Desde Brasil Chávez sostiene: no hay
huelga, sino un golpe disfrazado de huelga
A trancazos comenzó el año en
Venezuela
Algunos sectores de la pequeña y mediana empresa
abandonarán el paro por falta de recursos
ARTURO CANO ENVIADO
Caracas, 1o. de enero. A trancazos comenzaron
los venezolanos el 2003. Pese a los guiños conciliadores de su discurso
de Año Nuevo, el presidente Hugo Chávez viajó a Brasil
y bajo el cobijo de Lula advirtió a sus opositores: "Están
destinados a fracasar". Mientras, aquí, la variopinta oposición
brindó en las calles, con un trancazo (bloqueo de carretera)
colorido y bullanguero y con un llamado a los venezolanos a llevar la cuenta
"de los poquitos días que le quedan a este gobierno".
En Brasilia, Chávez exploraría caminos para
que un grupo de países "amigos" intermedie en la crisis política,
justo al cumplirse 31 días de paro parcial y en medio de llamados
de algunos sectores de la oposición, abiertos y velados, a la salida
Violenta y a la intervención de las fuerzas armadas para echarlo
del poder, pese a que oficialmente la Coordinadora Democrática apuesta
todo al referéndum convocado para el 2 de febrero. "Vamos a incrementar
la capacidad de respetarnos los unos a los otros", dice Chávez en
su mensaje nocturno del último día de 2002. Desde Brasilia,
el discurso del presidente deja de lado las cortesías: "En Venezuela
no hay huelga, hay un golpe de Estado disfrazado de huelga".
La oposición tampoco usa un tono suave. "El día
que no estén en el poder estarán en la cárcel. Saben
que son culpables y por eso no quieren elecciones", suelta Carlos Fernández,
presidente de Fedecámaras, la agrupación empresarial que
es eje del paro. En el arranque del año, Fernández y otros
de los principales dirigentes opositores insisten en que el presidente
debe renunciar o aceptar los resultados del referéndum consultivo,
que según las encuestas perdería Chávez.
Sin
embargo, este miércoles se informó que la oposición
atenuará la huelga general que comenzó el 2 de diciembre,
si bien el sector petrolero continuará en paro. El líder
de la Coordinadora Demócrática (CD), Américo Martín,
señaló que "hay ciertos sectores de la pequeña y mediana
empresa que abrirán la semana próxima porque no tienen recursos
para mantenerse cerradas, tienen que ganar dinero. Eso no tiene nada que
ver con el sector petrolero".
Martín agregó que "podría cambiarse
el paro por desobediencia civi, que podría ser un desacato tributario
como también no aceptar la detención arbitraria de algunas
personas que han estado en nuestra lucha".
La CD dijo en un comunicado que "ha decidido convertir
toda la energía ciudadana desplegada en el exitoso Paro Cívico
Nacional en un masivo proceso de desobediencia civil, y concentrar ese
proceso en la construcción de un sólido triunfo de la sociedad
democrática el próximo 2 de febrero".
Antichavismo chévere
El escenario es la última protesta de 2002 y primera
del nuevo año a la que, gracias al bombardeo televisivo y el profundo
sentimiento antichavista de muchos sectores, acuden miles de personas.
Al dar las 12 de la noche, los caraqueños reunidos por millares
en una vía rápida del rico barrio de Altamira corean repetidamente
"¡Libertad!", frente a grandes telones y pantallas gigantes, al tiempo
que disfrutan un espectáculo pirotécnico y bailan sin parar.
En el escenario, desde el cual hablan siete mujeres en
representación de los diversos sectores de la oposición -empresarios,
trabajadores, ONG, partidos-, un gran telón anuncia que 2003 es
"el año de la libertad". A la izquierda, un letrero espectacular
es descubierto apenas iniciado el año para anunciar que faltan 32
días para el referéndum. El presidente, por supuesto, ha
rechazado que tal ejercicio sea vinculatorio y su propia realización
está en veremos.
El trancazo de Año Nuevo es colorido como
todas las marchas y cacerolazos que colmaron el 2002. Miles de banderas,
gorros, camisetas y pañuelos con los colores nacionales -amarillo,
azul y rojo-, visten la fiesta-protesta.
En las pantallas desfilan las escenas de las marchas del
año que se fue. La multitud corea "¡asesino!" cuando aparecen
las imágenes del 7 de diciembre pasado, día en que fueron
asesinadas tres personas. Al minuto de silencio por las víctimas
-que se sumaron a las 19 previas al golpe de Estado de abril de 2002- siguen
los gritos de "¡Ni un muerto más!" y de "¡Ni un paso
atrás!"
La ovación que reciben un par de militares que,
uniformados, saludan desde lo alto, sólo es superada por la que
la multitud prodiga a la oradora que representa a los trabajadores en paro
de Petróleos de Venezuela (PDVSA), empresa cuyo presente y destino
se han convertido en el eje del conflicto.
Las oradoras hacen arengas mitineras, sin mensaje político
de fondo y cargadas de adjetivos contra el gobierno "autoritario, inepto"
del "tirano de Miraflores". En el afán de romper los "estereotipos"
de la prensa extranjera -los opositores acusan hasta a la CNN de estar
vendida al chavismo-, una de las oradoras, mujer negra, se presenta como
una venezolana "pobre" que no tiene ni luz en su casa y que no puede dejar
a sus hijos otra riqueza que "la dignidad".
