Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 3 de noviembre de 2002
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Cultura
Bodypainting de Jorge Díaz con motivo del Día de Muertos

Ni los peores monstruos causaron tantos alaridos como los cuerpos desnudos

ANGEL VARGAS

Bastó la presencia de un par de cuerpos femeninos desnudos para hacer de la noche un gran éxito. Ni el estruendoso punchis punchis del diyei, ni un par de zanqueros con disfraces alusivos a las fiestas de muertos, ni los espectaculares reflectores de alta potencia que iluminaban la calle habían sido capaces de convocar a tanta gente como en ese momento en que aparecieron las modelos sobre un templete sin más vestimenta que el frío de la noche, la mirada lúbrica de varios espectadores y, ¡ah!, una diminutísima tanga.

En primera fila: el mismísimo demonio, la escalofriante llorona y la temible muerte. Tan sólo unos minutos más tarde, sin embargo, deberán irse a dormir por órdenes de sus respectivos padres: es muy de noche para seguir pidiendo quinto a la calavera, además la temperatura baja cada vez más y los disfraces no son del todo abrigadores.

Su intempestiva partida, empero, no se resiente, pues su lugar es ocupado prestamente por una decena de "acólitos del diablo", como se denomina en La Familia Burrón a los guardianes del orden, quienes se toman un relax de la vigilancia nocturna y aprovechan para darse un largo taco de ojo y hasta tiempo para tomar fotografías.

Casi da la medianoche del viernes y siguen llegando curiosos a la esquina de Isabel la Católica y República de Uruguay, en el centro de la esmógpolis. Son ya casi 200 personas las congregadas por ese sui generis espectáculo en el que dos Venus tropicales están siendo transformadas en cuadros vivientes por las manos del pintor Jorge Díaz. Un bodypainting en vivo con motivo de las pachangas para los difuntos, organizada por la Fundación del Centro Histórico, en colaboración con la Universidad del Claustro de Sor Juana, la Fundación Telmex y diversas dependencias del gobierno capitalino.

El punchis punchis sigue sonando, estruendoso. Hombres, mujeres, niños y niñas llegan y se van. Una mayoría anónima, sobre todo masculina, permanece impasible, a ver si las damas terminan de encuerarse. Disfraces por doquier y la nacional petición del quinto a mi calavera se mezcla con la neoliberal demanda del jalogüin.

Ya es sábado, el artista termino su trabajo y las dos modelos son ahora "ánimas en pena": una parece ahora rompecabezas humano y la otra una mujer pájaro. Cerca de la una de la madrugada siguen deambulando por esa céntrica esquina de la ciudad diablos, lloronas, dráculas, muertes y alguno que otro borracho que ha salido de un antro cercano. En el Zócalo toca, en tanto, Santa Sabina. 

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