Dirigida por Antonio de Castro, se presenta
en el teatro Juan Ruiz de Alarcón
1822, el año que fuimos imperio, retrata
las coincidencias políticas con la época actual
La obra presenta la transición de la dictadura
de Agustín de Iturbide al inicio de la República
Héctor Ortega interpreta a fray Servando
Teresa de Mier, acérrimo crítico del emperador
MIRANDA ROMERO ESPECIAL
Entre los hombres no se necesitan sino farsas, porque
todo es una comedia
Es el año 1822 y en un llano desértico a
las afueras de Iguala dos ejércitos se encuentran frente a frente,
uno con el uniforme realista español, el otro llevando la bandera
de los que luchaban por deshacerse de un dominio que había durado
demasiado. Supuestos enemigos que contemplan silenciosos a sus generales,
que dan un paso al frente y en una imagen para la posteridad se dan la
mano y se funden en un incómodo abrazo que ahora reconocemos como
la consumación de la Independencia de México.
En la obra de teatro 1822, el año que fuimos
imperio, se narra el periodo de transición desde el ascenso
de Agustín de Iturbide como emperador hasta el inicio de la Républica
en nuestro país. Es una puesta en escena tragicómica que
nos muestra el otro lado de las intrigas políticas que poblaron
los primeros años de nuestra nación independiente, con un
espíritu que nos hace encontrar escalofriantes paralelismos con
nuestros días. Esta visión sarcástica tiene su principal
figura en fray Servando Teresa de Mier, hombre culto e inteligente que
hizo de su mordaz lengua el instrumento para ejercer una constante crítica
a la política de esos años, quitándole solemnidad
a las figuras que nos obligamos a reconocer como héroes de la patria,
y que en esta ocasión es interpretado por el actor Héctor
Ortega, en forma por demás notable.
Dirigida por Antonio de Castro, la obra se presenta en
el teatro Juan Ruiz de Alarcón y ha sido construida a partir del
texto original de Flavio González Mello.
Paralelismos entre el imperio y la actualidad
"Desde
hace muchos años tengo la fortuna de conocer a Flavio (González
Mello), quien tiene una gran pasión por la historia de México.
El me mostró la obra y me emocionó mucho este proyecto, pues
me pareció que tocaba una serie de temas muy interesantes de manera
divertida. El tema de la obra es cómo se hace un país y la
figura del padre Mier es muy inspiradora, ya que es un personaje que tiene
una gran pasión por el debate y, pese a que es un polemista y beligerante,
tiene esta enorme integridad inteclectual que a mí me resulta satisfactoria",
dice el director.
Sobre los paralelismos entre la obra y la actualidad,
De Castro dice: "en aquellos años se toman una serie de decisiones
muy curiosas, como el nombrar emperador a un general del ejército
español, lo cual parecía lo más sensato para consolidar
el imperio, y así se empiezan a dibujar muchas correspondencias
interesantes con nuestra época, como si hiciéramos una obra
que se llamara 2002, y después de todas las celebraciones de la
incipiente democracia, que por sí sola no arregla nada, uno se pregunta
¿cómo es posible que el país haya votado por quien
votó? Hay todas estas correspondencias que se dibujan entre el imperio
de Iturbide y nuestra época, aunque el propósito de la obra
no es hacer una paráfrasis con el momento en el que vivimos, pero
es interesante ver que todo el circo de la clase política de esa
época guarda correspondencia con lo que sucede ahora, como el hecho
de que en la época de Iturbide hay una enorme rivalidad entre el
Ejecutivo y el Congreso, llegando incluso Iturbide a disolver éste
argumentando que no puede gobernar con un Congreso de oposición,
que no le dejaba hacer nada. Servando dice: la patria no existe, lo que
existe es la gente. La obra es una sátira, lo que no es extraño,
pues la vida de la clase política y la comedia en México
siempre han ido de la mano y uno ve cómo el juicio político
a veces es tan parcial, los personajes de la política son héroes
adorados, son nuestros padres y luego estos mismos se vuelven enemigos
despiadados, como es el caso de Iturbide, quien de ser tomado como el padre
de la patria termina como enemigo, desterrado en Irlanda, acusado de robar
y de abrir cuentas millonarias en Suiza, lo que parece que nosotros nos
inventamos, pero es cierto y ahí esta; la obra ayuda a profundizar
en esa época que es muy importante pues es cuando se crea la idea
de nación''.
