Víctor Flores Olea
De libertades y provocaciones
No, nada de lo que tiene que ver con las libertades de
expresión, que en definitiva son libertades para decidir la vida,
es secundario. Esas libertades deben ser defendidas a toda costa, en cualquier
lugar y ocasión. Así, es una lástima que durante el
desarrollo de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara se
haya producido un incidente que, con exageración en las versiones
publicitarias, ha dado la impresión de que en ese evento cultural
se han producido actos atentatorios contra las libertades de expresión
y palabra.
Casi resulta inútil volver sobre el prestigio nacional
e internacional que ha cobrado la FIL: en esto coinciden autores y editores
de muchas partes del mundo. Sin duda, es un logro de la Universidad de
Guadalajara y de los organizadores de la feria que esta muestra se haya
convertido en un evento ya fundamental de las letras en español,
y más allá.
El hecho de que Cuba haya sido este año el país
invitado especial creaba potencialmente el ''peligro" de que se presentaran
confrontaciones más allá de las naturales polémicas
literarias y científicas. En cierta forma resultaba inevitable.
Pero debe decirse con la mayor energía que afirmaciones como el
de que la feria ha sido ''secuestrada" por Cuba o que ''funcionarios castristas
actúan impunemente en México, dentro de una feria librera",
resultan absolutamente fuera de la realidad. No son simples exageraciones:
carecen de cualquier sustento efectivo en los hechos.
Yo mismo he estado presente en la FIL este año,
invitado por la Universidad de Guadalajara a participar en su programa
de ciencias sociales, y debo decir que en ningún momento ni ocasión
se expresó ese ''secuestro" o actuación ''impune" de funcionarios
cubanos, y mucho menos que pusieran en peligro las libertades en que ha
de fundarse todo evento cultural. Sí, claro, las habituales polémicas
y controversias, pero de ninguna manera un ''clima", ''consigna" o ''decisión"
de quitarle a la feria su carácter libre; al contrario, desde luego
por los organizadores y responsables, la clara decisión de mantener
como siempre el ambiente académico de libertades que tradicionalmente
ha caracterizado a la feria.
Incluso debo decir que, en lo personal, me pareció
''exagerado" el cuidado y respeto que en todo momento los funcionarios
e intelectuales cubanos asumieron durante la feria. Respetuosos porque
se trata de gente civilizada e inteligente, y porque Cuba reconoce la importancia
de que una institución cultural mexicana como la FIL la haya invitado
este año en el lugar de honor. Siempre, como ahora, se trata de
una invitación oficial (en años anteriores, por lo que recuerdo,
lo fueron Brasil, España, Chile), que se ha traducido en la presencia
de un número importante de representantes de las letras y las ciencias,
y también de la música, la danza, las tradiciones populares.
Como cualquier otro gobierno, el cubano seguramente tiene fallas, de lo
que resulta difícil acusarlo es de estupidez.
Todas las versiones que me preocupé en recoger
sobre el incidente de la presentación de Letras Libres apuntan
a que, en realidad, se trató de un grupos de jóvenes mexicanos
y tal vez de otros países latinoamericanos, que habían asistido
a una reunión paralela en Guadalajara y que finalizó precisamente
el día anterior. Nada pues ni ''preparado" ni ''montado" anticipadamente,
sino más bien el resultado de un ''espontaneismo" que es a todas
luces condenable por sus ribetes agresivos y que, en efecto, para quienes
lo sufren difícilmente hay otra lectura que la de la agresión
intolerable.
Pero resulta punto menos que grotesco acusar del incidente
a los organizadores de la feria o a los ''funcionarios" cubanos. Y mucho
menos cuando ya existe un ''confeso", que es el director de Seguridad Pública
de la Delegación de Coyoacán, que ha dimitido de su cargo
precisamente por haber participado en (¿y dirigido?) esas conductas
lamentables. Comportamientos que sitúan al personaje, aparentemente,
entre los más ''escandalosos" saboteadores del evento. En efecto,
la intolerancia de personajes como éste no le hizo ningún
bien a la feria ni a la causa de la solidaridad con Cuba que han alegado.
Ni, por supuesto, a quienes siempre estamos dispuestos a discutir civilizadamente,
y con la razón primero, las inevitables diferencias en muchos campos.
Repito: invariablemente han de defenderse las libertades
de expresión y pensamiento, inclusive la libertad de presentar textos
críticos al país invitado a una feria del libro. Por cierto,
en un boletín de prensa, Raúl Padilla, presidente del comité
organizador, aclaró que a la revista Letras Libres y a sus
editores se les proporcionaron todas las facilidades para presentar su
publicación. No podía ser menos, y desde luego habrá
que repetir incansablemente que, por arriba de cualquiera otra consideración,
la defensa de las libertades de expresión y manifestación
de las ideas es algo que nadie, ni tirios ni troyanos, han de declinar
o disminuir.
Pero tampoco deben sesgarse ni distorsionarse los hechos
hasta el punto de que un incidente, digamos ''normal", aunque lamentable,
en el mundo académico, se intente convertir en un ''caso" político.
La intolerancia y las torceduras de la verdad, de donde vengan, son la
madre de todas las violencias y arbitrariedades que en el mundo han sido.
Investigador de la UNAM