Ya sabes mi paradero es la nueva obra
de la directora de Literatura del INBA
Quise llenar el abismo entre mi vida en México
y el exilio español, asegura Anamari Gomís
''Siento culpabilidad cuando no hago compatible mi labor
de funcionaria con la escritura''
CESAR GÜEMES
Seis años invirtió Anamari Gomís
en escribir las casi 500 cuartillas de su nueva obra, la novela Ya sabes
mi paradero (Plaza & Janés), y en saldar la deuda contraída
con el exilio español del cual su familia forma parte. La actual
titular de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) había
incursionado en la escritura de varias formas antes de llegar al más
extenso de sus trabajos hasta ahora: A pocos pasos del camino, La
portada del Sargento Pimienta y El artificio barroco de Los peces,
de Sergio Fernández.
(Ya
sabes mi paradero será comentada el jueves 16 a las 19:30 horas
en Casa del Risco, Plaza de San Jacinto 15, San Angel, por Víctor
Hugo Rascón Banda, Angeles Mastretta, Federico Patán, Eduardo
Antonio Parra, y contará con la lectura de María Rivas y
Héctor Suárez Gomís.)
No es sencillo empatar el desempeño al frente de
Literatura del INBA y escribir una novela que implicó un largo proceso
de investigación. Así nos lo explica la autora: ''La escribí
a lo largo de seis años que viví en Washington, mientras
impartía clases en la Universidad de Georgetown y acompañaba
a mi esposo, entonces embajador de México. El magisterio me dejaba
buenos lapsos para dedicarme a mi obra. Regresé a nuestro país
a corregirla pero le dediqué todo el primer periodo a la escritura.
Por lo demás, es muy difícil compartir la labor de funcionaria
con el trabajo creativo, es preciso realizar un sobresfuerzo, algo que
muchas ocasiones no consigo y me genera culpabilidad. Aunque de un tiempo
a esta parte me he dedicado a escribir una cuartilla diaria por lo menos.
Claro, una obra como Ya sabes mi paradero, que contiene tantos datos
y que de algún modo es una novela histórica, implica una
dedicación casi absoluta".
Verdad e invención
-¿Te ayudó la distancia, hablar de México
desde Washington?
-Sí, desde luego. Fue un divorcio necesario del
mundo que iba a tratar.
Por su parte, hay una buena dosis de autobiografía
en Ya sabes mi paradero. Dice Gomís: ''Como hija de exiliados
españoles tenía que contar esta historia. Así que
mucho de lo que ocurre en la obra es verdad y mucho es invención.
Cuando mis padres estaban a punto de dejar París, porque ya habían
entrado los alemanes, él decide irse, salir por tren, pero no hay
espacio. Mi padre pertenecía al Partido Comunista, como el personaje
de la novela, y de modo parecido se le acerca un desconocido para informarle
que un tren clandestino saldrá al día siguiente. Mis padres
toman ese tren y ocurre en la vida real que aquel para el cual no alcanzó
boletos había sido bombardeado rumbo a Burdeos. Todo esto lo tenía
que contar, es parte de la mitología de mi crecimiento. Tan importante
era narrar hechos de ese tipo como describir que la vida en México
de familias como la mía sólo contaba con referencias de familiares
en algún paraíso perdido, a diferencia del resto de la población.
Llenar el abismo entre la vida en México como mexicana y provenir
de padres españoles fue la función de escribir esta novela".
-Además de esta solución personal que le
das a la historia, de un tiempo a esta parte las escritoras nacionales
se apegan más a las sagas familiares que a las individuales. ¿Estarías
de acuerdo?
?En mi caso veo una necesidad de reflexionar sobre ciertos
acontecimientos muy importantes que transforman la vida cotidiana de las
personas. Es probable que la apreciación que sugieres sea válida,
aunque en el panorama narrativo nacional aparecen otras variantes, como
la nueva novela de David Toscana, cuyo mundo es cotidiano y pasmoso al
mismo tiempo. En cuanto a las novelas recientes hechas por mexicanas encuentro
que, por ejemplo, Angeles Mastretta ha tratado de narrar más allá
del pequeño suceso y que en Mal de amores, ahora que se relanza,
hay una necesidad de saga familiar. Y lo mismo, ahora que lo veo desde
esta óptica, la hay en Café cortado, de Mónica
Lavín. Es como si necesitáramos narrar ya no la vida adolescente,
sino las historias amplias que en última instancia son los pequeños
mitos que produce la literatura