-¿Cual es la característica principal de
la puesta en escena?
-Tratamos de retomar, en parte, la estética de
las monografías de papelería, pues me parece monstruosa la
educación que tenemos, sobre todo la enseñanza de la historia,
y estoy seguro de que hay mucha gente que ni sabe lo que ocurrió
en 1821. Lo que tenemos son imágenes, una iconografía común
que contiene estos dibujos en colores pastel, estos dos generalotes dándose
un abrazo en un llano de Iguala; quisimos partir de este mundo de estampitas
para subirlas al escenario e intentar proyectarlas en volumen, como si
se movieran y hablaran. La puesta recurre a varias convenciones teatrales
muy decimonónicas; tenemos toda esta telonería muy perfectiva,
como las litografías del siglo XIX, y eso lo hace también
muy divertido, pues hace mucho que no se hacía algo así,
como una obra a la antigüita, lo que hoy es una idea inusual.
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Por su parte, el escritor Flavio González Mello
reflexiona sobre el personaje de fray Servando Teresa de Mier: "El es un
personaje que vivió muchas aventuras. Su vida está llena
de episodios emocionantes; se podrían haber hecho muchas obras de
teatro, pero al revisar la historia me llamó la atención
esta idea de llamar al rey de España para que viniera a convertirse
en rey de México. Comencé a hurgar en el Diario de debates
del primer Congreso mexicano y encontré una serie de dichos y sucesos
que me remitían a lo que es el Congreso de la época actual,
y ahí se conformó la historia e inicié el proceso
de escritura.
"En la obra yo intento que estén las visiones de
las figuras más representativas de la época. Lo que me llamó
la atención del padre Mier fue su sentido del humor, lo que siempre
se agradece. A veces se metía en alegatos muy complicados, pero
podía sintetizar con sarcasmo, lo que es un arma muy poderosa. Da
mucha risa lo que dijo cuando lo invitaron a la coronación de Iturbide:
Les ruego me disculpen, pero como soy sacerdote, la Iglesia me prohíbe
ir a comedias.
"Siento que en la política actual no hay una figura
como fray Servando Teresa de Mier, que posea una gran lucidez política
junto con un gran sentido del humor. Es prócer de la Independencia,
pero antisolemne. Actualmente hace falta alguien con la agudeza del buen
sarcasmo".
Más que una reflexión gratuita
El
maestro Héctor Ortega, quien personifica a fray Servando Teresa
de Mier, abunda: "Esta no es una reflexión gratuita de la historia
de México, sino un análisis de la situación actual.
Ahí están todos los elementos: la cargada, la lambisconería,
la dependencia, el acarreo, las trampas, la desintegración del país
por la dependencia al extranjero, todo esto es vigente; también
hay un cambio de la dictadura de Iturbide a la República democrática,
que tiene que ver con los acontecimientos que ocurren en nuestro país.
Parece que se está hablando de los partidos políticos actuales
y de los presidentes de los últimos sexenios. Aunque Antonio o yo
buscáramos la solemnidad no podríamos porque él viene
de una comedia con un gran sentido del humor y yo soy hijo del clasicismo,
pero también de la vanguardia teatral y del humor. Soy el primero
que dio un curso de sketch cómico en la universidad; tenemos
una buena dosis de elementos para reír. Aparte, yo me siento en
mi mejor momento, desde La muerte accidental de un anarquista me
da la impresión de que todas las obras de teatro que he hecho me
las mandaron hacer. Me encanta el personaje, un loco, un libertario, y
eso es apasionante; como Ernesto Guevara, esas personas que aman con pasión
la libertad y la justicia y están al servicio de las grandes causas
del hombre".
1822, El año que fuimos imperio, de Flavio
González Mello. Dirección: Antonio Castro. Con Héctor
Ortega, Mario Iván Martínez, Emilio Ebergenyi, Hernán
del Riego, Martín Altomaro, Juan Sahagún, Sergio López,
Humberto Solórzano, Mario Zaragoza, Alan Kerriou, Eugenio Lobo.
La música original corrió a cargo de Eduardo Gamboa y la
responsable de escenario y vestuario es Mónica Raya. Se presenta
en el teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario;
Insurgentes Sur 3000. Funciones: jueves y viernes a las 20 horas, sábados
a las 19 y domingos a las 18 horas.