Concierto de la Kremerata Báltica esta
noche en la Sala Nezahualcóyotl
Kremer: la música es una institución
democrática y la fama es un veneno
Asume el violinista letón que su misión
consiste en servir al arte sonoro
El mercado tiene un significado negativo y el artista
debe ignorarlo, sustenta
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
La música es materia viva, no pieza de un museo
de cera. Con esta certeza Gidon Kremer logra el equilibrio entre las obras
de compositores clásicos y contemporá-neos, primero como
uno de los grandes violinistas del mundo y, desde 1996, como director de
la Kremerata Báltica Chamber Orchestra, que se presenta por vez
primera en el país con un repertorio que une a Gustav Malher y Franz
Schubert con Alfred Schnnitke y George Enescu.
Kremer, en entrevista con La Jornada, expresa:
''Trato de equilibrar el pasado con el presente, lo conocido y lo desconocido
para cumplir una misión: servir a la música". No cree en
la fama ni en el mercado musical y apuesta por los intérpretes jóvenes,
porque a ellos corresponde defender la música en nuestros días.
Gracias a esa confianza asumió su mayor riesgo: ''Reunir a una orquesta
como la Kremerata Báltica y no saber qué es lo que va a pasar.
Ese fue uno de los riesgos más afortunados en mi vida".
El violinista (Riga, Letonia, 1947) es autor de varios
libros sobre su experiencia personal y musical, entre ellos Splendors
of childhood, Obertèone y uno más en preparación
con el título provisional Between worlds. Fundó la
Kremerata Báltica en 1996 con jóvenes músicos de Estonia,
Lituania y Letonia, países que se separaron a principios de los
90 de la entonces Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas.
La agrupación estaba integrada por 24 músicos y ahora ese
número aumentó a 50; ofreció su primer concierto el
9 de febrero de 1997, año en el que el violinista celebró
cinco décadas de vida.
''Probablemente pude tener menos responsabilidad con los
jóvenes músicos y estar más cómodo siendo solista
y dándole mi experiencia a otras orquestas. Pero la Kremerata Báltica
es para mí una especie de obligación con el futuro. Es compartir
con un grupo de personas lo que soy, lo que la música puede ser.
Es más gratificante enfocarse en un pequeño grupo que haciendo
lo mismo, solo, alrededor del mundo. El 50 por ciento de mi tiempo lo dedico
a la Kremerata y el resto a otras agrupaciones, y en ambos casos, toco
la música que me llena", añade.
Admiración por Piazzola
A
lo largo de su carrera, en la que ha grabado decenas de discos, Gidon Kremer
se ha convertido en uno de los principales promotores de la música
contemporánea y de los compositores casi desconocidos. Uno de sus
descubrimientos son las obras del rumano George Enescu, a quien considera
uno de los mejores compositores del siglo XX, aunque poco valorado.
Más que una decisión, interpretar a los
contemporáneos ''es una herencia. Mi abuelo estaba interesado en
la música nueva. Mi maestro David Oistrakh creía que había
muchos buenos compositores en el siglo XX". Hay quienes eligen sólo
a los clásicos, ''pero yo trato de tener un equilibrio". Como parte
de ese balance, que incluye también a autores de diversas partes
del mundo, Kremer es reconocido por sus interpretaciones de las obras del
bandoneonista argentino Astor Piazzola (1921-1992) a quien en 1997 dedicó
la gira mundial Hommage à Piazzola.
''Me enamoré de Piazzola como personaje, como compositor,
y me encontré a mí mismo como en casa dentro de los sentimientos,
la nostalgia y las emociones de sus piezas extremadamente apasionadas.
No traté de ser mejor que él y su grupo o de imitarlos porque
los admiro muchísimo. Su obra es algo que está cerca de mí",
subraya el fundador del festival de música de Lockenhouse, Austria.
Convencido de que un intérprete debe hacer lo que
le gusta sin importar si vende o no, enfatiza: ''El mercado tiene un significado
negativo y un artista debe ignorarlo. Siento pena por los músicos
a los que sólo les interesa la fama porque se traicionan a sí
mismos. Tal vez les guste ser famosos, el dinero que se gana o tener nubes
de seguidores, pero la fama es un veneno. Lo lamento por los músicos
jóvenes que creen que el veneno les ayudará a vivir.
''Creo en la música como una institución
democrática. La Kremerata es una de esas instituciones, pero también
creo que dentro de una institución democrática de músicos,
de artistas, es imposible gustarles a todos o que todo nos guste. Debemos
tomar decisiones y la democracia implica tomar decisiones, aunque algunas
sean duras y nos dejen solos frente a la mayoría."
Reflexivo, expresa que ser artista conlleva una vida solitaria:
''Puedes estar con tus compañeros, con tus colegas, el público
también te da una inyección de apoyo. Pero el verdadero apoyo
sólo se puede encontrar en la grandeza de la música que es
más fuerte que cualquier éxito o derrota. En mi juventud,
por ejemplo, tenía una idea más romántica de lo que
significaba viajar en los días festivos".
Violinista desde los cuatro años, Kremer ha visto
transformarse también su concepción de la música.
''Tal vez el cambio más importante es que cuando era joven la música
era un vehículo para sobrevivir y ahora como sobreviviente debo
decir que sólo espero tener más años y energía
para servir a la música. Soy un viajero y mi casa es la Kremerata
Báltica, proyecto en el que estoy inmerso con mi conocimiento, mi
experiencia y mis sentimientos."
La Kremerata Báltica Chamber Orchestra se presentó
anoche en el Palacio de Bellas Artes, y hoy a las 20: 30 horas ofrece un
último concierto en la Sala Nezahualcóyotl con obras de Karl
Amadeus Hartmann, Gustav Mahler, Alfred Schnittke y Franz Schubert en lo
que conforma un programa ''con estructura, coherencia y espíritu
propios". Kremer muestra, una vez más, su compromiso con lo clásico
y lo contemporáneo.