Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 20 de mayo de 2002
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Política
Adolfo Gilly

Carta abierta al secretario de Gobernación

Señor secretario: a principios de junio se cumplirán cuatro años de la matanza de El Charco, estado de Guerrero, una de las llevadas a cabo durante el gobierno del doctor Ernesto Zedillo. Los hechos son conocidos: en la localidad de El Charco, el 7 de junio de 1998, fuerzas del Ejército federal rodearon una casa donde dormían campesinos que habían participado en una reunión el día anterior. Testigos afirman que algunas personas armadas dormían en habitación aparte.

A eso de las 3 de la mañana, la fuerza federal intimó rendición a todos. Los rodeados se negaron a salir mientras fuera noche. Entre las 7 y las 8 de la mañana, ya con la luz del día, aceptaron entregarse. Un grupo salió con los brazos en alto, todos desarmados, y declararon la rendición a gritos. Una vez rendidos, 11 fueron ejecutados, entre ellos el estudiante Ricardo Zavala, conforme consta en el expediente con testimonios de diversas personas y organizaciones de derechos humanos que obra en mi poder.

La versión oficial dijo que cayeron en un enfrentamiento armado entre el Ejército y un grupo guerrillero. Las cifras son las típicas de las masacres, no de los combates: 11 muertos de un lado, ni una baja -fallecido o herido- del otro. ¿Cuál enfrentamiento?

El 7 de junio de 1998 en El Charco hubo una masacre realizada por el Ejército, no por particulares ni paramilitares, como en Acteal. El responsable de esos hechos no es el soldado que disparó su arma ni el oficial que le dio la orden. El responsable de un hecho de esta magnitud, mientras no se pruebe lo contrario, es el jefe supremo de las fuerzas armadas, para este caso el doctor Ernesto Zedillo, entonces presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

En esa ocasión fue detenida Ericka Zamora, estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Fue vejada, torturada y acusada de diversos delitos, ninguno de los cuales ha sido debidamente probado. Es una presa política del régimen de Ernesto Zedillo, el cual ya se cobró en esa sola ocasión nada menos que 11 muertos, todos ejecutados, sin que hasta ahora haya tenido que rendir cuentas de nada.

¿Once muertos contra nada, señor secretario? ¿Nadie responde por la ejecución en frío de los campesinos rendidos? ¿Y encima Ericka Zamora, presa desde hace cuatro años y trasladada de una cárcel a otra? ¿No se han cobrado ya bastante en vidas y sufrimientos los señores del gobierno, que a la sociedad, al fin de cuentas, ni los muertos ni los sobrevivientes ni Ericka nada debían?

Señor secretario:

Tengo entendido que usted es hombre de leyes, y también de gobierno. ¿Por qué, entonces, bajo el gobierno en el cual usted ocupa un cargo prominente se mantiene esta injusticia? ¿Por qué se hacen custodios de una venganza heredada? ¿A quién mató, a quién hirió, a quién robó Ericka Zamora? Su único delito era luchar contra un régimen al cual, tengo entendido, también usted se oponía.

No faltará quien responda que la justicia es independiente y debe seguir su curso. Señor secretario, estoy escribiendo en serio. Muchos hemos conocido en carne propia cómo funcionaba esa justicia cuando de presos políticos se trataba, y cómo sigue funcionando todavía. Lo que yo veo desde donde estoy es que Ericka Zamora, presa política del gobierno anterior, es hoy presa política del gobierno del licenciado Vicente Fox.

Señor secretario:

Los diversos procedimientos para terminar con esta situación son conocidos y usted, hombre de leyes y de gobierno, pero sobre todo ciudadano bien informado, los conoce también. Es hora de que cese esta venganza que ha durado ya cuatro años.

Ericka Zamora debe salir en libertad. De su gobierno depende, señor secretario, y de nadie más.

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