Las oradoras concluyen. Desde el gigantesco escenario
principal se da paso a los cantos que a lo largo de los meses han aportado
las cadenas televisoras, en su papel de activas opositoras (los "verdaderos
partidos políticos", dicen los chavistas). Las banderas y los brazos
se balancean sobre las cabezas, como en un concierto de pop. Imagine el
lector una tonadilla ramplona con esta letra: "Y decimos no a la violencia/
y decimos sí a la esperanza/ y decimos sí a la humanidad/
Es un canto por la vida". Haga de cuenta, lector, Operación Triunfo
y La Academia juntas en la arena política.
Y luego, la fiesta, que en eso se las gastan bien los
venezolanos a quienes el presidente Chávez llama "traidores a la
patria". Aquí se demuestra que, en todo caso, lo traidor no quita
lo bailador, ni la escasez de gasolina la chance de conseguir la sidra
o la champaña para brindar por el nuevo año que los opositores
llaman de la libertad y los chavistas de la verdadera nacionalización
del petróleo.
Truenan los cohetones en todos lo rumbos de la noche de
Caracas. Y el baile no para. Una protesta chévere, dicen aquí.
La vista no alcanza a cubrir la larga fiesta. Sí, en el arranque
del año, el antichavismo se pone chévere.
Un "proceso divino"
Anuncio del gobierno en la televisora estatal: "Ya prohibieron
la Navidad y al Niño Jesús. Y ahora los ejecutivos que gobernaron
PDVSA prohíben a las familias las 12 uvas". La réplica opositora
gana en buena manufactura y número de anuncios, repetidos hasta
el hartazgo en los cuatro canales privados: "Ya tuviste tu oportunidad
y la perdiste. Ahora, los mismos que te elegimos te pedimos elecciones
ya". Otro: "Señor presidente, sea valiente, vamos a contarnos, contarnos
es la salida". En el campamento chavista, frente a una de las sedes de
PDVSA, saben bien de la desventaja. "Es un paro mediático", dice
Reyna Pereira, maestra de escuela, una de los 400 chavistas reunidos para
recibir el Año Nuevo. Icono de los círculos bolivarianos,
mujer tan ridiculizada como temida por los opositores, la lideresa Lina
Ron no ve venir un mal año: "El 2003 encuentra un presidente en
victoria. Creyeron que podían vencerlo y no pudieron. Este es un
proceso divino".
Rodeada de sus protectores y colaboradores, felicitada
a cada paso por otras mujeres, Ron sostiene que los chavistas no irán
a un referéndum con las reglas de los opositores: "¡Nada bajo
la metódica de la contrarrevolución!"
Lina Ron es una ametralladora de frases en defensa de
Chávez. Rechaza, por ejemplo, que la oposición se haya impuesto
al oficialismo en las calles. "Cuando el pueblo baje de los cerros ya verán."
"Háganse rebeldes"
Noche de cacerolazo en las inmediaciones del Fuerte
Tiuna, la principal sede militar de la capital venezolana. Los opositores
llevan un mes con el ritual. Se juntan en un parque y marchan por el barrio
armados de silbatos, cacerolas, cucharas y banderas.
En número de 400, en un barrio de unos cinco mil
habitantes, la clase media de Cumbres de Curumuco, los vecinos llegan a
una de las puertas de la instalación militar a golpe de cacerola
y silbatazo limpio. Se hace un silencio. Cinco segundos apenas. Y luego
las cacerolas suenan más fuerte.
Sombras apenas, cuatro o cinco soldados observan a distancia.
Yolanda de Anderson, presidenta de la asociación
de vecinos, arenga a los militares: "¡Reaccionen, soldados, ustedes
son del pueblo. ¡Soldados, háganse rebeldes, sientan lo que
está sintiendo el pueblo!" La señora pide hablar con el general
de guardia y luego avanza hacia el portón. El gesto de uno de los
soldados no deja lugar a la discusión. Su brazo se estira enérgico
y señala los conos de plástico colocados a unos 20 pasos
del portón, y que son la línea que los manifestantes no deben
traspasar. También grita. No se escucha lo que dice, pero su gesto
basta. La vecina vuelve sobre sus pasos. Más tarde, Yolanda, ama
de casa, dirá que nunca había hecho más que gestiones
simples para su barrio. Hasta que llegó el antichavismo.
Acostumbrados al ejército
Tras el cacerolazo, en la sala de un departamento del
barrio, toma la palabra Iván Olayzola, militante de toda la vida
de Acción Democrática, uno de los partidos tradicionales
de Venezuela y ex rector universitario. Su análisis de opositor
camina rumbo al baño de sangre. -¿La única salida?
-No -responde Iván-, hay una previa: el ejército
está obligado a intervenir porque Chávez no está gobernando.
Muchos opositores no ven contradicción alguna entre
presentarse como los demócratas que combaten al "tirano" y clamar
por la intervención de los militares. Es algo tal vez muy arraigado
en el alma política venezolana. El periodista inglés Richard
Gott cita al respecto: "Los venezolanos están tan acostumbrados
a hacer del ejército el árbitro de sus luchas políticas,
que en cualquier momento los grupos más variados, con los objetivos
más disímiles, intentan involucrar al ejército en
nuevas aventuras". ¿Lo escribió un corresponsal extranjero
armado de estereotipos, como acusa aquí la oposición? No,
la frase es de 1970 y su autor fue nada menos que Rafael Caldera, alguna
vez presidente de la República de Venezuela. O la otra salida, que
ya dibuja en resumen porque la comparten sectores de la oposición.
Armando Durán, columnista del diario El Nacional: "En esta
guerra la única alternativa disponible para no ser aplastados por
la maquinaria del Estado es rompiéndole los esquemas a Chávez.
Enfrentarlo de una vez por todas. Si es preciso, a las mismas puertas de
Miraflores. Y al precio que sea preciso pagar".
Así fue como los venezolanos se desearon un feliz
2003.