Según su declaración ministerial su cómplice perpetró los crímenes
Niega Orlando Magaña haber asesinado a los Narezo Loyola
Dice que Jorge Esteban lo amenazó con matarlo y a su familia si no hacía lo que le pedía
Admite que robó la casa de sus vecinos, los amagó y sometió, y sacó dinero de cajeros
SUSANA GONZALEZ G.
Orlando Magaña Dorantes, consignado el lunes pasado en el Reclusorio Preventivo Oriente por el delito de homicidio múltiple en la colonia Toriello Guerra de la delegación Tlalpan, admitió casi todo, menos haber ultimado a los cinco integrantes de la familia Narezo Loyola y a dos empleadas domésticas.
Dijo que aceptó la propuesta que le hizo Jorge Esteban (cuyos apellidos y dirección dijo desconocer) para robar la casa de sus vecinos; que amagó y sometió a cada uno de los Narezo Loyola, a las dos sirvientas y al amigo del hijo mayor; que hizo retiros de dinero con dos tarjetas bancarias de las víctimas
Sin embargo, sobre su participación en el séptuple homicidio responsabilizó totalmente a su cómplice, según quedó asentado en su declaración ministerial ante la Fiscalía de Homicidios de la Procuraduría capitalina.
Reconoció que tampoco trató de impedir que Jorge Esteban -el vendedor de refacciones al que conoció por Ricardo Narezo padre- ejecutara a sus víctimas, porque lo amenazó con matarlo y a toda su familia si no seguía las indicaciones, según declaró ante el Ministerio Público.
Los delincuentes ya se habían apoderado de dinero en efectivo, tarjetas de crédito y facturas de varios vehículos -entre ellos el Jetta en el que huyeron-, pero en lugar de abandonar la casa Jorge Esteban le ordenó a Orlando Magaña que subiera a una de las recámaras del primer piso a las personas, que permanecían amarradas y amordazadas en la planta baja.
Así lo hizo Magaña Dorantes y el primero en ser ejecutado fue el padre, pero Orlando aseguró que no se percató de lo que hizo Jorge, porque la puerta estaba semicerrada y el televisor a todo volumen, aunque alcanzó a escuchar ruidos, gritos y al menos un balazo. Luego de que vio al dueño del taller mecánico tirado bocabajo en el piso y con sangre en la cabeza, Jorge Esteban le dijo que subiera a Diana Narezo, la niña de 10 años de edad, a lo cual Magaña trató de negarse, pero su cómplice le dijo que si no lo obedecía lo mataría.
Por la escalera fueron subidos entonces, indefensos porque estaban amarrados de las manos con cordones de las cortinas, Diana; enseguida su hermana Andrea, quien fue traída de la casa de unos amigos por Orlando y Ricardo Narezo hijo; luego la señora Diana Loyola y por último las dos trabajadoras domésticas. Orlando no subió a la recámara a Ricardo Narezo y su amigo; los sacó al jardín de la casa, donde Jorge Esteban les disparó.
Ambos criminales abandonaron el domicilio de los Narezo Loyola en un Jetta. Además de las facturas y el dinero en efectivo llevaron consigo una bolsa negra donde guardaron un bate, así como las cuerdas y la cinta canela que usaron para amarrar a sus víctimas. Orlando todavía hizo una escala en su casa para cambiarse de ropa y luego recorrieron varias calles de la ciudad hasta llegar a la glorieta de Vaqueritos, en Periférico Sur, donde se separaron.
Ahí Jorge Esteban le dijo a Orlando que se llevara el Jetta y el teléfono celular, propiedad de la señora Diana. Luego de manejar durante varias horas por la ciudad, en la mañana del sábado habló a su padre, Jorge Magaña, para explicarle su ausencia de la casa, pero cuando éste lo apremió a presentarse en su domicilio porque, según dijo, "pasó una desgracia", Orlando colgó.
Antes de proseguir su huida Magaña Dorantes todavía visitó a su novia en la delegación Iztapalapa y cuando ella le preguntó de quién era el coche que manejaba, él le aseguró que lo acababa de comprar. Luego viajó a Oaxaca y cruzó hacia Guatemala, donde permaneció unos días, y decidió regresar a la ciudad de México y habló por teléfono con su hermana utilizando, otra vez, el celular de Diana Narezo.
Al llegar a la capital se hospedó en un hotel ubicado en Río Churubusco y Tezontle -en las inmediaciones del estacionamiento donde abandonó el Jetta junto con el celular- y desde ahí habló con su madre para decirle que estaba desesperado, que ya no aguantaba y se iba a entregar. Poco después llegó la Policía Judicial a detenerlo, todo de acuerdo con las declaraciones ministeriales que hizo entre el sábado y domingo pasados en la Fiscalía de Homicidios de la PGJDF.