El primer ministro israelí intenta conquistar el voto de los judíos de origen ruso
La guerra en Irak, eje de la reunión entre Putin y Sharon
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 30 de septiembre. El tema de la guerra en Irak dominó la reunión que mantuvieron hoy en esta capital el presidente Vladimir Putin y el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, quien vino con la mira puesta más en ganar el voto de los judíos de origen ruso para su eventual relección que en una solución al conflicto palestino-israelí.
Poco antes de tomar el avión que lo trajo a Moscú, Sharon cedió a la fuerte presión de Estados Unidos, empeñado en impedir que Rusia usara su visita para demostrar que ejerce influencia real en Levante, y aceptó "suavizar" el asedio a la residencia oficial en Ramallah del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat.
Con ello, una carambola política de varias bandas, el jefe del gobierno israelí realizó un gesto de aparente flexibilidad hacia los palestinos, pero también evitó renovadas críticas de parte del mandatario ruso, que ya había denunciado "el empleo desproporcionado de la fuerza" en el acoso a Arafat.
Ahora la orden de retirar (unos metros) los tanques en Ramallah hasta le mereció a Sharon una felicitación de Putin. "Sé lo difícil que es tomar una decisión semejante", le dijo.
El visitante israelí se propuso defender ante el anfitrión ruso la urgencia de derrocar al régimen de Saddam Hussein. Para ello se hizo acompañar de Ephraim Halevy, jefe del servicio de espionaje Mossad, que acaba de ser designado director del Consejo Nacional de Seguridad de Israel, considerado el compilador de un expediente sobre los sistemas de armamento de destrucción masiva que están en posesión de Bagdad y de Teherán, según Tel-Aviv.
Al mismo tiempo, la actitud de Rusia e Israel hacia los países del llamado "eje del mal" es diametralmente contraria en función de los intereses económicos del primero y de los añejos agravios territoriales y religiosos que enfrentan al segundo con Irak, Irán y en general con los países árabes.
Sería ilusorio, por tanto, imaginar que Putin o Sharon se fijaron como objetivo de su encuentro hacer cambiar de opinión al otro. Ni Rusia, con una red de espionaje propia, necesita informes secretos del Mossad, ni Israel, por instinto de supervivencia, va a dejar de alinearse con Estados Unidos.
Israel asumió como propio el ultimátum contra Irak que promueve el gobierno de George W. Bush en el Consejo de Seguridad de la ONU y solicitó a Rusia interceder ante los países árabes que apoyan a las milicias islámicas radicales de Hezbollah, que siguen atacándolo desde el vecino Líbano.
Rusia, por su parte, insistió en la necesidad de propiciar una solución "política y diplomática", para lo cual es indispensable el regreso a Irak de los inspectores de armas de la ONU.
Mientras Putin y Sharon conversaban en el Kremlin, la cancillería rusa emitió un duro comunicado que lamenta los bombardeos de Estados Unidos y Gran Bretaña en la zona de exclusión aérea de Irak, justo cuando empezaba en Viena una reunión de representantes de Bagdad y funcionarios de la ONU para discutir cómo será el procedimiento para reanudar las inspecciones de armas.
Para Moscú, estos bombardeos "sobrepasan las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU" y "agravan la situación, al dificultar la búsqueda de una solución por medios políticos".
Este martes, Ariel Sharon cumplirá un intenso programa relacionado con la agenda bilateral. El electorado de origen ruso, más de un millón de personas que emigraron de la antigua Unión Soviética en los años setenta y ochenta, aporta un nada desdeñable 20 por ciento del voto en Israel.