Antonio Gershenson
¿Devaluación del dólar?
Los datos publicados en la primera plana de La Jornada,
en su última edición del año que acaba de terminar,
son concluyentes: entre el pasado marzo y el final de 2002 el dólar
subió, frente a la moneda nacional, de 9.00 pesos por dólar
a un rango de 10.50 a 10.60; es un aumento de más de 15 por ciento.
Y eso pone a discusión el problema de una posible devaluación,
que no sería sino continuación de lo que ya hemos vivido.
El título de este artículo, sin embargo,
no es una errata. El dólar también ha bajado, en forma muy
similar, frente a las otras divisas importantes y en especial frente al
euro. Esta moneda europea llevaba muchos meses costando alrededor de 90
centavos de dólar e incluso un poco menos. Pero ha estado subiendo
en 2002, y cerró el año cambiándose a un dólar
con 5 centavos. También una baja, para el dólar, de más
de 15 por ciento.
Estas cifras han puesto a discusión, en el plano
internacional, la posibilidad de una devaluación del dólar.
En el idioma del dólar, el término que se ha usado en algunas
publicaciones importantes es crash, muy gráfico por cierto.
Si vemos los argumentos que se usan para apoyar la previsión de
que el dólar va a "tronar", traduciendo la expresión a nuestro
lenguaje cotidiano, nos vamos a encontrar algunos paralelismos con la situación
nacional y, en general, lo menos que podemos hacer es ponernos a pensar
en el asunto.
La deuda externa estadunidense, en sus términos
más generales, equivale a 25 por ciento de su producto interno bruto
anual, aproximadamente. En unos cinco años, este monto llegaría
a 50 por ciento del PIB, lo cual se considera insostenible. Antes de eso
y en algún momento la deuda dejará de crecer, y entonces
el dólar bajará, para atenuar el déficit en la cuenta
corriente. Se calcula que la baja tendrá que ser importante, porque
los otros países no absorberían fácilmente un aumento
importante de las exportaciones de Estados Unidos.
El movimiento de capitales hacia ese país se vería
afectado. De por sí ha bajado ya desde 2000 de manera importante.
Tampoco es fácil que gobiernos de otros países sigan comprando
grandes cantidades de dólares, ni que se mantenga indefinidamente
la reducción que se ha dado del flujo de capitales estadunidenses
al exterior. Cualquier prolongación del déficit del país
vecino con el exterior sólo aumentaría las presiones económicas
contra el dólar.
Si trasladamos estos argumentos al plano nacional, ¿falta
acaso algún ingrediente? La deuda mexicana es ya insostenible, especialmente
si la consideramos completa, y no sólo la que Hacienda reconoce
como tal: Fobaproa-IPAB y los Pidiregas implican, junto con la deuda "oficial",
una cantidad superior al PIB mismo. Ya se ha reducido la entrada de capitales,
y ningún gobierno extranjero se está tomando la molestia
de comprar muchos pesos para apoyar a nuestra moneda. Nuestro déficit
en cuenta corriente sólo se ha atenuado con la crisis, la cual se
supone que ya va de salida.
Un elemento más. Desde marzo pasado los costos
de la energía, en especial del petróleo, han aumentado en
más de un tercio. En el caso de nuestros vecinos del norte, ese
elemento contribuye a explicar sus problemas, porque son el mayor importador
de petróleo del mundo. Pero nosotros somos exportadores, y ese aumento
de precios se traduce en que recibamos mayores ingresos. Sin embargo, la
política de depredar a Pemex por la vía fiscal y amarrarle
las manos como entidad productiva evita que esto se traduzca en desarrollo;
al contrario, la tecnocracia congela ese dinero y mucho más.
Por eso estamos en la situación que reflejan estas cifras y que
es, como dijimos, para ponerse a pensar.
Más que asunto de previsiones, estamos ante un
diagnóstico de problemas muy candentes. Y, ante esto, parece claro
que no hay soluciones efectivas sin un cambio en la política económica.
En Estados Unidos ya vimos el cambio del secretario del Tesoro, se han
dado cambios en los organismos internacionales de financiamiento, y aquí
incluso el presidente reconoce la necesidad de cambios, concretamente para
elevar el papel del mercado interno y reactivar la economía. Los
hechos son tajantes, y con hechos deberemos hacerles frente.