BUSH: AÑO NUEVO, GUERRA NUEVA
La
pausa al acontecer mundial impuesta por las festividades navideñas
y de fin de año del pasado diciembre no tuvo efecto alguno en los
preparativos militares que realiza el gobierno de Estado Unidos con miras
a una nueva destrucción de Irak, al derrocamiento de Saddam Hussein
y, por extensión, a la toma de control del petróleo de ese
país árabe y el reforzamiento de la hegemonía estadunidense
ante Europa Occidental y Asia. La Casa Blanca marcó el comienzo
de 2003 con renovadas amenazas guerreras y, en particular, la movilización
a la región del golfo Pérsico de aviones, helicópteros,
transportes blindados y una división completa de la Infantería
de Marina.
Al mismo tiempo, el presidente George W. Bush, pese a
declaraciones en las que parecería abrirse a la posibilidad de una
"solución" no bélica a su conflicto con Irak, intensifica
a la vez su campaña de amedrentamiento a la opinión pública
de su país poniendo de relieve que la economía estadunidense
podría colapsarse ante nuevos ataques terroristas como los del 11
de septiembre que, según él podrían ser promovidos
en el futuro por el gobierno de Saddam Hussein.
Sin embargo, analistas estadunidenses vienen señalando
que la principal amenaza a la economía no es el gobernante iraquí,
sino los planes de guerra del propio gobierno de Bush: el grupo privado
de investigación Conference Board, citado por Reuters, señaló
anteayer que el índice de confianza del consumidor cayó,
entre noviembre y diciembre pasados, de 84.9 a 80.3, y agregó que
la "causa subyacente" de la desconfianza es el temor de una nueva guerra.
El analista de Wells Fargo Sung Won Sohn dijo por su parte que "una guerra
costosa y complicada, con ataques terroristas a instalaciones petroleras
aquí y en el exterior, podría disparar el precio del petróleo
a niveles de 80 dólares por barril".
Es de comentarse que el escenario de un fuerte incremento
a los precios del crudo sería una pesadilla para Estados Unidos
en general, pero no necesariamente para la familia Bush, la cual, desde
hace medio siglo, basa buena parte de su poderío económico
en los negocios petroleros, en los cuales, por cierto, aparece vinculada
con la parentela de Osama Bin Laden, el fantasmagórico enemigo público
del momento.
Tal es la amarga perspectiva política, económica
y estratégica en la que el gobierno de Estados Unidos pretende colocar
al mundo en los comienzos de este año para lo cual insiste en hacer
a un lado la justicia, la razón y hasta el sentido común.
En su fiebre bélica, Washington parece decidido incluso a prescindir
de una coartada verosímil para arrasar Irak, y se empeña
en enviar desde ahora fuerzas militares a la región, a pesar del
señalamiento del secretario general de la ONU, Kofi Annan, quien
ayer destacó que "Irak está cooperando y ellos (los inspectores)
son capaces de hacer su trabajo sin impedimentos, y por lo tanto no hay
un argumento para una acción militar ahora".