Angeles González Gamio
Personaje fascinante
Este año se cumplen 700 del nacimiento del rey Nezahualcóyotl, quien ha pasado a la historia como insigne poeta, filósofo, arquitecto y con una faceta de guerrero poco conocida, que no deja de asombrar cuando se conocen sus hazañas militares, que lo llevaron a recobrar el reino de Texcoco, que le fue usurpado violentamente a su padre, Ixtlixóchitl, tras un terrible acoso por parte de Tezozomoc, gobernante de Azcapotzalco. En la batalla final, antes de perder la vida, el gobernante heredó el reino al joven Nezahualcóyotl, a quien conminó a recuperarlo y vengar su muerte. El salvó la vida escondido en un árbol frondoso, desde donde presenció el asesinato de su progenitor.
A lo largo de 14 años vivió una serie de aventuras dignas de una novela épica, que lo llevaron a ser finalmente entronizado como señor de Texcoco, durante solemne ceremonia en la que fue investido por Izcóatl, señor de México-Tenochtitlan. El historiador José Luis Martínez, en una sabrosa semblanza del rey poeta que publicó el Fondo de Cultura Económica (FCE), nos describe la ceremonia: "Primero se vistió al príncipe con una ropa real de algodón azul, se le calzó con unas cutaras también azules y se le puso en la cabeza, como insignia real, una venda del mismo color, más ancha hacia la frente... Con estos hábitos, el príncipe se dirigió al templo de Tezcatlipoca acompañado de todos los grandes y principales del reino y por los reyes de México y de Tacuba. Llegado en presencia del ídolo, desató su manto para quedar desnudo frente a él y recibió un incensario, con el que sahumó con aromas de copal al dios y hacia las cuatro direcciones cardinales".
Es una visión realmente impactante imaginar al joven y hermoso guerrero desnudo, en lo alto del templo sahumando a los vientos. A continuación nos relata don José Luis los discursos profundos y conmovedores, que despiertan el deseo de que nuestros actuales gobernantes los conocieran e hicieran suyos. Destacan la entrega, modestia, honestidad, sabiduría, prudencia; le dicen los ancianos nobles: "No penséis, señor, que el estrado real y el trono es deleitoso y placentero; no es sino de gran trabajo y de mucha penitencia..."
Por su parte, en otra semblanza de Nezahualcóyotl, que acompaña las de otros humanistas de Mesoamérica, que publica asimismo el FCE, Miguel León Portilla nos da a conocer su "casi proverbial sabiduría como forjador de cantos, como maestro versado en todas las artes y como profundo conocedor de las cosas ocultas. Se reiteran también los relatos en los que se da cabida incluso a presagios y portentos en torno de lo que llegó a ser su actuación". En el centro de la obra está el interesante análisis que hace don Miguel de la poesía y el pensamiento del noble texcocano, a través del cual descubre varios temas centrales, que se entrelazan espontáneamente y siguen lo que en rigor puede llamarse una cierta forma de secuencia lógica. Sus comentarios se intercalan con fragmentos de la poesía que alcanza con ellos otra dimensión.
Los diversos aspectos que nos presentan los dos ilustres historiadores permiten tener una visión muy completa de la vida y el alma de Nezahualcóyotl y de la sociedad en la que se desenvolvió. Nos embelesamos con su poesía, así como con la descripción de los palacios, templos, jardines, zoológico, atuendos, costumbres, comidas, artes... Queda muy claro por qué se ha dicho que Texcoco era la Grecia de Mesoamérica, ya que además de ser un centro de irradiación cultural, con un archivo impresionante, tenía la colección más importante del mundo indígena de libros pintados, que contenían anales históricos, cronologías, genealogías, leyes, ritos y ceremonias religiosas, oraciones, fórmulas mágicas, calendarios adivinatorios y descripciones de dominios y tributos.
Comenta Muñoz Camargo y Boturini: "Era a Tetzcuco donde los señores de la tierra enviaban a sus hijos para aprender lo más pulido de la lengua náhuatl, la poesía, la filosofía moral, la teología, la astronomía, la medicina y la historia".
Habría muchísimo más que decir, pero por falta de espacio no nos queda más que recordar a ese personaje fascinante degustando algunos platillos cuya esencia nos legó su rica cultura. Se me ocurren unas flores de calabaza rellenas, finamente empanizadas, conocidas como indias vestidas, y a continuación un buen molli, como llamaban nuestros antepasados indígenas a esas suculentas salsas ahora enriquecidas con ingredientes de ultramar que constituyen nuestros maravillosos moles: negro, poblano, amarillo, verde, coloradito, y una infinidad que preparan regionalmente. El lugar: Los Gallos-Centenario, en la calle Cuba 76, con deslumbrante decoración y buen servicio.
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