VENEZUELA: GASOLINA AL FUEGO
Al
día siguiente del fracaso del golpe de Estado contra el gobierno
constitucional del presidente Hugo Chávez dijimos que comenzaba
la preparación de otro, ya que ni la oligarquía venezolana,
ni la burocracia sindical corrupta ligada a los partidos tradicionales
ni quienes, desde el exterior, alientan y preparan la eliminación
de Chávez, de su Constitución y de sus leyes sociales, están
dispuestos a cejar en su intento por reconquistar el gobierno para afirmar
su poder, que es muy grande, pero se tambalea. El hecho de que Hugo Chávez
dependa fundamentalmente de lo que decidan los mandos militares -pues su
apoyo popular es vasto pero está desorganizado y desarmado- facilitó
y facilita la preparación de un segundo golpe.
El mismo se ha estado desarrollando por etapas. Primero,
desde hace un mes que en la Plaza Francia de Caracas un grupo de militares
y civiles desafían al gobierno y organizan su derrocamiento, tratando
de incitar a los militares a la acción ante la impunidad de sus
manejos y arengas. Segundo, organizaron una huelga que buscaba, antes que
nada, crear el caos en la economía venezolana, reducir la producción
y la venta de petróleo y, nuevamente y arrojando literalmente gasolina
al fuego de las pasiones, convencer a los militares de que Chávez
es un obstáculo para la normalidad. Tercero, buscaron enfrentamientos,
tener muertos y heridos para sostener que el gobierno es "una tiranía
sangrienta" a pesar de que el mismo ha sido muy cauto y nada represivo,
pues habría que ver qué harían en Estados Unidos si
un grupo de militares desconociera públicamente a sus mandos e incitara
en la plaza a la rebelión contra el gobierno.
Ahora ya tienen a las fuerzas armadas en la calle y los
muertos y heridos que deseaban. Pasaron el Rubicón de sangre. Todo
se resolverá, pues, en los cuarteles, donde los oficiales deberán
decidir si están con el orden y la Constitución o si dan
un golpe de Estado y los soldados y suboficiales deberán discutir
qué hacer si sus mandos quieren obligarlos a cometer una matanza.
Venezuela está dividida: la mayoría más
pobre se moviliza en defensa del régimen, pero la minoría
más rica cuenta con el apoyo de amplios sectores de la clase media
y de las cúpulas de los trabajadores, que achacan a Chávez
un indudable deterioro de sus ingresos y el caos provocado por la oligarquía
y desde las embajadas de Estados Unidos y de España, como en el
golpe anterior.
Se ha llegado así al borde del enfrentamiento entre
diversos sectores de las fuerzas armadas y hasta al borde de una guerra
civil, pues el gobierno deberá defenderse y ordenar la detención
de los militares insurrectos, y eso podría provocar en las fuerzas
armadas reacciones de solidaridad corporativa enfrentadas a otras constitucionalistas
y nacionalistas.
Lo que pasa en Venezuela arroja luz sobre cómo
se prepara, desde Washington, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas
(ALCA) y la restauración de un "orden" colonial amenazado por los
resultados de las elecciones bolivianas, brasileñas, ecuatorianas
y por la creciente oposición en todo el continente al ALCA y a la
política promovida por el Fondo Monetario Internacional.
También muestra que si para apoderarse del petróleo
de Irak la Casa Blanca no vacila en organizar una guerra, para hacer de
Venezuela un proveedor dócil del mismo petróleo y no un activo
miembro de la OPEP, hay gente en Washington que preparará todos
los golpes y las guerras civiles que crea necesarios para lograr los mismos
resultados que obtuvo en Nicaragua, o sea, la aceptación mayoritaria
de una terrible involución social para, supuestamente, escapar de
la guerra y de la crisis permanente.
Es por eso urgente que, en defensa de la democracia, todos
los gobiernos latinoamericanos repudien la preparación de un golpe
de Estado en Venezuela y exijan de las potencias internacionales -en primer
lugar, de Estados Unidos- que declaren que no reconocerán ningún
eventual gobierno golpista y que lo aislarán y repudiarán
para poder pronunciar sin rubor las palabras legalidad y democracia.