Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 4 de mayo de 2002
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Deportes
La consigna de Mussolini aún retumbaba e Italia se coronó bicampeón

Europa olía a guerra en el Mundial de 1938

Brasil, la sensación del torneo, fue de los pioneros en concebir el futbol-espectáculo

Leonidas fue el máximo goleador con ocho tantos; uno de ellos lo hizo descalzo

 AFP

Olía a guerra en Europa cuando Francia hospedó el Mundial de 1938. Austria, que disponía de una gran selección, no acudió a la cita a pesar de haberse clasificado, porque el delirio expansionista de Hitler comenzó con ellos.

España tampoco fue, se desangraba en un largo y lento enfrentamiento civil (1936-39).

Con todo, 36 países se inscribieron para las eliminatorias, tres más que en Italia 34, de los cuales pasaron 15. Además, y por primera vez, se aplicó el sistema de clasificación automática del país anfitrión y el último campeón.

Brasil y Cuba, este útimo primerizo en lides mundialistas, fueron los únicos representantes latinoamericanos.

El resto boicoteó la cita porque creía que debía alternarse en continentes diferentes, por mucho que se tratara, en este caso, de una recompensa para la patria de Jules Rimet, el creador de la competición y que siempre luchó por que no se politizara.

Sin embargo, el futbol sudamericano estuvo magníficamente representado por un Brasil ya maduro. Fue la sensación del torneo gracias a uno de los pioneros en concebir el futbol como espectáculo: Leonidas, el Diamante Negro, exuberante delantero centro capaz de los más eximios malabarismos. De hecho, fue el mayor goleador de la cita con ocho tantos.

Baja fatal

En el primer partido contra Polonia metió tres goles -uno de ellos descalzo, porque llovía mucho- en un vibrante encuentro que terminó 6-5 para los auriverdes. En cuartos fue decisivo contra los duros checos y en semifinales contra Italia.

Leonidas no jugó el primer partido porque el entrenador brasileño decidió reservarlo para la final, porque estaba convencido de la victoria.

Craso error, porque los italianos, que defendían su título de campeones con el mismo seleccionador, el autoritario Vittorio Pozzo, y prácticamente las mismas figuras que en 1934, se mostraron imparables, debido tal vez a que en sus oídos retumbaba aún la convincente consigna de Benito Mussolini: "victoria o muerte".

Antes se habían deshecho de los noruegos y los franceses. Y el 19 de junio llegó el colofón. Dos goles de Colaussi y otros dos de Piola doblegaron a Hungría en París ante 45 mil entusiasmados espectadores.

Italia era bicampeona, pero tuvo que esperar 12 años para volver a defender su título. La Segunda Guerra Mundial estaba a la vuelta de la esquina.

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