TOROS
Un terciado encierro de La Guadalupana puso a cada
quien en su sitio
Carismática actuación de Sánchez
y cornada grande a Guzmán
Tres buenos novillos Orlando Huerta, con clase Volvió
a emocionar el menudito Montiel
LEONARDO PAEZ
Cuando intentaba rematar con el pase de pecho, el primer
espada Gerardo Guzmán, de Uriangato, Guanajuato, fue prendido por
el bien armado Alejandrín (400 kg), produciéndole
una cornada penetrante de vientre con dos trayectorias, una hacia arriba
de 20 centímetros.
En
el quinto festejo de la Feria Nacional del Novillero Telmex 2002, segundo
con picadores, celebrado ayer en La Florecita, se lidió un terciado
encierro de La Guadalupana. Sin la imponente presencia del memorable encierro
de San Marcos y sin la clara bravura de los de El Batán, las reses
de don Juan Flores tuvieron sin embargo el trapío y la casta suficientes
para que ante ellos los muchachos midieran armas físicas, técnicas
y anímicas.
Abrió plaza el citado Alejandrín,
que embistiendo de largo fue llevado hasta los medios por Gerardo Guzmán,
de rosa y oro, en ligadas verónicas. De pronto, la suerte de varas
se convirtió en el asesinato a mansalva de un individuo con nombre
y apellidos, y aquel novillo recibió dos puyazos fuera de toda proporción,
tanto por el tamaño de la puya como por la ineptitud del varilarguero,
que nunca sintió la embestida, es decir, cuándo debió
aflojar el palo ante la medida fuerza del astado. Las consecuencias de
tamaño error serían funestas.
Tras dejar un reguero de sangre por la arena y de acometer
todavía en un quite por gaoneras y en un bien intencionado tercio
de banderillas, el novillo aquel se echó en los medios, semimuerto,
lo que hizo a Guzmán confiarse e intentar la faena convencional
ante un toro que forzosamente tendía a defenderse. Sin estar embebido
en el engaño, bastó un derrote seco del moribundo animal
para que sobreviniera el percance.
Orlando Huerta, del DF, de azul pavo y oro, se las vio
con Juancho (406 kg), otro bien presentado burel al que Beny
Carmona
buen cuidado tuvo de señalarle apenas el puyazo. Quitó Huerta
por quietas pero frías gaoneras y replicó El Cade
por
vistosas orticinas. Claro y con media embestida llegó el astado;
elegante pero breve anduvo el torero, acompañando bien con la cintura
y templando mejor, pero rematando las tandas luego de dos muletazos. Se
puso pesado con el acero y escuchó un aviso, así como la
ovación de reconocimiento a sus buenas maneras más que a
su entrega.
Mientras tomaba nota del siguiente novillo, un tremendo
silbatazo a mi lado me hizo saludar a un viejo conocido al que no conocía
personalmente: Gumaro Aranda ?vaya un nombre torero?, autor del emblemático,
sonoro y prolongado chiflido que se escucha en la Plaza México,
"de apoyo, de gusto, no de censura", me aclaró el potente chiflador.
Presencia torera de Rogelio Sánchez
De Apizaco, Tlaxcala, volvió a esta plaza Rogelio
Sánchez, que enfundado en un terno verde bandera y pasamanería
negra realizó lo más impactante de la tarde, no tanto por
la técnica desplegada como por el interés provocado en los
tendidos.
Nico (362 kg), negro girón, tocado del derecho,
contribuyó al despliegue torero y creativo de Rogelio, que sin pensarlo
demasiado le recetó tres largas cambiadas en tablas y luego sentidas
verónicas, rematadas con una luminosa suerte en que la capa se volvió
pañuelo de mago. El público aplaudió de pie. Tras
una vara simbólica, realizó el quite de la mariposa, y junto
con su paisano Montiel cubrió lucidamente el segundo tercio, cuadrando
en la cara, jugándosela y disfrutando con solvencia los pares.
Con un dominio escénico excepcional, sin caer en
chabacanerías ni recursos fáciles, Sánchez realizó
una torera faena por ambos lados, sin dudar, gustándose, sintiendo
cuanto hacía, vendiendo las suertes, quedándose quieto en
éstas y transmitiéndolo al público. Al perfilarse
se hizo un profundo silencio, y al dejar una entera contraria, surgió
el alarido. El novillo tardó en doblar, Rogelio intentó el
descabello varias veces y lo que pudieron ser dos orejas quedó en
estruendosa vuelta al ruedo. Si en el callejón lo hubieran dejado
equivocarse, en vez de querer asesorarlo. Pero vaya porvenir que se abre
para esta joven promesa.
Cuando un torero posee dominio escénico, seguridad
y empaque, el hueco que deja en el ruedo es muy difícil de llenar,
y eso ocurrió con Roberto José Pedroza y con Ricardo López
El
Cade, ambos de Guadalajara, que por más empeño que pusieron
en su labor, ya no pudieron alcanzar el tono torero de Sánchez.
El novillo de Pedroza incluso fue aplaudido en el arrastre y El Cade
salió
al tercio por su cuenta.
El menudito Claudio Montiel, también de Apizaco,
ante el novillo más incómodo, volvió a derrochar afición
y entrega en los tres tercios, aunque ya sin asegundar en el corte de oreja
de su presentación. Pero, honestamente, ¿baja estatura no
mata futuro taurino? Si los de proporciones normales no ven un pitón...