Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 8 de diciembre de 2002
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Cultura
"No me interesan las sociedades estupidizadas", señala la compositora Laurie Anderson

"Abrir las mentes de las personas; en eso reside la razón de ser artista para mí"

¿Acaso el presidente estadunidense sabe algo acerca de lo que es el bien y el mal", dice

PABLO ESPINOSA

El año musical 2002 culminará prácticamente dos semanas antes de que termine el calendario gracias a un acontecimiento largamente esperado por melómanos y amantes del arte libre. Laurie Anderson, indefinible, una de las personalidades fundamentales de la cultura de Estados Unidos. Compañera sentimental de Lou Reed y compañera de ruta de la pléyade del pensamiento (Andy Warhol, Velvet Underground, Susan Sontag, la mejor vanguardia neoyorquina), presentará durante tres noches (13, 14 y 15 de diciembre) un programa especialmente preparado para el Teatro de la Ciudad.

Antes de viajar a México, concedió una serie de entrevistas, de las cuales presentamos la primera de ellas. Entre otras cosas, comprueba, para quienes no la conocían, que no es otra estrella más del frenesí mercantil en que ha devenido la industria de la música. Para desconsuelo de los apóstoles del consumo indiscriminado y de moda, nos visita una antítesis de las estrellas pop. Llega a México, en cambio, una de las artistas más importantes de las décadas recientes en la cultura que nace en Nueva York. Con ustedes, la señora Laurie Anderson.

-Usted ha manifestado que su interés primordial es crear imágenes que despierten interrogantes en las personas, ¿qué imagen condensaría las muchas preguntas que rondan a la humanidad hoy día?

-Es una pregunta propicia, porque hubo en mi país un proceso electoral muy importante con resultados terribles en mi opinión. Me hizo recordar uno de mis performances, titulado Hapiness y con un montón de personajes y preguntas, y los personajes eran reales, entre ellos estaba Andy Warhol. Una de las preguntas era: ¿cómo defines al enemigo?, lo cual es una de las grandes obsesiones en Estados Unidos. Y el acto de pensar, el pensamiento no es algo que esté bien definido en mi país y eso me produce angustia, además, porque el 11 de septiembre fue algo demasiado grande para nosotros. Cambió muchas vidas. Fue muy impactante. Para empezar, los estadunidenses no tienen idea clara de cuál es la verdadera situación mundial, en ese tema la mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos son más bien naives, por decirlo de alguna manera. Eso explica, por ejemplo, que muchos respondan al mundo hoy con esta pregunta: ¿por qué no nos quieren?, ¿acaso porque somos ricos?, ¿acaso porque somos libres?

"Esa actitud evidentemente corresponde a alguien que sólo tiene 12 años de edad. Una niña rubia a esa edad en la escuela muy bien puede decir: 'me odian por bonita'. Cuando la realidad es otra: no la quieren porque es una pendeja (jerk, dice Laurie). Y así persisten muchas maneras de pensamiento simplista para explicar nuestra sociedad. Y muchas cosas cruzadas. Y muchas cosas que golpean, como el que en este momento Estados Unidos tenga un presidente que está completamente loco (quite out of his mind), y que se le pasa hablando del bien y del mal. ¿Acaso sabe él algo acerca de lo que es el bien y el mal? No lo creo. En fin, me parece que vivimos un momento muy interesante como para que los artistas se comprometan con la sociedad en la que viven."

-Ese presidente dictó que a partir del 11 de septiembre existe un supuesto "eje del mal" y ahí ubicó a países que no le son sumisos y a personas pensantes, entre ellos a Susan Sontag y Noam Chomsky, ¿qué opina usted de esta actitud contra el pensamiento?

-Tienes razón en que es una actitud contra el pensamiento. Me parece trágico. Es trágico que la gente no tenga derecho a expresar sus ideas. Se supone que eso debería ocurrir en Estados Unidos, país que dice defender la libertad. Lo bueno de esto es que hay muchas personas en Estados Unidos que, como Sontag, piensan, se organizan, luchan, a pesar de hechos desconsoladores como las recientes elecciones, que tiraron al país aún más hacia la derecha. Eso produce miedo. Pienso en mucha gente que ahora tiene más miedo que antes de decir lo que piensa y que eso los meta en problemas. Pero también hay gente que piensa y no tiene miedo. Lo terrible de lo que está sucediendo, también, es que cada día más se confunde lo que es propaganda con lo que es política.

"Por eso el trabajo de los artistas, insisto, es sumamente interesante hoy más que nunca. Porque en el arte no hay reglas, por lo menos no en el arte que importa realmente. El arte permite observar el mundo de distintas maneras, no de una sola, como pretende Estados Unidos. En el arte se usa la mente. En el arte se formulan preguntas. Se piensa. Para regresar al principio, las preguntas que más me gustan son del tipo, ¿qué es el arte?"

-¿Aceptaría usted ser incluida junto a Sontag, Chomsky y el resto de los pensantes en el planeta como parte del "eje del mal"?

-Nadie podría aceptar una cosa así, porque no se trata más que de una frase estúpida: "eje del mal". Quien la hizo no puede ser tomado como una persona valiente, sino como alguien muy estúpido. Además, no me gusta ser definida por nadie. Recuerdo una frase del Dalai Lama: tus peores enemigos son tus mejores amigos, porque te enseñan cosas. Y me pregunto: ¿qué me están enseñando quienes piensan en un "eje del mal"? Si lo vemos de cierta manera, en todo caso te estarían enseñando a no andar tirando palabras así nada más: "bien", "mal", "bueno", "malo", "no hagas eso", "lo que debes de hacer es esto", etcétera. Eso no es ayudar a nadie. Son expresiones extremadamente sospechosas. No me parece tampoco que declararse enemigo del gobierno pueda ser útil a alguien. Lo mejor es analizar las cosas y realizar acciones que abran el entendimiento de las personas, no que lo cierren.

