Bodypainting de Jorge Díaz con
motivo del Día de Muertos
Ni los peores monstruos causaron tantos alaridos como
los cuerpos desnudos
ANGEL VARGAS
Bastó
la presencia de un par de cuerpos femeninos desnudos para hacer de la noche
un gran éxito. Ni el estruendoso punchis punchis del diyei,
ni un par de zanqueros con disfraces alusivos a las fiestas de muertos,
ni los espectaculares reflectores de alta potencia que iluminaban la calle
habían sido capaces de convocar a tanta gente como en ese momento
en que aparecieron las modelos sobre un templete sin más vestimenta
que el frío de la noche, la mirada lúbrica de varios espectadores
y, ¡ah!, una diminutísima tanga.
En primera fila: el mismísimo demonio, la escalofriante
llorona y la temible muerte. Tan sólo unos minutos más tarde,
sin embargo, deberán irse a dormir por órdenes de sus respectivos
padres: es muy de noche para seguir pidiendo quinto a la calavera, además
la temperatura baja cada vez más y los disfraces no son del todo
abrigadores.
Su intempestiva partida, empero, no se resiente, pues
su lugar es ocupado prestamente por una decena de "acólitos del
diablo", como se denomina en La Familia Burrón a los guardianes
del orden, quienes se toman un relax de la vigilancia nocturna y aprovechan
para darse un largo taco de ojo y hasta tiempo para tomar fotografías.
Casi da la medianoche del viernes y siguen llegando curiosos
a la esquina de Isabel la Católica y República de Uruguay,
en el centro de la esmógpolis. Son ya casi 200 personas las
congregadas por ese sui generis espectáculo en el que dos
Venus tropicales están siendo transformadas en cuadros vivientes
por las manos del pintor Jorge Díaz. Un bodypainting en vivo
con motivo de las pachangas para los difuntos, organizada por la Fundación
del Centro Histórico, en colaboración con la Universidad
del Claustro de Sor Juana, la Fundación Telmex y diversas dependencias
del gobierno capitalino.
El punchis punchis sigue sonando, estruendoso.
Hombres, mujeres, niños y niñas llegan y se van. Una mayoría
anónima, sobre todo masculina, permanece impasible, a ver si las
damas terminan de encuerarse. Disfraces por doquier y la nacional petición
del quinto a mi calavera se mezcla con la neoliberal demanda del jalogüin.
Ya es sábado, el artista termino su trabajo y las
dos modelos son ahora "ánimas en pena": una parece ahora rompecabezas
humano y la otra una mujer pájaro. Cerca de la una de la madrugada
siguen deambulando por esa céntrica esquina de la ciudad diablos,
lloronas, dráculas, muertes y alguno que otro borracho que ha salido
de un antro cercano. En el Zócalo toca, en tanto, Santa Sabina.