"No me interesan las sociedades estupidizadas",
señala la compositora Laurie Anderson
"Abrir las mentes de las personas; en eso reside la
razón de ser artista para mí"
¿Acaso el presidente estadunidense sabe algo
acerca de lo que es el bien y el mal", dice
PABLO ESPINOSA
El año musical 2002 culminará prácticamente
dos semanas antes de que termine el calendario gracias a un acontecimiento
largamente esperado por melómanos y amantes del arte libre. Laurie
Anderson, indefinible, una de las personalidades fundamentales de la cultura
de Estados Unidos. Compañera sentimental de Lou Reed y compañera
de ruta de la pléyade del pensamiento (Andy Warhol, Velvet Underground,
Susan Sontag, la mejor vanguardia neoyorquina), presentará durante
tres noches (13, 14 y 15 de diciembre) un programa especialmente preparado
para el Teatro de la Ciudad.
Antes de viajar a México, concedió una serie
de entrevistas, de las cuales presentamos la primera de ellas. Entre otras
cosas, comprueba, para quienes no la conocían, que no es otra estrella
más del frenesí mercantil en que ha devenido la industria
de la música. Para desconsuelo de los apóstoles del consumo
indiscriminado y de moda, nos visita una antítesis de las estrellas
pop. Llega a México, en cambio, una de las artistas más importantes
de las décadas recientes en la cultura que nace en Nueva York. Con
ustedes, la señora Laurie Anderson.
-Usted ha manifestado que su interés primordial
es crear imágenes que despierten interrogantes en las personas,
¿qué imagen condensaría las muchas preguntas que rondan
a la humanidad hoy día?
-Es una pregunta propicia, porque hubo en mi país
un proceso electoral muy importante con resultados terribles en mi opinión.
Me hizo recordar uno de mis performances, titulado Hapiness
y con un montón de personajes y preguntas, y los personajes eran
reales, entre ellos estaba Andy Warhol. Una de las preguntas era: ¿cómo
defines al enemigo?, lo cual es una de las grandes obsesiones en Estados
Unidos. Y el acto de pensar, el pensamiento no es algo que esté
bien definido en mi país y eso me produce angustia, además,
porque el 11 de septiembre fue algo demasiado grande para nosotros. Cambió
muchas vidas. Fue muy impactante. Para empezar, los estadunidenses no tienen
idea clara de cuál es la verdadera situación mundial, en
ese tema la mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos son más
bien naives, por decirlo de alguna manera. Eso explica, por ejemplo,
que muchos respondan al mundo hoy con esta pregunta: ¿por qué
no nos quieren?, ¿acaso porque somos ricos?, ¿acaso porque
somos libres?
"Esa
actitud evidentemente corresponde a alguien que sólo tiene 12 años
de edad. Una niña rubia a esa edad en la escuela muy bien puede
decir: 'me odian por bonita'. Cuando la realidad es otra: no la quieren
porque es una pendeja (jerk, dice Laurie). Y así persisten
muchas maneras de pensamiento simplista para explicar nuestra sociedad.
Y muchas cosas cruzadas. Y muchas cosas que golpean, como el que en este
momento Estados Unidos tenga un presidente que está completamente
loco (quite out of his mind), y que se le pasa hablando del bien
y del mal. ¿Acaso sabe él algo acerca de lo que es el bien
y el mal? No lo creo. En fin, me parece que vivimos un momento muy interesante
como para que los artistas se comprometan con la sociedad en la que viven."
-Ese presidente dictó que a partir del 11 de septiembre
existe un supuesto "eje del mal" y ahí ubicó a países
que no le son sumisos y a personas pensantes, entre ellos a Susan Sontag
y Noam Chomsky, ¿qué opina usted de esta actitud contra el
pensamiento?
-Tienes razón en que es una actitud contra el pensamiento.
Me parece trágico. Es trágico que la gente no tenga derecho
a expresar sus ideas. Se supone que eso debería ocurrir en Estados
Unidos, país que dice defender la libertad. Lo bueno de esto es
que hay muchas personas en Estados Unidos que, como Sontag, piensan, se
organizan, luchan, a pesar de hechos desconsoladores como las recientes
elecciones, que tiraron al país aún más hacia la derecha.
Eso produce miedo. Pienso en mucha gente que ahora tiene más miedo
que antes de decir lo que piensa y que eso los meta en problemas. Pero
también hay gente que piensa y no tiene miedo. Lo terrible de lo
que está sucediendo, también, es que cada día más
se confunde lo que es propaganda con lo que es política.
"Por eso el trabajo de los artistas, insisto, es sumamente
interesante hoy más que nunca. Porque en el arte no hay reglas,
por lo menos no en el arte que importa realmente. El arte permite observar
el mundo de distintas maneras, no de una sola, como pretende Estados Unidos.
En el arte se usa la mente. En el arte se formulan preguntas. Se piensa.
Para regresar al principio, las preguntas que más me gustan son
del tipo, ¿qué es el arte?"
-¿Aceptaría usted ser incluida junto a Sontag,
Chomsky y el resto de los pensantes en el planeta como parte del "eje del
mal"?
-Nadie podría aceptar una cosa así, porque
no se trata más que de una frase estúpida: "eje del mal".
Quien la hizo no puede ser tomado como una persona valiente, sino como
alguien muy estúpido. Además, no me gusta ser definida por
nadie. Recuerdo una frase del Dalai Lama: tus peores enemigos son tus mejores
amigos, porque te enseñan cosas. Y me pregunto: ¿qué
me están enseñando quienes piensan en un "eje del mal"? Si
lo vemos de cierta manera, en todo caso te estarían enseñando
a no andar tirando palabras así nada más: "bien", "mal",
"bueno", "malo", "no hagas eso", "lo que debes de hacer es esto", etcétera.
