Para ser efectiva y real, la crítica
debe traducirse en participación, opina
Nunca en Cuba el dogmatismo congeló la Revolución:
Ubieta
Mientras no se apague esa llama será posible
combatir el orden que se impone al mundo, dice
El director de la Cinemateca de la isla presenta en
la FIL de Guadalajara dos de sus libros
ARTURO GARCIA HERNANDEZ ENVIADO
Guadalajara, Jal., 6 de diciembre. Desde los años
80 ingresó en la vida intelectual cubana la generación nacida
a finales de los 50 y los 60 que -afirma el académico Enrique Ubieta
Gómez- combatió el dogmatismo ideológico: ''Nunca
en Cuba el dogmatismo congeló la Revolución, pero hubo espacios
dogmáticos y nosotros los combatimos. Si lo hicimos, fue por una
razón elemental: éramos más cultos. No lo digo con
vanidad, sino como explicación de un trabajo que es resultado propio
de una Revolución. Era una norma generacional, nuestra óptica,
al ser más culta, fue también antidogmática".
Ubieta (La Habana, 1958) fue uno de los intelectuales
cubanos que increpó a los presentadores de la revista Letras
Libres el domingo pasado. Se encuentra en la Feria Internacional del
Libro (FIL) de Guadalajara presentando dos volúmenes, La utopía
rearmada y Vivir y pensar en Cuba, compilación de ensayos
de 16 autores cubanos ''nacidos con la Revolución, que reflexionan
sobre el destino de su país". Egresado de la Facultad de Filosofía
de la Universidad de Kiev, Ucrania; ex director del Centro de Estudios
Martianos (1994-1998), y actual director de la Cinemateca de Cuba, Ubieta
defiende en entrevista la vigencia de las utopías y evalúa
el papel de su generación en el proceso revolucionario cubano.
Novedoso internacionalismo
La
utopía rearmada surge del recorrido que hizo entre 1999 y 2000
por los cuatro países más pobres de América Latina:
Guatemala, Honduras, Nicaragua y Haití, donde médicos cubanos
realizaban una labor solidaria en poblaciones que carecían de asistencia
médica: ''Me propuse no sólo testimoniar esa manera nueva
de hacer internacionalismo, sino analizar los porqués históricos
que ocasionaban esa situación de pobreza e imbricarlos en una obra
que fuera, digamos, polifónica".
-¿Cuál es su conclusión después
de hacer este trabajo?
-Que con pocos recursos económicos, cuando hay
voluntad política, se puede hacer mucho por la salud y la dignidad
del hombre. Sólo una revolución es capaz de concebir y realizar
un programa humanitario que abarque realmente todas las esferas posibles
y se centre en los más pobres. Comprendí las razones históricas
que tuvieron esos países para entrar en guerra interna: las utopías
no se desarman, no hay utopía desarmada, la utopía es como
el horizonte: uno siempre se acerca a ella y siempre está lejos.
Dice Eduardo Galeano que las utopías nos sirven para seguir caminando,
para seguir soñando.
-El título llama la atención porque recuerda
el libro de Jorge G. Castañeda, La utopía desarmada.
-No es la respuesta a un libro, es la respuesta a un concepto.
Pensar que es posible desarmar la utopía; siempre estará
presente en las esperanzas de la gente. La revolución no ha muerto,
pasó el siglo XX, sigue viva y mientras no se apague esa llama seguirá
habiendo la posibilidad de que exista una alternativa al orden que hoy
se impone al mundo.
-¿De qué manera lo que propone en sus libros
se confronta con lo expuesto hace unos días por la gente de Letras
Libres?
-Son dos formas distintas de ver el mundo. Una enarbola
un ideal, lucha por él, sabe que su realización concreta
es imperfecta, pero también que es perfectible, y entrega toda su
vida a la perfección de ese ideal. La otra es una visión
pesimista que intenta corroer el ideal, no ofrece alternativa porque no
la tiene e intenta, sencillamente, estancar la historia. Son dos visiones
contrapuestas de la vida. Para mí la vida es participar en una obra
colectiva en la que creo y que es fundamentalmente por el bien de los hombres
y mujeres de mi país o de cualquier otro.
-¿Cómo se distingue la crítica, siempre
necesaria, del intento de destruir una revolución?
-Por su carácter participativo. Nosotros somos
una generación que surgió al ruedo intelectual con un enfoque
crítico y nos enorgullecemos de eso. Obviamente nuestro punto de
partida fue diferente al de nuestros padres y, por tanto, tenemos un horizonte
distinto. Pero la crítica verdadera, para no citar la frase de Martí
de que la crítica es el ejercicio del criterio y que sólo
era viable y efectivo a partir del amor. Para mí la crítica,
para ser efectiva y real, es participación. Pero prefiero creación,
porque ésta contiene a la crítica y la supera. Estoy inmerso
en un trabajo que es perfectible, si no estoy de acuerdo con algo intento
transformarlo en el propio terreno, entonces mi crítica se convierte
en creación. Los 16 autores de los textos de Vivir y pensar en
Cuba nacimos con la Revolución, tenemos una visión crítica
participativa, vivimos y trabajamos en Cuba y cotidianamente enfrentamos
dificultades y errores normales de cualquier sociedad en transformación.
Liderazgo antidogmático
-¿Cuáles son los señalamientos críticos
de su generación?
-Creo, y lo digo con orgullo, que nosotros despertamos
a la vida intelectual cubana, no la alta sino la cotidiana, sí la
de las instituciones docentes que quizá estaba un poco adormecida,
había personas que se habían acomodado. Nosotros las despertamos
con nuestra manera de entender las cosas, trajimos una visión más
individual, no individualista, puesto que la Revolución no era algo
que de pronto se interponía en nuestras vidas, sino que era nuestra
propia vida. No la asu-míamos ni con consignas ni con explicaciones
tajantes, sencillamente estábamos conscientes de que donde quiera
que estuviésemos estaba la Revolución. Trajimos una visión
más culta de la realidad, más compleja.
-¿Es una generación de ruptura antidogmática?
-Creo que sí, aunque hay que decir que nunca el
dogmatismo congeló la Revolución. Hubo espacios dogmáticos
y los combatimos, pero siempre hubo una llamita encendida que mantuvo viva
la Revolución, porque hay revoluciones que mueren de congelamiento,
se petrifican. La Revolución Cubana tuvo la suerte de contar con
un liderazgo realmente antidogmático, lo que no excluye que en ciertos
niveles de dirección sí germinó cierto dogmatismo
que pudo haberla revocado. Llegamos en un momento oportuno y combatimos
ese burocratismo.
-¿Qué opina de las manifestaciones que vimos
en la presentación de la revista Letras Libres, en las cuales
también intervino?
-¿A que manifestaciones te refieres? ¿A
ambas partes?
-A ambas partes.
-En primer lugar pienso que ese número específico
de la revista, que sí leí, fue montado sobre una provocación
política. Concedo, incluso, la libertad de cada uno de los autores
de pensar como lo deseen, pero es que la revista contiene mentiras, lugares
comunes, insultos, que no son nada científicos. En la prensa se
dice que se opusieron consignas a ideas, pero también hubo estereotipos,
mentiras y en algunos casos posiciones agresivas hasta con el público.
Yo hubiera preferido una respuesta más sosegada, pero la sala estaba
llena también de mexicanos y hubo afirmaciones agresivas que fueron
respondidas por las personas que estaban allí. Llegados a ese punto,
era difícil establecer el diálogo normal que quizá
hubiera sido posible. Pero, repito, la provocación vino en primer
lugar de los ponentes.