unas tres o cuatro mujeres acusadas por el mismo delito: daños contra la salud. Todo el grupo padece la misma situación: malinformación sobre los estados de su condonación o reducción de pena, la cual, en opinión de la directora del penal, Ana Imelda Campuzano, por ser delito del orden federal no goza de ese beneficio.
Resignadas, algunas aceptan sus culpas. Otras de plano se dicen inocentes. La más, la mayoría, casi en secreto, hablan sobre los comentarios de sus quejosas compañeras: "Se dicen inocentes, pero si lo fueran no estarían dentro".
Carmen Orozco, quien interpreta al diablo, vestida de Lujuria, va directo al asunto: "Participar en la obra fue un reto personal y lo hice para salir de lo cotidiano. Sé que me va a satisfacer". Susana Landeros, en su papel de Avaricia, se avoca a las aspectos técnicos, "compré todo mi vestuario afuera y tardamos mucho en montar la pastorela porque se nos atravesaron las posadas".
La pastorela ofrecida en el Salón de Visitas duró 30 minutos y fue sólo un instante de esparcimiento para las presentes. De un par de años a la fecha, las condiciones en que permanecen recluidas han mejorado sustancialmente, aunque todavía padecen carencias que se pueden subsanar con creatividad y paciencia, reconocen las internas.
Otras actividades mientras esperan su libertad
Algunas no terminan de adaptarse a su nueva vida, pero ante la larga espera para concluir su condena entre cuatro paredes, optan por asistir a talleres de manualidades o actividades académicas que se ofrecen en el interior del penal.
Para sanar su soledad interior o el abandono, en que las han dejado sus familiares y amigos, una gran cantidad de reclusas busca la compañía de otras y forman pareja. Nada mal visto por las que no caen en el lesvianismo y por el contrario, hasta cierto grado, comprendido.
El Reclusorio Preventivo Femenil Oriente tiene capacidad para 164 internas, pero padece una sobrepoblación de 300 por ciento (460); la mayoría purga condenas por delitos contra la salud, de acuerdo con cifras proporcionadas por la directora del reclusorio.
Las presas que cumplan con ciertos requisitos que les marca su reglamento pueden gozar de dos tipos de visita íntima a la semana: la de su pareja "comprobada" del sexo opuesto o si el conyuge también está recluido en un centro penitenciario del Distrito Federal, acudir a ese lugar.