Cruz Mejía, juglar del corrido
Por la presión comercial el género ''se mutiló y alteró'', dice el locutor y compositor
ARTURO CRUZ BARCENAS
El locutor y compositor Cruz Mejía ha dedicado 15 años de su vida a sostener en Radio Educación el programa ƑQuién canta? Han sido 852 emisiones y en ellas ha sido cronista de los hechos sociales, políticos, culturales a través de la frecuencia de la estación. Estudió ciencias de la comunicación y de manera empírica algo de música. De esa unión vocacional surgen sus historias traducidas en corridos, la vertiente que dice nació hacia 1850, concretamente con el tema Joaquín Murrieta, el héroe popular, especie de Zorro o Robin Hood, delincuente para las autoridades.
En entrevista, Cruz Mejía narra su currículum como si cantara un corrido, con un alarde de memoria. "Soy un cantor que vino de Sinaloa, de La Noria, Guasave, en la parte norte del estado, y traigo metidos en el alma los aires del campo, del monte, que después tumbaron para hacer áreas de cultivo. Eso duele. Yo nací en un clarito del monte, en un ranchito. Nací el mismo día que nació el estado de Baja California Norte, en 1952, el miércoles 16 de enero, como a las cinco de la mañana".
Cruz trabaja en Radio Educación y su programa lo prepara con cierto método. Lo realiza desde hace tres lustros, en horario de siete a ocho de la mañana. Siempre con la rúbrica musical Oscurita la mañana, compuesta por él. Su pueblo natal, precisó, está como a 40 kilómetros del mar. "Está lejecitos."
Cuando se le pregunta cómo aprendió a cantar, Cruz siempre contesta que arriba de un mezquite, que no es una planta "tan inhóspita". Le decían que cantaba feo. "Las circunstancias me trajeron a la ciudad de México, adonde llegué el jueves 17 de agosto; me bajé del carro 110 de Tres Estrellas de Oro a las 4:25 de la mañana. Es más, el boleto del camión costó $41.15, desde Guadalajara".
Vio tranvías llenos de luces: "el primer taxi que agarré me defraudó porque decían que traían unas maquinitas que marcaban el costo del viaje, pero ese taxista no llevaba el aparato y cobró seis pesos. Era un cocodrilo".
Así hasta el 10 de septiembre, cuando descubrió el Auditorio Nacional y la música del Mariachi Vargas de Tecalitlán, que lo impactó. "No sabía lo que era un mariachi. Yo pensaba que era una máquina gigantesca movida por muchos hombres. Pero vi algo muy emocionante. Era la música. Después conocí a varios representantes de la música del norte. Saludé a Los Alegres de Terán. En los años 50 había tres grupos importantes: los ya citados, Los Montañeses del Alamo y Los Doneyos; aparte, la banda El Recodo, que es otra cosa.
"El canto de Los Alegres de Terán era muy tranquilo. Decíamos que cantaban muy quitados de la pena, sin ninguna preocupación, porque la música del norte era para escucharse, no para llenar estadios, sino en lugares pequeños. Cantaron El Ojo de Vidrio y El corrido del gato. Hacia los años sesenta la música norteña seguía siendo muy audible, pero después llegaron los aparatos electrónicos que distorsionan todo el acento, delicado y fino. De repente se daba uno cuenta de que había un acordeón desafinado."
Agregó que se usaba el acordeón Hohner, aunque ahora el más empleado sea el Gabanelli. "Eso es porque tienen pedrería, luces." Cruz no sabe cuántos corridos tiene en la memoria, "porque los he discriminado; los que no me gustan no los canto. El corrido fue por mucho tiempo el periódico de los pobres, antes de que hubiera radio o radiola. Había corrideros que cantaban y vendían las hojitas volantes con letras muy largas. La industria del disco los constriñó a tres minutos por cara; algunas veces un corrido se hacía en dos discos, es decir, tenía cuatro caras, cuatro pares".