"Porque hablar del bien y el mal cierra el entedimiento de las personas, las agrupa. Como si se tratara de hacernos retroceder a la época de las cortes, en las que todos se despedazaban entre sí para escalar posiciones, formaban grupos de amigos y enemigos, buenos y malos, toda una situación por entero estúpida. Pero bueno, a quién le interesa eso. A mí, por lo pronto, no me interesan las personas o las sociedades estupidizadas, lo que me interesa es crear belleza, abrir las mentes de las personas, en eso reside, entera, la razón de ser artista para mí. Y si eso cambia el mundo, qué bueno, pero si yo quisiera cambiar al mundo haría otro tipo de cosas, que fuesen efectivas en ese sentido, cosas más prácticas, pero más que cambiar el mundo, a lo que aspiro es todavía a algo más ambicioso: a cambiar la mente de las personas."

-Todo este estado de cosas, ¿cómo está repercutiendo en el arte que se produce en Estados Unidos? ¿Cómo son hoy las condiciones para la creación artística en su país?

-Varía año con año. Hay ocasiones en que hay buenas condiciones para la creación y otras en que no. Debido a que la situación económica actual es difícil, resulta por consiguiente muy duro para los artistas todo, en particular emprender grandes proyectos. Al menos en mi caso, se presenta la oportunidad de incursionar en formatos pequeños. De hecho, aprovechando tu pregunta, quiero decir que me resulta sumamente sospechosa esta eclosión de la tecnología que vivimos ahora. Siempre he temido que la tecnología nos mecanice en lugar de hacernos propicias las cosas. Y ahora todo parece ser eficiente, muy rápido. Pero no nos detenemos a pensar que la tecnología también devasta. Gracias a la tecnología que se ha desarrollado, todo funciona. ¿Funciona para hacer qué? Nada parece conducir a nada sino es que a más tecnología. Nos encanta la velocidad. Lo grandioso. Pero no nos percatamos si algo pierde su sentido, su corazón. He trabajado desde hace muchos años con tecnología, pero en realidad me interesan los medios modestos, para no incurrir en lo grandioso, en lo que no tiene corazón, en lo que no es importante. Para mí no es relevante echar mano de aparatos muy sofisticados, grandiosos, velocísimos. Me resulta, en cambio, sumamente interesante tratar de contar una historia que sea realmente buena, o escribir una melodía hermosa, una melodía simple y pura que rompa el corazón, eso sería fantástico (ríe Laurie). Claro, viniendo esto de mí no suena mucho como a una actitud de una artista de vanguardia o experimental, que a eso corresponde más mi imagen a la de andar rompiendo corazones con mis melodías, pero en este momento esto es lo que anhelo artísticamente.

-Ya que cuestionó usted los excesos de la tecnología, ¿cómo puede distinguir la gente hoy lo que es arte de lo que es mercancía cuando se está sujeto a tal bombardeo de los media que induce a consumir, no a pensar?

-Esa es una muy buena pregunta, porque si uno va a un museo hoy día suele encontrarse con un montón de máquinas haciendo objetos en serie. Y uno se pregunta, ¿de qué se trata todo esto? Lo interesante es que el papel de los museos adquiere una responsabilidad y un reto tremendo: presentar arte y distinguirlo de las máquinas, establecer en el público los criterios artísticos necesarios y suficientes como para que puedan convivir arte y mercancía, sin demérito del pensamiento, del entendimiento, del conocimiento humano. Pero te aseguro que no es mi intención decir cómo deben ser las cosas, establecer reglas, porque no me parece que resulte útil. Lo que me gusta es la capacidad de sorpresa de la gente. Hay muchas cosas extremadamente tecnológicas y simultáneamente muy gentiles, muy propicias a lo humano. Pero bueno, regresando a la pregunta anterior: resulta hoy muy difícil hacer arte en Nueva York.

-¿Qué tan difícil resulta para un artista de Estados Unidos comunicarse realmente con el público de otros países cuando lo que se conoce generalmente como cultura estadunidense es sólo imposición de una forma de vida, de vestir, de comer y no en realidad lo que es la verdadera cultura de Estados Unidos, la parte pensante de su país?

-Es cierto, pocos distinguen lo que es exportar el arte de Estados Unidos y exportar hamburguesas. Muchas veces no sólo es confuso sino que es cierto: muchos productos artísticos estadunidenses son como hamburguesas, porque son más un producto que un objeto artístico, son más un estilo que una idea y se supone que no debes hacer más que consumir para hacer crecer una falsa idea de ese producto y contribuir a la expansión global de la economía. No sucede en cambio eso cuando vemos en un museo de Estados Unidos un producto artístico francés, no sentimos ninguna idea de imposición. Pero, bueno, lo que estoy expresando es mi propia individualidad y ciertamente no corresponde a la del estadunidense medio, en todo caso es la de alguien que vive en Nueva York, una artista urbana que por lo tanto tiene más cosas en común con personas que viven en Berlín, Londres, Bonn y espero que también con las de la ciudad de México.

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