La travesía plantea su concepción
sobre la soledad
Por inalcanzable, el deseo es motor de la vida: Valenzuela
''Como en Sor Juana, puede ser la necesidad de conocer''
El dilema para moverse al cambio es saltar o no saltar
ARTURO JIMENEZ
El año pasado la escritora argentina Luisa Valenzuela
publicó en su país la novela La travesía, historia
sobre el deseo, la soledad y la búsqueda de sí misma de una
antropóloga que se mueve en dos tiempos: un presente en Nueva York
y un pasado al que la remiten las cartas que ella misma escribió
a su ex marido en Buenos Aires.
Las
misivas, creadas a manera de ardientes cuentos eróticos, son descubiertas
por un conocido de ella, un artista plástico neoyorquino considerado
genial, que está creando un museo viviente en un hospicio de locos
y que desencadena la acción.
La travesía y Apariciones, de Margo
Glatz, son los dos primeros títulos de la Colección de Literatura
Erótica Primero Sueño, coeditada por la Universidad del Claustro
de Sor Juana y Alfaguara, que anoche se presentó en esa casa de
estudios.
De entrada, en entrevista, Luisa Valenzuela responde qué
es para ella el deseo. ''Es algo inalcanzable, porque si no, no sería
deseo. Eso ya lo dijo Freud. El deseo, entendido como aquello tan profundo
e íntimo de cada uno de nosotros, no lo vamos a conocer jamás.
El deseo puede ser un anhelo de eternidad o una necesidad de conocer, como
en Sor Juana.
''Además, está en todas partes y en ninguna.
Vamos a estar corriendo siempre tras aquello que de alguna manera existe
y no existe. Pero eso es lo interesante, por eso es el motor de la vida".
-La soledad es quizá la característica principal
de la protagonista.
-La soledad de ella es un reconocimiento de la propia
soledad. Me gusta la soledad. Ella a veces se enfrenta a soledades muy
duras, como me ha pasado a mí y nos puede pasar a todos. Hay momentos
de gran disfrute de la soledad, como también los hay de la compañía.
Si no sabemos estar solos, tampoco sabemos estar acompañados. Pero
la soledad es un elemento muy valioso en la vida, como el silencio.
Abandono de los caminos trillados
Cuando Valenzuela escribe lo que más le interesa
son las preguntas y las búsquedas literarias. "Y no tengo necesidad
de dar soluciones o respuestas, si no escribiría libros de autoayuda.
Trato de abrir el panorama y de desplazar un poco al lector de su cómodo
y trillado camino.
"A veces creo que debo tirar todo a la basura. De eso
se trata: en la vida siempre viene otra ola que nos revuelca de nuevo y
nos hace aterrizar en otra zona de la playa."
Entre sus exploraciones literarias menciona una basada
en planteamientos de Baudrillard. "Se trata de la idea de que todo lo que
uno ha rechazado, todos los caminos por los cuales no se ha optado, todo
aquello a lo que se ha renunciado, también está en uno y
nos acompaña. Todos esos seres que nos abandonaron o abandonamos,
o con los cuales sólo nos rozamos un poco, también están
en parte en nuestra vida".
-¿No limita a un texto literario, en este caso
La travesía, clasificarlo como ''erótico", es decir,
en una colección de ''literatura erótica"?
-Lo que me interesó de esta colección es
que tiene una visión muy libre y abierta de lo que es el erotismo.
Si no, sí limitaría a la novela. Yo no la pensé como
una novela erótica, ni remotamente, sino como una obra en la que
hay partes eróticas. Lo único que pensé como un texto
erótico es la carta que ella manda de Nepal y que aparece en la
parte central de libro.
''Lo escribí como un cuento erótico para
una antología sobre el género que me pidieron y que después
no se hizo. Y después dije: qué suerte, ahora sé cómo
escribir cuentos eróticos, voy a escribir una serie, pero nunca
más pude escribir otro."
Valenzuela ubica su nueva obra en el paisaje de su literatura:
''Es la novela más novela, la más lineal o menos experimental
de todas. De alguna manera es mi novela más pura. No sé si
es la mejor, pero sí la más pura como género. Y la
más transparente: como novela, como cosa, como objeto, como creación,
como un decir muy mío. Es un decir muy personal''.
-Además, registra elementos autobiográficos.
-Los hay en las partes de movimientos interiores. Pero
yo no escribí esas cartas, no soy antropóloga, no hice trabajo
de campo de ninguna índole. Aunque sí estuve en Nueva York,
en Barcelona, en Papúa Nueva Guinea, en Bali y me interesan esas
cosas. Así que atribuí a la protagonista mucho más
de mí de lo que me animé a darle a otros textos. A la protagonista
de La travesía le inventé toda su circunstancia, pero
fui muy generosa con su interioridad.
Atravesar las grandes aguas
-¿Para ti quién es este personaje dentro
de la ''realidad" de la novela?
-Es alguien muy intensa y muy sincera. Es mi fantasma,
porque yo no hubiera aguantado a ese marido ni otras situaciones. Pero
es la protagonista que siento más cerca y al mismo tiempo más
distante. Y quizá no es mi personaje más entrañable,
pero creo que lo es bastante porque reconoce sus fragilidades. Ella va
rompiendo la coraza y reconociendo su vulnerabilidad.
-El título de la novela se antoja acertado, pues
aparte del recorrido geográfico y del interior parece haber más
travesías.
-Creo que hay todas las travesías del mundo. Como
dice el I Ching, es el momento de atravesar las grandes aguas. Cada paso
de la vida es una travesía, porque hay que enfrentarse con esa opción
de saltar o no saltar, de moverse al cambio. La travesía también
lo es a través del lenguaje, de la palabra. Es la palabra que uno
va a encontrar para decirse y para decir, para abrirse a la pregunta.