Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 24 de junio de 2002
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Deportes

Primera novillada 2002

Fraude: homenaje a Paco Gil Díaz

LUMBRERA CHICO

Cuando alargaba excesivamente su tedioso trasteo, en lugar de gritarle "šmátalo!", como es tradición propia de las plazas de toros, la gente comenzó a apremiar al queretano Juan Carlos San Román, chiflándole con silbos largos, como los que se usan en el futbol para exigirle al árbitro que pite el final del juego. Vacíos los tendidos, ausente por completo el más mínimo vestigio de cultura taurina, arrancó ayer la temporada aún más chica en la Monumental Plaza Muerta.

Para garantizar el fracaso total del festejo, el triángulo pasional formado por Rafael Herrerías y Ramón y Rodrigo Aguirre eligió un encierro de Armilla Hermanos, hierro que si de algo tiene fama es de criar reses invariablemente mansas. Y esta vez no fue la excepción.

Bautizados por la dizque empresa de Mixcoac con los apodos de algunos futbolistas de la selección mexicana, saltaron a la arena, en este orden, Conejo (berrendo de 400 kilos), Vasco (cárdeno entrepelado de 425), Gatillero (negro bragado de 398), Matador (cárdeno bragado de 385), Cabrito (negro bragado de 372) y Ramoncito (negro bragado de 370).

Ninguno representaba el peso que le adjudicaba la pizarra, pero todos tomaron una sola vara sin pelear con el caballo y salieron de la suerte desfallecientes, para llegar a la muleta sin un gramo de emotividad, cayéndose, rascando la arena y tirando cornadas a mansalva.

Para despacharlos hicieron el paseíllo seis nulidades: los queretanos Pepe Díaz y el arriba citado San Román; los chilangos José Sánchez El Miura, Ramón Lozano y René Muñoz, así como el aguascalentense Efrén Adame.

Hijo del extraordinario novillero que en los años 60 fuera el llamado Cordomex (por su parecido con Manuel Benítez), y primo hermano de Joselito Adame, el niño torero que va que chuta para ídolo de las masas, Efrencito no mostró nada, ni valor, ni personalidad, ni clase. Pero lo mismo, o casi, podría decirse de sus alternantes, exceptuando quizá a René Muñoz, que algo de intuiciones y talentos dejó vislumbrar.

El único instante en que despertaron los amorcillados espectadores fue cuando Ramón Lozano resultó empitonado a la mitad de una gaonera y recibió una patiza en el suelo. Para colmo, los tendidos de sombra fueron visitados por una pandilla de niños vendedores de chicles, que hizo su agosto en junio robando teléfonos celulares y carteras a sus desprevenidos clientes.

En pocas palabras, desalentando al público, la mafia de la Plaza Muerta (antes México) volvió a cosechar fracasos económicos como el de ayer para "promediarlos" con las ganancias de otras empresas y reducir el volumen de impuestos que todas ellas en conjunto deben pagar a Hacienda. Pero tratándose de acabar con cualquier manifestación de la cultura, el descarado fraude fiscal complacerá sin duda, en lo más íntimo de su obsceno corazón, a Francisco Gil Díaz, el pornográfico señor que administra las finanzas públicas en aras de la muerte cerebral de los mexicanos. šOlé por la transa, venga de donde venga!

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