Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 10 de junio de 2002
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Editorial
LA ALIMENTACION, DERECHO NEGADO

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) discutirá la situación alimentaria mundial a partir de hoy, en Roma. A la Conferencia Mundial sobre la Alimentación asistirán 150 jefes de Estado; por consiguiente, sobre el cónclave de la FAO están puestos los ojos del mundo y también de millares de manifestantes de todos los países que desfilaron el sábado en esa ciudad contra los efectos de la política mundial del capital financiero, multiplicadora del hambre y la pobreza.

Sobre eso no hay dudas; las cifras oficiales al respecto son elocuentes: hay 2 mil millones de pobres y cerca de 850 millones de personas que no tienen nada que comer, 250 millones de los cuales son niños menores de cinco años. Cada cuatro segundos muere una persona de hambre en un mundo que tiene excedente de alimentos y, según la FAO, bastarían 24 mil millones de dólares (menos de 7 por ciento de lo que recibe anualmente el Pentágono) para reducir a la mitad el número de hambrientos de aquí a 2015.

No se piense que el hambre y la pobreza se deben a causas naturales. Argentina es un país exportador de carne y de granos, con población de 37 millones de personas y que podría alimentar, según la ONU, a 300 millones de acuerdo con los niveles europeos y 800 millones según los asiáticos. Sin embargo, la mitad de su población está en el nivel de pobreza, caen en ese límite otras 24 mil por día y hay barrios de la orgullosa capital Buenos Aires que se alimentan con sapos y gatos.

En nuestro país la pobreza extrema -que rebasa 40 por ciento de la población- se agudiza debido a la eliminación de subsidios y de políticas asistenciales. Además, en siete años se ha acumulado un déficit de más de 6 millones de puestos de trabajo (entre los puestos perdidos y las incorporaciones de jóvenes a un mercado laboral donde no hay desde hace años creación de em-pleos); medio millón de personas reciben por su labor sólo la propina o pago en especie y carecen de ingreso fijo, mientras otros millones trabajan gratuitamente en empresas urbanas o rurales.

El reciente subsidio del gobierno de George W. Bush a la agricultura estadunidense, de más de 180 mil millones de dólares en diez años, habría bastado para reducir al mínimo el hambre en el mundo; en vez de eso hará caer en la miseria a los productores de maíz, trigo y sorgo de otros países, entre los que se encuentra el nuestro. Al mismo tiempo, mientras en la FAO se firma un muy importante acuerdo sobre los recursos genéticos vegetales para proteger las especies de las cuales depende el grueso de la alimentación mundial, los transgénicos producidos por grandes transnacionales de Estados Unidos contaminan las variedades nativas mexicanas o sacan del mercado al maíz argentino por los posibles peligros para la salud del consumidor de ese cereal modificado.

Si hay alimentos suficientes que no llegan a todos, pues casi la mitad de la población mundial no los puede pagar; si hay recursos para acabar con el hambre, pero se despilfarran en guerras y en políticas inhumanas; si los países agroganaderos ricos en recursos son devastados por el hambre y en ellos hay niños que no comen ¿dónde queda uno de los derechos humanos fundamentales? estar a salvo del hambre- reconocidos formalmente por todos los miembros de Naciones Unidas- ¿No está ligado el derecho a la alimentación a la preservación de la biodiversidad o a la defensa del ambiente y de los recursos naturales? ¿No lo está con la necesidad imperiosa de acabar con la pobreza, cuyas causas son sociales y políticas?

Estados Unidos, que ha lanzado una cruzada contra el terrorismo, ¿no practica acaso el peor de todos los terrorismos al no aceptar las resoluciones de conferencias mundiales en defensa del ambiente o de la protección de los recursos fitogenéticos? Si ni siquiera cumple regularmente con sus compromisos financieros con la ONU o la FAO ¿podrá ser obligado a acatar lo que se decida en Roma sobre la lucha contra el hambre y la pobreza rural? Los gobiernos que aplican una política generadora de pobreza y hambre dictada por los ajustes financieros y por el Fondo Monetario Internacional ¿podrán esbozar una política opuesta a la que practican actualmente, o el impulso para elaborarla e imponerla deberá venir, como en Porto Alegre o en Génova, de la contraconferencia-movilización popular que ha reunido en Roma a dirigentes campesinos e indígenas de tantos países? 
 

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