MUNDO ARABE: LA ALIANZA QUE PROMUEVE BUSH
La
amenaza de Estados Unidos contra Irak ha desatado una intensa campaña
diplomática del régimen de Saddam Hussein que, hasta ahora,
no ha cesado de marcar puntos en su favor.
Es evidente, por ejemplo, que en el caso de una invasión,
después de un momento inicial de aumento de los precios del petróleo
-que podría ser provocado por la destrucción masiva de pozos
y oleoductos-, la privatización del petróleo iraquí
y la cuadruplicación de la producción diaria que estudian
ya los estadunidenses (para paliar la crisis económica de esa nación
y la mundial, bajando el costo de la energía para los países
consumidores) provocaría un brutal desplome del precio del barril,
el cual sería fatal para la economía de las naciones productoras
y, sobre todo, para los países árabes, además de Irán.
La perspectiva de ver morir a la Organización de
Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y de presenciar un
retroceso hasta antes de 1974, cuando el precio del hidrocarburo era ridículo
y las grandes compañías anglosajonas hacían y deshacían
en el mercado, tiende a unir detrás de Irak a los demás países
petroleros de la región, que saben que serían víctimas
del mismo plan y de la misma guerra que hoy amenazan la soberanía
y la integridad territorial de Irak.
Así, en los dos meses recientes, se han realizado
importantes conferencias de alto nivel entre los iraquíes y los
iraníes (pese a la guerra sangrienta y ocho años de enfrentamiento
entre ambos países) entre iraquíes y rusos; entre iraquíes
y empresarios y diplomáticos europeos, y entre iraquíes y
prominentes integrantes de la corte real saudita o de los emiratos.
Ahora Saddam Hussein pide perdón a Kuwait por la
invasión que desató la Guerra del Golfo, con la esperanza
de ganar la benevolencia de los kuwaitíes para la afirmación
de uno árabe, que sea parte de un frente más amplio de países
productores de petróleo, dirigidos ambos en contra de la política
de George W. Bush, el cruzado que considera a Irán, Arabia Saudita,
Siria y Libia, entre otros países, integrantes del llamado eje del
mal, de acuerdo con el mandatario estadunidense.
Si se agregan a esta campaña diplomática
y comercial los aportes del belicismo de Washington y las resistencias
europeas e internacionales a la agresión que Bush prepara, se puede
observar que Saddam Hussein ara en terreno fértil.
Si también se tienen en cuenta las repercusiones
en los pueblos árabes de la brutal ocupación colonial de
Palestina por Israel, es posible añadir al reforzamiento del régimen
de Bagdad -gracias a la torpeza imperial estadunidense- la reaparición
de un sentimiento panárabe y antimperialista, parecido al que reinó
en el periodo 1950-1970.
Y es que no se puede volver a esa época en el campo
de la explotación colonial y petrolera sin retrotraer también
la conciencia de identidad y política de las víctimas a esos
años de odios y esperanzas.
Al mismo tiempo, y como parte de su campaña, Irak
ha hecho importantes concesiones comerciales por decenas de miles de millones
de dólares a empresas petroleras rusas, europeas y chinas para la
explotación de sus enormes reservas de hidrocarburos, las segundas
más importantes del mundo después de las de Arabia Saudita,
con el propósito de contrarrestar la promesa estadunidense a empresas
de otros países de que participarán en la distribución
del botín petrolero iraquí una vez derribado Saddam Hussein
e instalado en Bagdad un gobierno cliente de Washington.
Esos acuerdos firmados a espaldas de Washington tienden
a crear lazos de intereses entre Bagdad, Moscú y las capitales europeas,
no sólo en oposición a la política de Bush y a su
guerra, sino también en contra del bloqueo que veta a Irak de vender
más petróleo del permitido por la ONU y, por consiguiente,
impide obtener ganancias millonarias a las actuales compañías
concesionarias de la explotación del petróleo iraquí.
Por consiguiente, Bagdad está creando, a la vez,
un frente contra la guerra y contra el bloqueo que lo asfixia.
George W. Bush ha conseguido hasta ahora la ruptura del
aislamiento de Saddam Hussein y ser desmentido incluso por los inspectores
de las Naciones Unidas, además de aumentar las contradicciones con
sus hasta entonces aliados europeos y rusos.
No es poco, y si sigue sumando arrogancia y torpeza es
capaz de convertir a su desprestigiado enemigo en un líder nacionalista
o en un mártir.