Control de espacios, la posible causa del homicidio
Asesinato de un reo, preámbulo de la Guelaguetza en reclusorio
ARTURO JIMENEZ
El de ayer no fue un día normal en el Reclusorio Preventivo Varonil Oriente de la ciudad de México. Y no debido a la afluencia masiva de los familiares y amigos que cada domingo acuden a convivir con los más de 8 mil internos del lugar, sobrepoblado 40 por ciento. Dos fueron los hechos que marcaron el ya conocido ajetreo dominical: uno, claro y esperanzador; otro, oscuro y lamentable.
El primero: la presentación, sin precedentes en los reclusorios capitalinos, del espectáculo oaxaqueño de la Guelaguetza, en la explanada de la visita familiar, con una asistencia de alrededor 15 mil personas, entre internos y visitantes. Es decir, las danzas y la música de las siete regiones de ese estado -tradicionalmente representadas en el cerro que domina el valle en el que se asienta la vieja ciudad de Oaxaca-, ahora recreadas entre los gruesos y altísimos muros del centro penitenciario.
"Este fue un espectáculo extraordinario, aunque de manera normal tenemos eventos cada semana para el entretenimiento de los internos. Considero que fue un éxito, porque se guardó el orden, hubo respeto y alegría de los espectadores, además de comunicación entre artistas y público", señala en entrevista el director del reclusorio, Erasmo Pérez Córdova.
Tras mencionar la importancia de las actividades educativas, laborales y deportivas en la búsqueda de la readaptación de los internos, el funcionario agrega: "Pero el arte y la cultura son de los elementos más importantes para el mejoramiento de todo ser humano, se encuentre interno o no. Mientras más arte tuviéramos en nuestra educación, desde los niños hasta los adultos, mejores ciudadanos habría.
"Desgraciadamente, ante la escasez de recursos oficiales, el arte ha sido desplazado de los programas de gobierno. La cultura humanística se está dejando de lado. En este centro tratamos de llevar el arte y la cultura a los internos, como la Guelaguetza o el concierto del lunes en la tarde de la orquesta del Conservatorio Nacional de Música. Poco a poco lograremos que nuestros internos sientan amor por el arte.
"Si en el mundo tuviéramos más artistas habría menos criminales. Un interno que vive aquí por años, en un mundo agresivo, cuando tiene eventos de este tipo se está desfogando. Le estamos bajando la presión a ese caldero que está hirviendo dentro de él mismo. Y es necesario y fundamental, porque de otra forma explotarían."
Un caldero que explotó
Sin embargo, al tiempo que se abría la muestra grastronómica paralela, que sirvió como preámbulo a la Guelaguetza, alrededor de la una de la tarde, en un pasillo del dormitorio cuatro, el reo Héctor Mendoza Flores, de 30 años de edad, era picado en tres ocasiones con una punta que poco después le quitó la vida. El o los agresores ya no pudieron aguantar la presión de su caldero interno.
Alrededor de las 4:30, luego de comer con un pequeño grupo de invitados que asistieron a la Guelaguetza en el reclusorio, Pérez Córdova informaba a La Jornada que las primeras investigaciones indicaban la existencia de dos sospechosos y que las causas del asesinato podrían deberse a las constantes rencillas entre grupos rivales de reos por el control de espacios y de cotos de poder.
"En una población de 8 mil reos, donde hay secuestradores, violadores, asesinos, asaltantes, son muy comunes las rencillas. Entre ellos se roban, agreden, crean pandillas que tratan de imponerse y de desbancar a otras, lidercillos y caciquillos en los dormitorios que quieren imponer su autoridad, y viene otro a arrebatarle el liderato y se crean conflictos."
Con un locutor al principio nervioso y enseguida repuesto ante un auditorio de varios cientos de reos que le chiflaron por un lapsus, la presentación del grupo de danza Renacimiento Oaxaqueño y de la banda Laguna Encantada, dirigida por el maestro José Ventura Gil, comenzó pasadas las 2:15 de la tarde.
Pocos, al parecer, sabían ya del asesinato en el dormitorio cuatro, pero pronto la noticia corrió de manera disimulada entre la gente vestida de beige. En una comunidad sobrepoblada es imposible no enterarse. Al día de ayer, el cupo en dormitorios se cuantificaba en 4 mil 766 reos y el sobrecupo en 3 mil 450. Pero, según Pérez Córdova, los domingos el reclusorio alberga unas 30 mil personas, 21 mil de ellas visitantes.
Además, se trataba del segundo asesinato por riñas en los dos meses que Pérez Córdova, quien antes laboraba como asesor en la Subprocuraduría de Atención a Víctimas de la Procuraduría de Justicia capitalina, lleva de director.
Al fondo, en un pasillo
No obstante, la primera noticia que tuvo La Jornada acerca de la muerte de Mendoza Flores ocurrió dos horas y media después de sucedida, de manera intempestiva, al fondo de un pasillo apenas iluminado por un acceso que da a un pequeño patio. Ahí, en la sombra, con los pies al exterior, un cuerpo yacía cubierto por una manta.
-ƑY eso qué es?
-Un muerto -respondió un custodio.
-ƑQué le pasó?
-Lo picaron.
Atrás quedaba el bullicio de la explanada con sus tenderetes de tianguis, mesas para comida comprada o llevada, boleros y artesanos de galeones de madera, de santísimas muertes talladas en hueso, vendedores de burbujas, de dulces, de paseos para niños en carritos empujados por los mismos internos. Una explanada con un suave olor a mariguana proveniente de cualquier lugar.
Un bullicio de miles de reos con sus esposas e hijos, con sus mamás y escasos papás o hermanos, con sus novias y sus aún más escasos amigos. Quedaban también atrás los brazos tatuados, los muchos rostros ya endurecidos por inocultables historias, pero también algunos rostros de desazón, y otros, poquísimos, de esperanza.
Atrás quedaba, de igual modo, la tensión constante que viven los cerca de 150 custodios vestidos de negro que vigilan el lugar, sobre todo de los que se mezclan entre los miles de reos sin más armas que una carga de gas lacrimógeno, un tolete, un radio y su capacidad de persuasión.
Y más atrás aún, en la ruta de no retorno, quedaba la vida truncada de Héctor Mendoza Flores, uno de los miles de jóvenes que conforman la población de este reclusorio. Según cifras oficiales, casi 7 mil de los más de 8 mil reos tienen entre 18 y 41 años.
Quizá por eso Pérez Córdova menciona un programa que será puesto en marcha, en unos días, por la Dirección General de Prevención y Readaptación Social del Distrito Federal, el cual buscará la "rehabilitación total" de los jóvenes primodelincuentes. "Muchos se encuentran presos por circunstancias ocasionales, pero aún no han consolidado un perfil de delincuentes", dice.
Son alrededor de las 4:40 de la tarde. El cuerpo del joven es trasladado en un vehículo oficial al Semefo para la autopsia de rigor. Algún funcionario del área de trabajo social tendrá la difícil tarea de dar aviso a sus familiares, se informa.