DESPUES DE LA BORRACHERA...
Se
acabó el Mundial de Futbol que fue particularmente importante en
Asia, ya que atrajo y distrajo la atención de centenares de millones
de chinos, coreanos, japoneses, todos los cuales están inmersos
en graves problemas económicos, políticos y sociales, y enfrentan
un porvenir inmediato lleno de incógnitas. Una señal de esto,
pero no la única, fue el combate marítimo entre unidades
navales surcoreanas y norcoreanas, que causó víctimas entre
los de Corea del Sur horas antes del partido de su selección nacional
contra Turquía (otro país asiático con graves problemas),
partido que tuvo como contexto no sólo los gritos deportivos sino
también la exigencia multitudinaria de paz con la otra mitad de
Corea, que fue excluida del campeonato porque Estados Unidos la considera
un Rogue State (Estado bandido), y la amenaza con una guerra atómica.
En la antigua Grecia ,durante los Juegos Délficos
o los Olímpicos regía una tregua entre las ciudades para
no ofender a los dioses. La Copa del Mundo no llegó a tanto, pues
lo único sacro en ella fue el dinero, que corrió profusamente
para extender al continente asiático, el más poblado, el
mercado futbolístico, pero los partidos en Corea y Japón,
y su versión televisada escondieron durante un mes los problemas
reales no sólo en Asia sino también en Brasil y en toda América
Latina. Parecía que el mundo se había eclipsado al entrar
en la sombra de la pelota de cuero; pero ahora la vida cotidiana, una vez
acabado el espectáculo, retoma su primacía. O sea, reaparece
la crisis económica en ambas repúblicas coreanas y el problema
de su división que debe ser resuelta. Reaparece la pésima
situación de la economía japonesa, agravada por la caída
del dólar frente al yen, que hace más caras las exportaciones
del archipiélago. Reaparecen las amenazas a China y los problemas
que nacen de la creciente desocupación y de la necesidad de armarse
urgentemente dada la presencia en Afganistán de bases estadunidenses
y la tensa situación prebélica entre Pakistán y la
India, ambas potencias atómicas. Al mismo tiempo, en Brasil, reaparece
la crisis económica y se entra de nuevo en un clima electoral al
rojo vivo, marcado por el terrorismo ideológico contra el candidato
de centroizquierda, Luiz Inazio da Silva (Lula).
Los medios de comunicación consiguieron durante
meses contagiar la borrachera futbolística, favoreciendo así
un enajenamiento colectivo frente a la vida real y, por consiguiente, la
dominación de un capital financiero internacional que conduce a
los tumbos el caos mundial. Pero ahora el falso reflejo de la vida se disipa
y las batallas simbólicas en un terreno de juego dejan lugar, desgraciadamente,
a batallas reales, como las que impone la ocupación militar israelí
en Palestina o la que enfrentó en Buenos Aires a los criminales
cazadores de desocupados contra quienes sólo reclaman democracia
y trabajo. El tiempo de los juegos de diversión (en todos los sentidos
de la palabra) ya pasó, y ahora estamos entrando en el de las definiciones.
Para colmo, sin árbitros a los cuales echarles eventualmente la
culpa de los fracasos...