Elena Poniatowska
Centenario de Leopoldo Méndez/ III y última
El estridentismo no trascendió
''El estridentismo -expresaba el grabador Leopoldo Méndez-
no logró trascender dentro de la cultura mexicana, al menos como
movimiento. La nuestra era una posición de protesta en contra de
lo que considerábamos académico y convencional en el arte.
El estridentismo, en su intención, era algo así como el dadaísmo
en Francia o el marinettismo en Italia. Fue sólo un reflejo de los
movimientos futuristas y de las inquietudes que se manifestaban en Europa
después de la Primera Guerra Mundial. Pero es interesante hacer
notar que todos los que formaron este grupo pertenecen al campo progresista
del México actual.
''En 1921 se editó la revista Irradiador,
órgano de los estridentistas, pero nosotros le decíamos 'Irrigador'.
Yo hacía dibujos con intención modernista. No diría
que eran cubistas, pero tenían cierta influencia de lo que Diego
Rivera había traído a México de su época cubista
en Europa. Estos dibujos son totalmente distintos a los posteriores, pero
la producción fue corta.
"Dentro de mi formación, considero que estudiar
en San Carlos fue bueno para mí porque teníamos siempre un
modelo vivo. Allá, durante el tiempo que estuve, estudiamos y dibujamos
más que lo que se practicó años después. Todo
lo tomábamos más en serio, con más responsabilidad.
Las clases comenzaban a las ocho de la mañana y terminaban a las
10 de la noche. Fueron compañeros míos Julio Castellanos
y el Corcito, Antonio Ruiz. Trabajábamos con verdadera pasión
tratando de resolver nuestros problemas a veces con buenas indicaciones
de nuestros profesores y a veces sin ninguna, porque hay profesores a quienes
podemos llamar maestros y otros que no son más que profesores. Puedo
decir ahora que mis maestros fueron Izaguirre, Herrán y Gedovius."
A Leopoldo, Ignacio Millán lo invitó en
1938 para que lo ayudara en la ilustración y el formato de una revista
cultural que se hizo en Veracruz, Norte. Además, el doctor
Millán le consiguió una chamba, muy triste, bueno, a veces
divertida, en Sanidad del puerto. ''Tenía yo que autopsiar
diariamente antes de la comida, por lo menos una media docena de ratas
en descomposición para investigar si había peligro de peste.
Pero por la tarde, me desquitaba yo yendo a tirar la cubeta con las ratas,
mar adentro, y buenos sustos me pegaron, en alguna ocasión los tiburones
que rodeaban mi barquita. ¡Ah, Chihuahua!
''Ese año de 1928 fue un año de trabajo
fructífero porque dibujaba yo, grababa, para hacer la revista; también
hacía carteles de propaganda revolucionaria que yo mismo tenía
que fijar en las paredes. ¡De la autopsia de las ratas pasé
a las Misiones Culturales, cuando Ezequiel Padilla era ministro de Educación.
Fui misionero unos cuantos meses, pero nunca dejé de hacer dibujos
para dos periódicos: El Sembrador, órgano del Partido
Nacional Revolucionario, y El Maestro Rural, que editaba la Secretaría
de Educación Pública. Tuve suerte en eso de las ilustraciones.
''En esos periódicos conté especialmente
con la comprensión generosa y la estimulante ayuda del maestro Gilberto
Bosques quien, junto con Rómulo Velasco Cevallos, lo dirigían.
¡Cómo los hice batallar con mis tardanzas! Iban hasta donde
yo estaba de misión para urgirme mi colaboración. Desde aquel
entonces he trabajado para el Estado mexicano con verdadero interés
en todo lo que he considerado útil, de progreso social, económico
y político que éste ha realizado, así como lo he criticado
en todo lo que me ha parecido negativo y contradictorio.
''Soy, por tanto, un producto de lo que es mi país
y su gobierno, en sus retrocesos; para combatir con la crítica los
retrocesos, trabajé en la prensa más radical con grabados
y dibujos.
"Empecé a tener contactos con gente y con amigos
que sabían que hacía yo grabados, y como no tenía
muchas pretensiones monetarias, mis amigos que eran bastante arrancados
me buscaban para que les ilustrara trabajos. Ya para entonces las manifestaciones
revolucionarias se seguían la una a la otra y hacíamos carteles,
volantes y desplegados para los periódicos, y como éste nunca
ha sido un trabajo retribuido, las cosas siguieron difíciles. De
todos modos no me quedaba yo sin comer.