Eso no es ayudar a nadie. Son expresiones extremadamente sospechosas. No
me parece tampoco que declararse enemigo del gobierno pueda ser útil
a alguien. Lo mejor es analizar las cosas y realizar acciones que abran
el entendimiento de las personas, no que lo cierren.
"Porque hablar del bien y el mal cierra el entedimiento
de las personas, las agrupa. Como si se tratara de hacernos retroceder
a la época de las cortes, en las que todos se despedazaban entre
sí para escalar posiciones, formaban grupos de amigos y enemigos,
buenos y malos, toda una situación por entero estúpida. Pero
bueno, a quién le interesa eso. A mí, por lo pronto, no me
interesan las personas o las sociedades estupidizadas, lo que me interesa
es crear belleza, abrir las mentes de las personas, en eso reside, entera,
la razón de ser artista para mí. Y si eso cambia el mundo,
qué bueno, pero si yo quisiera cambiar al mundo haría otro
tipo de cosas, que fuesen efectivas en ese sentido, cosas más prácticas,
pero más que cambiar el mundo, a lo que aspiro es todavía
a algo más ambicioso: a cambiar la mente de las personas."
-Todo este estado de cosas, ¿cómo está
repercutiendo en el arte que se produce en Estados Unidos? ¿Cómo
son hoy las condiciones para la creación artística en su
país?
-Varía año con año. Hay ocasiones
en que hay buenas condiciones para la creación y otras en que no.
Debido a que la situación económica actual es difícil,
resulta por consiguiente muy duro para los artistas todo, en particular
emprender grandes proyectos. Al menos en mi caso, se presenta la oportunidad
de incursionar en formatos pequeños. De hecho, aprovechando tu pregunta,
quiero decir que me resulta sumamente sospechosa esta eclosión de
la tecnología que vivimos ahora. Siempre he temido que la tecnología
nos mecanice en lugar de hacernos propicias las cosas. Y ahora todo parece
ser eficiente, muy rápido. Pero no nos detenemos a pensar que la
tecnología también devasta. Gracias a la tecnología
que se ha desarrollado, todo funciona. ¿Funciona para hacer qué?
Nada parece conducir a nada sino es que a más tecnología.
Nos encanta la velocidad. Lo grandioso. Pero no nos percatamos si algo
pierde su sentido, su corazón. He trabajado desde hace muchos años
con tecnología, pero en realidad me interesan los medios modestos,
para no incurrir en lo grandioso, en lo que no tiene corazón, en
lo que no es importante. Para mí no es relevante echar mano de aparatos
muy sofisticados, grandiosos, velocísimos. Me resulta, en cambio,
sumamente interesante tratar de contar una historia que sea realmente buena,
o escribir una melodía hermosa, una melodía simple y pura
que rompa el corazón, eso sería fantástico (ríe
Laurie). Claro, viniendo esto de mí no suena mucho como a una actitud
de una artista de vanguardia o experimental, que a eso corresponde más
mi imagen a la de andar rompiendo corazones con mis melodías, pero
en este momento esto es lo que anhelo artísticamente.
-Ya que cuestionó usted los excesos de la tecnología,
¿cómo puede distinguir la gente hoy lo que es arte de lo
que es mercancía cuando se está sujeto a tal bombardeo de
los media que induce a consumir, no a pensar?
-Esa es una muy buena pregunta, porque si uno va a un
museo hoy día suele encontrarse con un montón de máquinas
haciendo objetos en serie. Y uno se pregunta, ¿de qué se
trata todo esto? Lo interesante es que el papel de los museos adquiere
una responsabilidad y un reto tremendo: presentar arte y distinguirlo de
las máquinas, establecer en el público los criterios artísticos
necesarios y suficientes como para que puedan convivir arte y mercancía,
sin demérito del pensamiento, del entendimiento, del conocimiento
humano. Pero te aseguro que no es mi intención decir cómo
deben ser las cosas, establecer reglas, porque no me parece que resulte
útil. Lo que me gusta es la capacidad de sorpresa de la gente. Hay
muchas cosas extremadamente tecnológicas y simultáneamente
muy gentiles, muy propicias a lo humano. Pero bueno, regresando a la pregunta
anterior: resulta hoy muy difícil hacer arte en Nueva York.
-¿Qué tan difícil resulta para un
artista de Estados Unidos comunicarse realmente con el público de
otros países cuando lo que se conoce generalmente como cultura estadunidense
es sólo imposición de una forma de vida, de vestir, de comer
y no en realidad lo que es la verdadera cultura de Estados Unidos, la parte
pensante de su país?
-Es cierto, pocos distinguen lo que es exportar el arte
de Estados Unidos y exportar hamburguesas. Muchas veces no sólo
es confuso sino que es cierto: muchos productos artísticos estadunidenses
son como hamburguesas, porque son más un producto que un objeto
artístico, son más un estilo que una idea y se supone que
no debes hacer más que consumir para hacer crecer una falsa idea
de ese producto y contribuir a la expansión global de la economía.
No sucede en cambio eso cuando vemos en un museo de Estados Unidos un producto
artístico francés, no sentimos ninguna idea de imposición.
Pero, bueno, lo que estoy expresando es mi propia individualidad y ciertamente
no corresponde a la del estadunidense medio, en todo caso es la de alguien
que vive en Nueva York, una artista urbana que por lo tanto tiene más
cosas en común con personas que viven en Berlín, Londres,
Bonn y espero que también con las de la ciudad de México.