Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 1 de julio de 2002
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Editorial
EL PELIGROSO MUNDO DE BUSH

Ha ocurrido dos veces: cuando un Bush llega a la Casa Blanca, los conflictos en el planeta se reactivan o se recrudecen, la comunidad internacional pierde capacidad de desempeñar un papel de moderación y sensatez, la barbarie mundial alcanza nuevas cotas y el derecho humanitario retrocede. Hace una década, durante la presidencia de George Bush padre, el mundo padeció la invasión de Panamá por tropas estadunidenses y luego asistió, con horror, a una de las peores conflagraciones desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: la guerra del golfo Pérsico, en la que una coalición internacional encabezada por Washington destruyó Irak.

Hoy, en el mandato de George Bush hijo, y en el contexto de la confusa "guerra contra el terrorismo" lanzada por el gobierno estadunidense tras los atentados del 11 de septiembre del año pasado, observamos la sangrienta reanudación del conflicto palestino-israelí -que las estrategias de Ariel Sharon y del propio Bush pueden convertir en una nueva confrontación entre Israel y el mundo árabe-, la conversión de la añeja guerra por Cachemira en una amenaza nuclear y, por si hiciera falta, la súbita escalada de tensiones entre Corea del Norte y Corea del Sur, tras la escaramuza naval que efectivos de ambas naciones sostuvieron el sábado pasado.

La Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de Estado parecen empeñados en atizar todas las hogueras. Al descalificar como interlocutor al presidente palestino, Yasser Arafat, y respaldar la criminal política de tierra arrasada que practica Sharon en los territorios reocupados por Israel, Estados Unidos da alas a las organizaciones de Medio Oriente que practican el terrorismo. Si es cierto que dos de esos grupos, Al Qaeda y Hezbollah, están dejando de lado sus rencores doctrinarios -sunnitas los unos, chiítas los otros- y han decidido unir esfuerzos contra la máxima potencia mundial, como sostuvo The Washington Post en su edición de ayer, ello sería un resultado lógico de la devastadora injerencia estadunidense en la región. Ayer mismo el representante de Bush ante el Consejo de Seguridad de la ONU, John Negroponte, vetó la prórroga de la misión de paz de la ONU en Bosnia, en venganza por la negativa de los otros miembros del Consejo de Seguridad de conceder inmunidad ante la Corte Penal Internacional a los cascos azules estadunidenses. Si la ausencia de los cuerpos de paz en esa república ex yugoslava da lugar a nuevas confrontaciones, el gobierno de Washington habrá de cargar con la responsabilidad.

Da la impresión, en suma, que este presidente Bush, al igual que su antecesor y progenitor, no logra imaginar otra fórmula para mantenerse en el cargo que provocar nuevas guerras y reactivar guerras antiguas. Por eso, desde su llegada a la Presidencia, el mundo se ha vuelto un lugar más peligroso de lo que era, y no sólo para los ciudadanos estadunidenses, sino para la humanidad en general.
 

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