CUBA Y MEXICO: ¿RUPTURA?
El
hasta ayer embajador de México en Cuba, Ricardo Pascoe, marcó
su despedida del cargo y de la isla con una carta abierta al presidente
Vicente Fox, en la que advierte la inminencia de una "ruptura de facto"
en las relaciones entre ambos países, critica duramente el "golpe
de timón" efectuado por el actual gobierno mexicano en la política
hacia la nación caribeña y señala que la presencia
de México en Cuba "es un factor geopolítico crucial para
la estabilidad de la cuenca del Caribe y el golfo de México".
Por lo que hace a las acusaciones de la Secretaría
de Relaciones Exteriores contra la gestión de Pascoe - por las cuales
tuvo que disculparse en público un alto funcionario de la cancillería-,
el involucrado dijo que obedecieron al empeño de "realizar una serie
de acciones finalmente subversivas que pretendían llevar las relaciones
bilaterales a la ruptura diplomática", en lo que podría ser
referencia a una provocación montada a fines de febrero por el canciller
Jorge G. Castañeda Gutman -una de las tantas- que derivó
en el allanamiento de la sede diplomática mexicana en La Habana
por parte de algunos presuntos demandantes de asilo.
El rosario de desfiguros en que ha incurrido la jefatura
de la diplomacia nacional, en el cual se insertan los maltratos y las difamaciones
oficiales contra Pascoe, es preocupante y vergonzoso, y deja al descubierto
una abismal impericia política y administrativa; pero el tema sustancial
de este episodio no es el despotismo y la mala fe del canciller para con
sus subordinados, sino el hecho de que la política exterior foxista,
en palabras del ex embajador, no está sujeta a los intereses del
Estado, sino "al estado anímico de quien la ejecuta".
Sólo a partir de semejante extravío puede,
en efecto, ignorarse que los vínculos históricos con Cuba
son elemento primordial de equilibrio y estabilidad regionales y que, en
esa misma lógica, las acciones orientadas a deteriorar esa relación
dañan severamente a México y a la convivencia regional y
pueden derivar en una desestabilización del hemisferio norte del
continente.
Si la anterior pudiera parecer una afirmación desmesurada,
baste con pensar, para no ir demasiado lejos, en qué medida la tradicional
solidaridad gubernamental cubano-mexicana ha servido de freno a los sempiternos
afanes injerencistas de Washington contra Cuba, y hasta qué punto
la destrucción de esa solidaridad alienta, en el cálculo
del grupo gobernante estadunidense, la viabilidad y la oportunidad de una
nueva escalada hostil hacia la isla.
Con esas consideraciones en mente, la advertencia formulada
por Pascoe al jefe del Ejecutivo reviste una gravedad insoslayable y hace
necesaria una pronta e inequívoca manifestación pública
del Presidente en torno a la situación de las relaciones entre ambos
países. Y cabe demandar una vez más que Fox restablezca la
visión de Estado en un asunto distorsionado y desvirtuado por los
intereses personales, las fobias y los estados de ánimo de su secretario
de Relaciones Exteriores.