''Cuando regresé de las Misiones Culturales empecé
a conocer más a fondo los grabados de José Guadalupe Posada
mediante la revista que Frances Toor publicaba: Mexican Folkways.
También Gabriel Fernández Ledesma dirigía otra revista
muy buena: Forma. Tuve conciencia del movimiento artístico
que se desarrollaba en México con gran fuerza. Se habló entonces
mucho de Posada como de un precursor del movimiento muralista mexicano
aunque, como se verá, éste fue años más tarde
de que aquél se iniciara. Desde esas épocas, en la medida
de mi capacidad de producción, he colaborado en casi toda publicación
avanzada, fuera política o simplemente cultural. Mis estímulos
han sido en gran parte las agrupaciones de artistas en las que se trabaja
con miras muy amplias, cual debe ser. Cuando éstas dejan de ser
así las he dejado o simplemente me he alejado."
Piedra de toque
Tuve el privilegio de escuchar no sólo a Leopoldo
Méndez sino a Pablo O'Higgins, Mariana Yampolsky, José Sánchez,
el impresor; Alberto Beltrán, Andrea Gómez, Rafael Carrillo,
Fanny Rabel, Adolfo Mexiac. También sus grandes amigos, los periodistas
de El Popular entre quienes se contaba el fabuloso José Revueltas,
eran en cierta forma sus ideólogos, como lo fueron Narciso Bassols
y Vicente Lombardo Toledano. Adoraban todos a Macrina Rabadán, una
diputada de rebozo y sonrisa subyugante que finalmente no logró
hacer gran cosa en el sexenio de Adolfo López Mateos, quien también
admiró mucho a Leopoldo por medio de Gabriel Figueroa, y por él
creó el Fondo de la Plástica Mexicana para hacer extraordinarios
libros del arte de México.
''No he vuelto a encontrar hombres y mujeres tan desinteresados;
escuchar a Pepe Alvarado era una maravilla y solía hablar durante
horas con un 'pálido jaibol' en la mano. También Francisco
Martínez de la Vega solía platicar con Ricardo Cortés
Tamayo, Sara Moirón y Antonio Vargas Mc Donald. Amigos de Rafael
Galván, quien atacaba a los famosos líderes corruptos llamados
los ''cinco lobitos"; todos citaban de memoria a José María
Luis Mora, Ignacio Manuel Altamirano y Angel del Campo Micrós.
Eran sus héroes. A los jovencitos del suplemento México
en la Cultura, de Fernando Benítez, los veían como cachorros.
''No son lo suficientemente nacionalistas". Odiaban lo extranjerizante.
Decían que deformaba el gusto.
Hasta Leopoldo, por lo general tranquilo, hablaba de ensalzar
a los héroes nacionales, los científicos nacionales, la artesanía
popular, la belleza plástica vinculada a la colectividad, es decir
a los explotados, los apaleados, los que viven al margen. Todo lo suyo,
hasta un lápiz sin punta, Leopoldo lo llamaba ''material de lucha".
Si yo aventuraba que Cortázar había publicado Rayuela
y Mario Vargas Llosa La ciudad y los perros, Alberto Beltrán
me fulminaba con la mirada. Leopoldo no. Siempre se preguntó si
la obra que él mismo hacía respondía a las necesidades
de los trabajadores y en las discusiones colectivas del Taller de Gráfica
Popular que habría de diluirse a partir de su salida. Leopoldo Méndez
fue la piedra de toque, el guía, el generoso, como también
lo fue Pablo O'Higgins, quien escuchaba con respeto y curiosidad a todos.
Militante y gran artista
Este año se cumple el centenario de Leopoldo Méndez
(1902-1969), cuya obra, según valora Elena Poniatowska, lo distingue
como uno de los "grandes artistas de nuestro tiempo y uno de los mejores
grabadores contemporáneos".
Militante del Partido Comunista Mexicano (PCM) y miembro,
en los años 30, de la emblemática Liga de Escritores y Artistas
Revolucionarios (LEAR), además de colaborador del Taller de la Gráfica
Popular -del que fue uno de sus fundadores- sus dibujos ''no desmerecen
ante un Daumier, Durero, Goya y Rembrandt", escribe Poniatowska. Méndez
obtuvo en 1946 el Premio Nacional y realizó grabados para las películas
Río Escondido (1947), La rebelión de los colgados
(1954) y Un dorado de Pancho Villa (1966), entre otras.