EDUCACION: GRAVE DEFICIT SOCIAL
La
protesta multitudinaria de los maestros es ya un espectáculo normal
en muchas entidades del país. Simultáneamente, llueven informaciones
sobre la pésima calidad de supuestos institutos universitarios privados
o sobre graves fallas en escuelas públicas, toleradas muchas veces
por las autoridades escolares.
El problema de la enseñanza, tan vital para el
desarrollo del país, se arrastra así sin que se intente dar
una solución de fondo, que es también de fondos, ya que buena
parte de la problemática reside en el insuficiente financiamiento
del futuro del país, es decir, de las nuevas generaciones y, por
consiguiente, de su preparación, en escuelas modernas y equipadas,
por mentores dignamente pagados y adecuadamente preparados.
Se habla demasiado de la civilización del conocimiento
y de una producción "conocimiento-intensiva". Pero los salarios
reales de los profesores caen incesantemente y no les permiten siquiera
ponerse al día con las nuevas técnicas pedagógicas
o adquirir libros o revistas especializadas para no estancarse, en tanto
que las instalaciones en que desarrollan su labor, sobre todo rurales y
especialmente en zonas indígenas, son indignas de un país
moderno.
Aunque sólo fuera desde el punto de vista empresarial,
¿cómo será posible elevar la productividad del trabajador
mexicano sin elevar su nivel de cultura y de conocimientos técnicos?
¿Cómo hacer más competitiva la mano de obra mexicana
sin la enseñanza y la capacitación? Si no se fortalece, mejora
y potencia el plantel de enseñantes, ¿cómo será
posible lograr un nivel cultural medio nacional comparable con el de otros
países que incluso tienen una economía más débil
que la de México?
¿Acaso no existe ningún nexo entre el actual
índice -bajísimo- de lectura y el desconocimiento generalizado
de las más elementales reglas de ortografía y de sintaxis,
y la dificultad creciente, incluso en las universidades, para aprender
conceptos, dado que se desconocen las palabras y no se aprende a relacionarlas
lógicamente?
La idea de que el presupuesto para la educación
es un gasto y no una inversión para mejorar la calidad de vida de
los habitantes y, por consiguiente, la producción y la vida social,
es típica de quienes creen religiosamente en las ventajas del mercado,
en el que no se cotizan las ventajas de la enseñanza.
El concepto de que la enseñanza laica, gratuita,
universal y obligatoria es un derecho elemental, como el derecho a la alimentación,
a la sanidad pública o a la vivienda digna, choca contra la visión
neoliberal de la enseñanza o de la salud como meros servicios, disponibles
sólo para quienes pueden pagarlos. Sin embargo, no hay ciudadanía
si no hay gente informada que pueda, además, interpretar las informaciones
y tenga memoria histórica y una clara ubicación en su entorno
local, nacional e internacional.
La disyuntiva entonces es formar ciudadanos, preparar
las bases de la independencia y existencia de la nación o generar
súbditos ignaros, aptos para las tiranías del capital extranjero
y/o de aventureros sin escrúpulos.
Menos mal que los mentores ocupan ahora la escena pública,
pues no sólo reclaman su derecho a una vida digna y a una enseñanza
democrática, sino que exponen una profunda carencia de la cual sus
continuas protestas son a la vez síntoma agudo y esperanza de solución.
El nivel de democracia en un país se mide siempre por quienes están
en peores condiciones, por la existencia de pobres y analfabetos.
La pobreza de quienes deben combatir el analfabetismo
es por eso vergonzosa. Un país pobre, como el México de Lázaro
Cárdenas, invirtió en la educación y le dio prioridad.
No es posible que hoy el presupuesto para las necesidades sociales sea
menor que el financiamiento que reciben los bancos (que para colmo son
en su mayor parte extranjeros), mientras se habla al mismo tiempo de una
supuesta transición hacia la democracia en nuestro país.