TERRORISMO PARALIZANTE
Las
declaraciones del secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, quien
sostuvo muy suelto de cuerpo que México podría seguir rápidamente
el camino argentino, provocaron hasta ahora el derrumbe de la moneda nacional
-el dólar en frontera superó los 10 pesos por unidad- y la
caída de la Bolsa, además de encarecer aún más
las importaciones de insumos para la industria, la agricultura y de alimentos
y, por lo tanto, de agravar el déficit en la balanza de pagos. Como
consecuencias de las palabras de quien debería sostener la economía
nacional, estos primeros efectos no son nada desdeñables.
Cabría preguntarse si las afirmaciones de Gil Díaz
no fueron premeditadas, para devaluar el peso y tratar de favorecer así
las exportaciones de las grandes empresas trasnacionales industriales o
de los grandes consorcios hortícolas (y a los posibles inversionistas
extranjeros, los cuales afluyen cada vez menos a nuestras tierras). O sería
posible preguntarse si la locuacidad del funcionario no linda con la irresponsabilidad.
O, por último, quedaría la posibilidad de que Gil Díaz
haya recurrido a medias verdades y al ocultamiento de datos como arma terrorista
para paralizar cualquier reacción de la opinión pública
ante una política que ni es fatal e irreversible, ni es lógica,
ni es la única posible, y para esconder las responsabilidades propias
y de su gobierno en la creación de las condiciones de crisis que
supuestamente denuncia.
En cualquiera de los tres casos el gabinete gubernamental
debería pronunciarse claramente respecto a qué piensa hacer
para evitar que México siga el curso de Argentina (que por seguir
al pie de la letra las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional
y privatizar el petróleo, el gas, la energía y todas las
empresas públicas pasó en pocos meses de ser el primer país
latinoamericano en ingreso per cápita a ser el sexto más
pobre del continente).
El secretario de Hacienda no puede ignorar que, a diferencia
de Argentina, México aún es dueño de su empresa petrolera
y de sus recursos energéticos, que según la Constitución
son inalienables. No puede desconocer que si la Corte vetó la privatización
indirecta de la energía eléctrica probablemente hará
lo mismo en el caso del gas y del petróleo. No puede cerrar los
ojos ante el hecho de que el Poder Ejecutivo no controla el Legislativo
ni el Judicial, los cuales pueden -y, constitucionalmente, deben- obstaculizar
los planes de privatización que vienen, como en Argentina, desde
el gabinete ministerial. Además, aunque el funcionario finja no
saberlo, existen aún importantes reservas cambiarias, se podría
intentar repatriar los más de 40 mil millones de dólares
exportados ilegalmente a Estados Unidos por empresarios mexicanos, el país
podría dejar de subvencionar a los banqueros mediante el Fobaproa-IPAB
para utilizar esos fondos para fortalecer el mercado interno y reducir
la desocupación abierta o disfrazada y, además, podría
defender internacionalmente el precio del petróleo, en vez de aumentar
la producción del mismo para ayudar a Estados Unidos a mantener
bajos los costos energéticos de modo de sostener su consumo interno.
También sería bueno que Hacienda recuerde
que la caída de las recaudaciones impositivas, que mencionó
el secretario Gil Díaz para amenazar con una inminente argentinización
de la economía nacional, se debe a una política que privilegia
las importaciones a costa de la industria nacional y que, por consiguiente,
lleva a la quiebra a la pequeña y mediana industria (la cual deja
por lo tanto de pagar impuestos) y a la desocupación a sus empleados
(que tampoco pueden seguir pagándolos), mientras no crea empleos
(desde enero de 2001 al cierre de este año se habrán dejado
de crear nada menos que 2.2 millones de plazas) fortaleciendo en cambio
el sector "informal" (que no paga tasa alguna). En vez de tratar de dar
por hecho lo que no será posible hacer (la privatización
del gas, la electricidad y el petróleo) con paralizantes declaraciones
terroristas, Hacienda y el gobierno harían bien en sacar provecho
de la experiencia argentina para cambiar urgentemente de rumbo y de política
y reanimar el consumo, el ingreso nacional y el mercado interno.