Olga Harmony
Fedra y otras griegas
Para quienes sostienen opiniones negativas acerca del teatro mexicano, los estrenos que se suceden unos a otros en las últimas semanas, con algunas excepciones, vienen a dar un mentís porque la calidad de textos y montajes de diferentes géneros y estilos da cuenta de un teatro vivo y de excelente nivel. Ahora celebramos la aparición de una nueva dramaturga, cuya obra Fedra y otras griegas, publicada por Ediciones El Milagro en su antología Nuevo teatro II, es llevada a escena con el patrocinio de la Compañía Nacional de Teatro, bajo la dirección de José Caballero, refrendando el interés que a muchos despertó su lectura. Ximena Escalante revive el viejo mito que tentó a Eurípides, Séneca y Racine, por citar a los más conocidos, aunque elimina la venganza que la rechazada ejerce contra Hipólito, que se da con variantes en los textos clásicos, y elabora una reflexión acerca de los tiempos del amor en dos momentos de la vida de una mujer.
La joven dramaturga incursiona en los textos de la mitología griega en un doble juego entre la posible realidad actual y las apariciones de la madre (Pasífae) y la abuela (Europa) mitológicas ,así como de la Moira, en los sueños de la Fedra moderna; también aparecen, siempre en sueños, Baco que lucha contra Teseo y el Minotauro consolado por Ariadna. La Gorgona será un fenómeno de feria y Tiresias un mendigo ciego en el inicio de la obra. Para un público que desconozca las referencias, en el programa de mano se ofrecen tanto el árbol genealógico de la protagonista como algunos datos de esos personajes. La doble lectura, así, es fácil y enriquecedora para todos los espectadores.
Lo que sin duda interesa a Ximena Escalante es dar dos tonos del erotismo femenino que contrastan grandemente. En la primera parte asistimos al despertar amoroso en la adolescencia a partir de la atracción que siente la muchachita por su cuñado y que ya desde que era una niña late en las preguntas que hace a su nana. Es una parte muy graciosa y reconocible para las espectadoras -y posiblemente para uno que otro espectador-, que se diferencia de manera muy intensa con el furor, el amor loco que la mujer madura siente por su hijastro.
El muy buen texto tuvo la fortuna de ser escenificado por José Caballero, en uno de los trabajos más creativos e inteligentes que se le conocen en los últimos tiempos. Reducido el teatro El Granero a un teatrito de cámara, el escenógrafo Jorge Ballina crea un espacio que es la feria de Fedra niña con su juego de espejos que nos retrotrae al laberinto. El escenario se convierte en un barco, con el piso inclinado y un telón de mar francamente tratado en tarjeta postal, que se cierra durante las apariciones mitológicas para los tiempos del amor adolescente. Luego, es el bar con su barra que es proscenio y finalmente calle, baño de vapor y lecho-alcantarilla para la muerte de Fedra. La excelente iluminación de Víctor Zapatero contribuye a dar los ambientes, incluso en el uso de trampillas, y el vestuario de Tolita y María Figueroa -muy estilizado lo griego en la parte del barco y francamente moderno en la segunda parte-, así como la escefonía de Rodolfo Sánchez Alvarado, acentúan los contrastes en los dos tiempos.
El director y sus creativos dan tonos claros, predominantemente el blanco, en la primera parte, la del descubrimiento del amor, y oscuros y sombríos en la segunda, que representa el halo trágico. Caballero utiliza todos estos recursos de manera espléndida, en un trazo que acentúa las tensiones que se dan entre los personajes.
Cuenta con un muy buen reparto en el que sobresale el desempeño de Erika de la Llave como Fedra en todas sus etapas, ingenua al principio y vehemente y trágica al final, y Arcelia Ramírez como una Ariadna a la que otorga todos los matices. Ari Brickman como un Teseo juvenil y desconcertado, Arturo Reyes, Lucero Trejo, Patricia Marrero, Guillermo Iván, Aurora de la Lama, Eléa Bárcena, Andrés Weiss, Guillermina Campuzano y Fabián Storniolo completan el muy buen reparto.
