Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 17 de diciembre de 2002
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Economía

Alvaro de Regil Castilla(*)

Tiempo de decisión

El progresivo resquebrajamiento del tejido social en México, resultado de dos décadas de imposición de políticas macroeconómicas diseñadas para el exclusivo beneficio de las trasnacionales y de nuestra oligarquía político-empresarial, alcanza su máxima exacerbación con la inminente liberación arancelaria a la oferta agropecuaria estadunidense dentro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Se exacerba porque, además de que siempre ha existido una inmensa asimetría en desarrollo agropecuario, el gobierno estadunidense, contrario a su pregón neoliberal, ha optado por subsidiar a su sector agropecuario con más de 111 mil millones de dólares.

Pero no es la primera vez que ese país rompe con las reglas neoliberales que impone a los demás. A principios de año, unilateralmente, impone aranceles para proteger a su desvalida industria siderúrgica y, en el TLCAN, bloquea a los tractocamiones mexicanos, a pesar de que su libre tránsito es parte del tratado. El hecho de que Estados Unidos crecientemente esté dispuesto a actuar unilateralmente contra el neoliberalismo, que él mismo impone en el mundo, cada vez que las reglas del juego no convengan a sus intereses, es suficiente razón para terminar de entender que las políticas de libre mercado no fueron concebidas para beneficio de todos, sino del imperio, y que las ignorará cuantas veces vayan en contra de sus intereses. No hay duda de que así como actúa como imperio global y dicta al mundo la geopolítica que más le convenga, en asuntos de política comercial o en casos como el Protocolo de Kyoto, Estados Unidos seguirá jugando un juego suma cero, actuando no como socio, sino como el imperio rapaz en que se ha erigido.

Por ello, en primera instancia, México debe anteponer sus intereses a los compromisos que haya adquirido internacionalmente. Y si bien siempre deberemos sopesar los costos y los beneficios de cada decisión de política internacional, nunca deberemos claudicar a nuestra soberanía en el más amplio sentido de la palabra. En ello radica la razón de ser de todo Estado-nación.

En este contexto, la enorme timidez con que el gobierno de México aborda la crisis agropecuaria es inaceptable, porque no sólo aniquila a un sector con inmensos problemas sociales, sino porque lleva al límite al elemento central de nuestra seguridad nacional: nuestra capacidad de autogestión alimentaria. Ningún gobierno realmente democrático descuida la capacidad de independencia alimentaria de su pueblo porque su primera obligación es procurar el bienestar de todos los rangos de la sociedad. Pero a seis años de haberse efectuado la Cumbre Mundial de la Alimentación, el "gobierno del cambio" no ha cumplido su compromiso de garantizar una política alimentaria, pues continúa mostrando la misma ultranza neoliberal, exacerbando aún más el éxodo allende la frontera, al balbucear apenas una raquítica estrategia que sólo apoya a los sectores más productivos y con capacidad exportadora, siendo que más de un tercio de nuestra población depende directamente del sector agropecuario.

Por ello es impostergable que el gobierno utilice todas las herramientas disponibles, incluyendo la acción unilateral, para cerrar la economía a la producción agropecuaria estadunidense. De hecho, el sector agropecuario jamás se debería haber incluido en el TLC. Desde la posguerra ha habido décadas de rondas de comercio en las que los países ricos sistemáticamente han rechazado eliminar los subsidios a sus sectores primarios. Por eso no hay ningún avance real en la actual ronda de Doha.

Por ello, la posición de México no es cuestión de compromisos, sino de nuestra soberana necesidad de seguridad nacional alimentaria y de nuestra obligación de proteger a un tercio de los mexicanos de una competencia absolutamente asimétrica. Necesitamos actuar con el mismo rigor proteccionista estadunidense, aplicando altos aranceles compensatorios para contrarrestar sus fuertes subsidios. El capítulo agropecuario se incluyó en el TLC sólo porque Salinas y el PRI estaban mucho más interesados en perpetuarse en el poder, congraciándose con el imperio, que en avanzar nuestros intereses, lo que constituyó una traición. Por ello, el actual gobierno tiene ahora la oportunidad única de demostrar con quién está comprometido: con el bienestar de todos los sectores o con sus intereses privados oligárquicos dentro de la vieja relación centro-periferia. šHe aquí el arribo, para Fox, del tiempo de decisión para escoger entre una nueva traición o el cumplimiento de su obligación más elemental!, lo que revelará si tenemos un gobierno verdaderamente mexicano y si está empeñado en el verdadero cambio.

(*)Coordinador de la Alianza Global Jus Semper. La Iniciativa Salarios Dignos Norte y Sur
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