Presentan el poemario Lilith, la otra cara
de Dios mañana en el Museo del Carmen
"Vengo de una raza de mujeres donde no hay lugar para
las alas", afirma Vicky Nizri
"Vivimos en una sociedad en que los hombres se casan
con Evas, pero andan tras las Liliths"
CESAR GÜEMES
Una certeza guía el trabajo creativo y la posición
intelectual de Vicky Nizri: "Vengo de una raza de mujeres donde no hay
lugar para las alas". La afirmación se da en el contexto de la plática
con la novelista y poetisa a propósito de la aparición de
su más reciente libro, el poemario Lilith, la otra cara de Dios
(Miguel Angel Porrúa), que presentarán este lunes 24 Raquel
Serur, Adriana González y Rocío Cerón en el Museo
del Carmen (Avenida Revolución 4, San Angel).
-El poemario puede verse, también, como un libro-objeto.
¿Cómo balancear el diseño, las imágenes y los
textos para que no privara un elemento sobre otro?
-El personaje de Lilith no es muy conocido para la mayoría
de la gente. Hoy en día el elemento visual forma parte de nuestra
manera de entender el mundo. Yo tenía muy clara idea de Lilith,
ahora había que encontrar quién la interpretara. La búsqueda
fue cansada y por un momento dudé que fuera posible ilustrar el
texto. Sin embargo, era preciso integrar el concepto de dualidad en la
obra.
-Señalas que el pintor es una persona dedicada
a la manufacturación de quesos, ¿cómo se conocieron,
por qué trabajaron juntos? ¿A qué se refería
cuando te dijo "yo soy Lilith"?
-Conocí
el trabajo de Alfonso en una exhibición en Médica Sur, cuando
ya me había resignado a que el libro no sería ilustrado.
Aquella colección de cuadros, mujeres montadas en toros rojos, mujeres
incendiadas de toro, revivió el proyecto original. Lo contacté
y durante cuatro meses nos reunimos, una vez por semana. Al calor de los
capuchinos bien cargados leímos los poemas y Alfonso hizo mil preguntas:
¿Quién es Lilith?, ¿cómo es el Paraíso
para ti?, ¿qué opinas de Eva?, ¿de Adán? Respondí
a cada pregunta sin titubeos, pues los personajes y los espacios habitaban
mi imaginación hacía ya mucho tiempo. A cada respuesta o
descripción mía, Alfonso sonreía con agrado. Lilith
es una hembra, pero no puede ser representada en las categorías
de lo humano. Lilith es una lechuza blanca, le decía yo, es la serpiente
que recorre el texto, es el fruto prohibido, el gozo. La famosa manzana
es un higo. El higo es el sexo femenino. El Paraíso es un corral,
Adán es un ser demasiado temeroso, Eva es una niña ingenua.
Lilith quiere poseer a Adán y a Eva para divinizarlos. Adán
huye. Eva prueba la manzana. Cuando trajo su primer cuadro, lo entregó
orgullosísimo y me dijo: 'yo soy Lilith'.
-Es claro que detrás de lo literario hay una investigación
sobre el personaje de Lilith. ¿Cómo la realizaste, a qué
necesidad respondió?
-Como buena mujer, la inquietud sobre Lilith, surgió
de la prohibición. Lilith es un nombre prohibido. Lilith es el dios
hembra que el monoteísmo ha aniquilado. Nada más prohibido
en una cultura monolítica que el dos. Mujer es dos en potencia,
mujer es malo, es prohibido, es pecado. Atributos terribles que se le adjudican
al carácter femenino para anular su posibilidad dual. Hay muy poco
escrito sobre Lilith. Lo poco que hay se encuentra en libros cabalistas
difíciles de hallar y muy complicados. No fue fácil y me
tomó mucho tiempo introyectar su naturaleza contradictoria: Lilith
es la destructividad que hace posible lo creativo. Esta investigación
me llevó también a reflexionar sobre el sentido de la obediencia
tan destacado en nuestra cultura, principalmente para las mujeres; medité
también sobre el concepto de la esposa-madre. Vivimos en una sociedad
en la que los hombres se casan con Evas, pero andan tras las Liliths. Una
sociedad donde las buenas familias enseñan a sus hijas a ser buenas
Evas y atacan brutalmente cualquier intento de Lilith. Este libro responde
a la inquietud de un nuevo tipo de mujer: Lilith-Eva. Uno que las contenga
a ambas en una convivencia complementaria. Una nueva índole de madres
que además de tejer chambritas rosas para sus niñas, les
tejan alas.
-Una de las características de los textos es que
en algunos de ellos verbalizas los sustantivos, algo ciertamente arriesgado
y que se emplea poco en la poesía mexicana. ¿A qué
obedece este recurso formal?
-Siempre se le ha dado a Adán el cargo de nombrar
las cosas. Dicen que uno es dueño de lo que nombra y Adán
se adueñó de todo, animales y cosas y, sobre todo, de su
Varona. En Lilith, la otra carta de Dios, Eva husmea el mundo. Lo
conoce como las mujeres solemos conocer lo que nos rodea: por la boca,
el gozo, por el fruto. Si Eva está husmeando el mundo, también
está inventando el lenguaje. Por eso: "Yedra su ser Adán
sobre mi cuerpo echa raíces me fuega Eva", descubre la naturaleza
de las cosas mediante el lenguaje que inventa. Fueron los personajes los
que dictaron la forma expresiva del libro.
-Vida propia, tu libro anterior, era novela. ¿Cómo
cambias de canal hacia la poesía?
-De mi novela se ha dicho que es prosa poética.
Lilith, la otra carta de Dios es poesía en prosa. De alguna forma
reluce de manera insistente esta manía que tengo de enamorar a las
palabras. De enamorarme de ellas. Entonces, no hay tal cosa como cambio
de canal. Más bien es una reiteración a varias voces.
-En ese mismo tenor, y por último: ¿dónde
dejas a Esther Shoenfeld, protagonista de la novela y personaje histórico?
¿Hay lazos entre ella, el personaje de Lilith y tu trabajo actual?
-Vengo de una raza de mujeres donde no hay lugar para
las alas. Este pensamiento guió mi trabajo al escribir Vida propia.
Las alas son otro de los elementos que me obsesiona. Mujeres aladas. Tal
vez el personaje de la novela no pudo ser más que como una típica
mujer de principios del siglo pasado, impedida y amoldada. Un ave de corral.
Una gallina que a lo mucho alcanzaría a brincar una pequeña
cerca. Lilith, la diosa, la lechuza blanca, ha alzado el vuelo. Viven enlazados
todos mis personajes. Un solo viaje literario: escribir con el cuerpo.
Viajar piel adentro y jamás salir a salvo.