Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 24 de junio de 2002
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Política

Armando Labra M.

Leer, Pronafide, neuroporosis

Si cada vez que se reúnen los responsables de la política económica mundial resulta indispensable desplegar crecientes aparatos de seguridad para protegerlos de masas de críticos cada vez más imaginativos y agresivos, es claro que algo anda mal por doquier y no sólo en la economía, sino en la política y la sociedad. No pueden andar bien las cosas cuando entre 1965 y 1990 el ingreso del 20 por ciento más rico de la población del orbe pasó de 60 a 83 por ciento del total. Si entre 1985 y 2000 el número de pobres que sobreviven con un dólar de ingreso al día pasó de mil 100 a mil 300 millones de personas, 800 millones padecen hambre y por ella mueren 24 mil seres humanos al día.

Más en corto, no pueden ir bien las cosas cuando de 1990 a 1997 los países en desarrollo pagaron más por el servicio de la deuda externa que los montos recibidos por nuevos empréstitos. Ni pueden ir bien cuando en México el segundo renglón más importante del gasto público, después de la educación a todos sus niveles, se destina al servicio de la deuda pública y por ello no alcanza el presupuesto para nada... para nada social, claro, sí para cubrir los adeudos al IPAB, que por cierto, el Congreso no ha reconocido legalmente.

Todos sabemos que algo anda mal, pero la respuesta de los gobernantes en turno desde hace 20 años es que no aparecen, porque "no existen", las opciones viables. Esa es una falacia que nos demuestra un libro para leer en detalle, coordinado por José Luis Calva que presenta una Política económica para el desarrollo sostenido con equidad, editado por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Ahora que si usted prefiere recetas y dogmas, pero no forma parte de algún gobierno autista, o es Luchador del Cambio-para-Aumentar-mi-Cheque-Quincenal-como-Salvador-de-la-Patria, le recomiendo leer, o mejor aún, sólo hojear el Pronafide, porque si le dedica demasiada atención se arriesga al contagio de esa enfermedad grave que padecen y transmiten quienes escriben desde Washington tales documentos: la neuroporosis, o sea, porosidad en las neuronas. ƑNo sabe qué es el Pronafide? No se apure, usted sobrevivirá sin conocer el Programa Nacional de Financiamiento para el Desarrollo que sexenio tras sexenio nos dictan, sin el engorro de actualizarlo, el FMI y el Banco Mundial y que se cumple a cabalidad sólo en lo estrictamente necesario para empobrecerlo a usted. Bueno, debemos reconocer que la nueva versión del Pronafide nos descubre algo crucial: seremos ricos cuando dejemos de estar pobres. Genial.

Durante décadas se han esgrimido en México y el mundo paquetes lúcidos de políticas económicas alternativas, cayendo en el error o la ingenuidad de suponer que por ser técnicamente viables, nacionalistas y sensatas, con eso basta. La evidencia está a la vista: no basta. Y es que el tema no es la economía sino el poder. Ello nos conduce al plano de las negociaciones geopolíticas derivadas de nuestra postura frente al exterior, en concreto, al norte.

Isidro Fabela vislumbró con pertinencia total que la relación entre México y Estados Unidos sólo puede tener dos vías políticas: reconocer el liderazgo continental y firmar lo que sea, o reconocer el liderazgo continental y negociar todo. México recorrió la segunda vía, predominantemente y con éxito, la mayor parte del siglo pasado. Se cambió de riel a partir de 1982, con las consecuencias que están a la vista. Al pasar a una cuerda tensa a una laxa, hemos sido avasallados, hasta en el fut.

Restaurar la cuerda tensa, compartir el destino continental sin sumisión y resolver nuestros graves problemas internos es desafío de varias generaciones que hay que encarar ya con la mayor eficiencia política y social. Es claro que la responsabilidad es de todos y es clarísimo que nos estamos tardando en reaccionar. Paradójicamente, las respuestas económicas no están en la economía, sino en la política. Si hoy nos encontramos inmersos en una crisis productiva y la pobreza y la desigualdad lacerantes siguen siendo el signo y el desafío central del país, no es a consecuencia de la falta de ideas ni de propuestas en materia económica. Si los partidos políticos no lo entienden y no asumen su compromiso frente a este dilema para traducirlo en opción ideológica y política y en acción de gobierno, seguiremos sin alternativa económica que sirva.

El Banco Mundial reconoce en su reciente informe sobre la globalidad algo que todos sabemos: que no existe causalidad entre la apertura comercial y el crecimiento económico. La Cepal desmenuza la globalidad y demanda darle un apellido: social. Sin esa perspectiva, la desigualdad global irrumpirá como lastre perjudicial a todos. Hay quienes abogan ya por la abolición del FMI y el Banco Mundial. Más moderado, el premio Nobel Joseph Stiglitz plantea que esas instituciones, habiendo perdido su misión original, deben retomar el camino habida cuenta los estragos de sus "miserables" errores.

Todo indica que estamos arribando, más pronto que tarde, al encuentro de una nueva etapa de desarrollo, en la que México puede ser partícipe de los esfuerzos comunes en el continente, pero sin desmedro de nuestra identidad y singularidad como nación. Hay que ponerse las pilas y vacunarnos contra la neuroporosis.

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