DERROTA DEL CHARRISMO EN EL DF
El
jefe del gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador,
señaló en reiteradas ocasiones que el intento de paro general
ensayado por la dirigencia del Sindicato Unico de Trabajadores del Gobierno
del Distrito Federal (SUTGDF), movimiento que se inició anteayer
y fue levantado este miércoles sin mayor pena ni gloria, era un
"chantaje político" contra su administración y un intento
de obtener beneficios personales por parte de los líderes sindicales.
Estos, a su vez, alegaron en todo momento supuestas violaciones
a las condiciones de trabajo establecidas y pretendieron presentarse ante
la opinión pública como abanderados de intereses laborales,
al margen de cualquier pretensión política.
El episodio admite una tercera interpretación,
acaso complementaria de la primera: se trató de la primera medida
de charrismo sindical priísta para medir sus fuerzas en el nuevo
entorno institucional del país y de la capital, en el cual el viejo
corporativismo tricolor debe actuar desde la oposición.
Ciertamente, las supuestas reivindicaciones laborales
eran débiles y difusas, si no es que impresentables, luego de que
el gobierno de López Obrador decretó generosos incrementos
salariales. Tal vez por ello el conato de paro vergonzante --llamado eufemísticamente
por sus promotores "asamblea informativa"-- suscitó entre las bases
sindicales una inocultable renuencia y entusiasmo mínimo, mientras
que el intento de paralización de labores fue marginal y fugaz,
por decir lo menos.
En no pocos casos pudo documentarse que los asalariados
fueron presionados para que faltaran a sus labores, utilizando el procedimiento
típicamente priísta del "pase de lista" obligatorio en las
concentraciones que se realizaron afuera de diversas sedes delegacionales.
El fracaso del paro, más que una victoria política
del GDF, debe verse como una expresión del buen juicio de sus trabajadores
sindicalizados, quienes en esta ocasión no parecen haber hallado
motivos sólidos para acatar el llamado de la cúpula sindical.
Esta, por su parte, fue capaz de darse cuenta en las primeras 24 horas
del paro de su escasísimo poder de convocatoria y de su falta de
ascendiente entre las bases, y optó por dar marcha atrás,
a cambio de nada, en la medida.
En un sentido general, los protagonistas de esta pulsada
no fueron, pues, la administración capitalina y los dirigentes del
SUTGDF, sino la sociedad civil --representada en este caso por los afiliados
a dicha organización sindical-- y los remanentes del corporativismo
que sobreviven a lo que se denominó sistema político mexicano.
El episodio podría prefigurar, así, el paradójico
epitafio del charrismo sindical priísta: mientras fue parte del
gobierno, jamás promovió una huelga, y cuando fue oposición
no tuvo bases para concretarla.