ASTILLERO
Julio Hernández López
LOS EXTREMOS SE TOCAN en la adaptación local
de la rebelión mundialista contra los árbitros: el Presidente
de la República tiene una gran molestia con las indagaciones del
IFE respecto al financiamiento de sus actividades de proselitismo, mientras
el jefe del gobierno de la capital del país se enoja con el Instituto
Electoral del Distrito Federal porque éste pide dinero extra para
organizar la ocurrencia de un plebiscito expiatorio.
PARALELISMOS ENTRE LO vaquero y lo tropical: Vicente
Fox, jefe del secretario de Hacienda y del presidente de la Comisión
Nacional Bancaria y de Valores, arma cuanto jaleo leguleyo le es posible
para no dejar que se sepa la verdad de los dineros de sus campañas,
mientras Andrés Manuel López Obrador propone, por su parte,
que si el órgano electoral capitalino "no va a tener dinero" para
realizar consultas, plebiscitos o referendos, entonces que cierre el changarro
y lo abra cada año de comicios. Absolutismos de derecha e izquierda.
Las elecciones los hacen y ellos se juntan contra los órganos que
sólo les parecen buenos cuando les entregan constancias de mayoría
electoral.
TALES
ARREBATOS DE personalidad tienen, sin embargo, origen y destino distintos.
A Fox lo mueve el miedo, pues sabe muy bien que el conocimiento de los
zurcidos con que se hizo de un traje imperial fueron financiados por marcas
comerciales prohibidas, que no pidieron retribución mediante pasarela
pública sino, por el contrario, a través de la silenciosa
concesión de negocios agraciados que les permitieran recuperar sus
inversiones con altas ganancias (las propias de una apuesta ganada). A
López Obrador, por su parte, lo mueve la altivez de creer que su
pensamiento y obra merecen adhesión obligatoria, aunque constituyan
atentados a la inteligencia o al sentido común. El Presidente de
la República se la pasa girando cheques de credibilidad a cargo
de una cuenta histórica a la que sólo le quedan fondos simbólicos
(la del tal bono democrático), y endosa cuanto cobro le es presentado
a los bancos quebrados de la ilusión del cambio. El jefe de Gobierno
del Distrito Federal, a su vez, actúa y declara más para
los futuros libros de historia que para los consumos prosaicos del presente:
héroe colocador de los pobres (y los ancianos) en primer lugar de
sus afanes presupuestales, gladiador de epopeyas escudado en la honestidad
valiente, el tabasqueño encuentra espíritu diazordacista
en los reporteros que le han preguntado sobre la tibieza en la aplicación
de la ley frente a maestros vándalos, y ahora se lanza contra el
instituto electoral capitalino porque éste no ha ahorrado oportunamente
para organizar plebiscitos cuando y cuantos al gran jefe se le ocurran.
Los desenlaces previsibles serían diferentes. Ayer,
el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó
a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores ?es decir, no sólo
a Jonathan Davis, sino también al Che Gil y al Che(nte)
Fox? que deben entregar las cuentas incómodas en plazos definidos.
No dejará de pelear el Solitario de Palacio para tratar de
posponer lo más que pueda ese momento crucial en que se sepa la
verdad de las inyecciones (nada desinteresadas, sino todo lo contrario)
de dinero extranjero a la campaña con botas. López Obrador,
mientras tanto, ha logrado distraer la atención de lo sustancial
(el fracaso del segundo piso vial que tan alrevesadamente presentó
y está despidiendo) para fijarla en lo procesal (si hay dinero o
no para el tal plebiscito, y a quién le correspondería aportarlo),
y tales faenas de distracción le permitirán reducir los costos
del sepelio de su máximo proyecto vial.
FRENTE A OTROS ARBITROS (los de la vida empresarial
mexicana), el presidente Fox, al atestiguar el cambio de Claudio X. González
por el banquero Héctor Rangel Domene, dijo que no deben asustar
a los mexicanos las nuevas expresiones democráticas ni deben seducirlos
las nostalgias del pasado autoritario. En realidad, el Ejecutivo no quiso
enfrentar los cuestionamientos que el saliente González ya había
hecho y el entrante Domene remarcó: los empresarios, dijo éste,
por ejemplo, "vemos con preocupación la falta de capacidad que existe
en la actualidad para lidiar con asuntos difíciles y controvertidos,
a pesar de que la mayoría de los mexicanos reconocemos la urgencia
de resolver problemas y acabar de darle forma a nuestra sociedad y a nuestra
economía". Y algo más del pecho de Domene: "Un débil
estado de derecho, como el que existe en México, tiene enormes consecuencias
negativas para la actividad económica y la armonía social.
De hecho, el mayor peligro para la gobernabilidad democrática es
el de la inseguridad pública y la violencia".
Y, PARA TERMINAR CON ese discurso frente a la elite
empresarial, el presidente Fox ratificó que "para enfrentar turbulencias
externas, y poner a nuestro país al día y a la vanguardia,
de mi gobierno pueden esperar confianza y determinación, disciplina
y resistencia, responsabilidad y madurez política". Los que no esperaron
con tantas virtudes a la mano fueron los periodistas que estaban cazando
al secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, quien acompañaba
al ex gobernador de Guanajuato, para preguntarle sobre sus aventuras monetarias
argentinizadas que ayer mantuvieron al dólar en la frontera con
los diez pesos.
UNA ULTIMA COSA, ANTES que este árbitro
tecleador pite el final de este primer partido de la semana: siguen las
quinielas respecto al día en que el Presidente anunciará
cambios en su gabinete y respecto a los personajes que dirán adiós
a sus cargos actuales. Los apostadores y murmuradores profesionales aseguran
que será antes del simbólico 2 de julio, dado que no puede
haber otra boda. También juran quienes dicen escuchar tras las cortinas
de Los Pinos que el Señor ya está hasta la coronilla por
los pleitos y la ineficacia de algunos de sus colaboradores. Este tecleador,
como los vinos de Santo Tomás que luego se convierten en australianos,
hasta no beber no creer. (Chin: ahora sí será la última
y nos vamos: muy comentada la boda del gobernador del estado de México,
Arturo Monsieur, digo, Montiel, con una bella francesa. Los comentarios,
sin embargo, se dan en los cárteles del chisme organizado,
pues los diarios de aquella entidad guardaron comprensivo silencio ante
tan notable cambio de estado civil del mandatario. Nadie se pregunta, por
ejemplo, si se cumplieron los plazos legales para el divorcio, aunque voceros
oficiales y oficiosos de ese gobierno juran, obviamente, que la rapidez
del enamoramiento y el casorio no atropellaron procesos jurídicos
disolutorios del anterior matrimonio.)