MENTIS A BUSH
Ayer,
en el segundo día de su visita a Cuba, el ex presidente estadunidense
James Carter, tras visitar en compañía del presidente Fidel
Castro el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología
(CIGB) en La Habana, manifestó su certeza de que en la isla no hay
ninguna fabricación de armas biológicas ni indicio alguno
de que los científicos cubanos compartan información o tecnología
en ese terreno con Libia u otros países clasificados por Washington
en la lista de estados "enemigos". De esta forma, el ex mandatario demócrata
puso en evidencia algunas de las mentiras en las que se fundamenta el discurso
y la práctica del gobierno de George W. Bush en su ofensiva contra
el "terrorismo mundial".
Carter no sólo desmintió la producción
de armamentos de destrucción masiva sino que elogió "el caso
único, el de Cuba, en el que se han desarrollado descubrimientos
científicos y medicinas que son llevados a cabo con un sentido humanitario
y no por la búsqueda de una utilidad económica". Más
aún, el político georgiano recomendó "una relación
más estrecha entre Cuba y Estados Unidos en el campo de la biotecnología".
Cabe recordar que el pasado 6 de mayo el subsecretario
de Estado para Control de Armas y Seguridad Internacional, John Bolt, acusó
públicamente al régimen de Castro de producir armas biológicas
y de compartir la tecnología correspondiente con integrantes del
embuste denominado "eje del mal", que comprendería, además
de Libia, a Irán, Irak y Corea del Norte.
La calumnia contra Cuba divulgada por Bolt era en realidad
una coartada para incorporar a la isla en la lista de las amenazas imaginadas
por Bush contra la paz mundial, la democracia, la estabilidad y la seguridad
de Estados Unidos y sus aliados; y que en realidad conforman el eje argumental
de una campaña política, diplomática, militar y económica
orientada a consumar el control hegemónico de Washington sobre el
planeta, sacar a la Unión Europea del juego de las potencias y eliminar
a los gobiernos que por razones políticas, ideológicas o
económicas disienten de la globalización tal como la concibe
Estados Unidos.
Proyectada en América Latina, esa estrategia de
uniformación de los modelos políticos y avasallamiento de
las soberanías se traduce en amenazas concretas de agresión
militar contra Cuba, en un amago de intervención bélica en
Colombia y en presiones económicas y diplomáticas sobre Venezuela.
En ese contexto, el rotundo mentís dado por Carter
a las mentiras de la administración Bush debilita el discurso belicista
de Washington para beneficio de la comunidad internacional y resulta de
gran importancia para la preservación de la paz en el hemisferio
y para desactivar una política de hostilidad y acoso contra Cuba,
que desde hace cuarenta años carece de fundamentos y se explica
sólo en función de intereses geoestratégicos y económicos
inconfesables.