SEVILLA: CANDADOS CONTRA LA ETICA
Los
jefes de Estado y de gobierno de los 15 países miembros de la Unión
Europea terminaron su cumbre en Sevilla con la adopción de nuervas
medidas restrictivas contra la inmigración (pero no las que pedía
el gobierno español de Aznar). Las mismas, sin embargo, no podrán
impedir un fenómeno que es potentemente impulsado por la oferta
de un mundo de bienestar y confort que hacen los medios de comunicación
electrónicos que llegan diariamente a los países limítrofes
de la opulenta Europa.
En un mundo que se llena la boca con la libre circulación
de todas las mercancías, excepto la de fuerza de trabajo, que tropieza
con las poli- cías y las legislaciones migratorias, la misma doctrina
social oficial estimula la migración ilegal desde los mercados de
trabajo más dificultosos y con pagas más bajas hacia los
más prósperos. Por consiguiente, la represión, que
linda a menudo con el racismo y la xenofobia y es estimulada por gobiernos
como el del ex franquista José María Aznar, no basta para
compensar el reclamo ético de igualdad y de justicia que sube del
Sur hacia el Norte industrializado y comienza a conquistarlo. Por eso en
Sevilla se hizo, simultáneamente a la cumbre de los 15 jefes de
Estado y de gobierno (entre los cuales hay derechistas y ultraderechistas
e incluso condenados por diversas justicias, como el italiano Silvio Berlusconi)
una contracumbre social masiva que protestó contra "la Europa del
capital" y manifestó su apoyo a los inmigrantes, al grito de "ninguna
persona es ilegal" y de "globalización social".
Las cifras de manifestantes difieren entre los 20
mil estimados por la policía española y los 200 mil declarados
por los organizadores de la protesta o, más modestamente, los 50
mil o 60 mil, según la prensa, que desfilaron durante horas con
una temperatura de 40 grados bajo los aplausos de la Sevilla popular.
Pero la importancia de la protesta no se mide por el número
de militantes en pro de otra mundialización no excluyente y humana
sino por su mensaje ético y por la reiteración de la solidaridad
social y de la decisión de expresar directamente, en las calles,
su rechazo al egoísmo neoliberal. Este, además, ya se había
manifestado hace dos días en la huelga general que paralizó
España contra el libre despido en algunos sectores más débiles
de los trabajadores y contra el desconocimiento de los sindicatos, de los
derechos sociales y del diálogo mismo por parte del gobierno ultraconservador
de Madrid.
Por consiguiente los candados policiales son débiles
y sólo servirán para causar más sufrimientos a los
inmigrantes que seguirán entrando ilegalmente en la Europa rica,
incluso a riesgo de sus vidas.
Pero el mensaje ético de la contracumbre, después
del que nos lanzara la de Génova -cuando la reunión del G-8-,
y después de las inmensas manifestaciones francesas contra el fascista
Jean Marie Le Pen, de la huelga general italiana contra Berlusconi y sus
planes antiobreros o de la española contra Aznar y su decreto antisindical,
será sin duda un llamado contagioso a construir otra Europa, otra
mundialización, otro mundo.