HOMBRES DE POCA FE
El
gobierno federal ha dado toda clase de facilidades a los empresarios mexicanos
para desarrollar su actividad a lo largo y ancho del territorio, y pese
a ello, han salido del país hacia Estados Unidos 41 mil 200 millones
de dólares --monto equivalente a 34 por ciento de la deuda externa--,
hecho que para el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE),
Claudio X. González, es normal y justo.
Aunque dicha transferencia no se acerca en cantidad y
porcentaje a la registrada en un país devastado como Argentina (120
mil millones de dólares sobre una deuda cercana a los 160 mil millones),
el sentido y mecanismo de esta fuga de capitales son los mismos que en
el país sudamericano: los empresarios no confían en el gobierno,
no lo apoyan y no sostienen la moneda ni se esfuerzan por promover el desarrollo
nacional.
Como lo expresó el líder empresarial en
un lenguaje particular, "la burra no era arisca, la hicieron a palos".
Es decir, que no bastan las promesas, halagos o prebendas oficiales para
eliminar la desconfianza. Las consecuencias políticas de este hecho
son evidentes: un gobierno de grandes empresarios sufre, sin embargo, la
presión de sus congéneres y no puede contar con ellos cuando
se trata de invertir en proyectos nacionales, simplemente porque no puede
frenar la fuga de capitales ni repatriar fondos que requiere el país
para cubrir el creciente déficit de la balanza comercial y la constante
sangría que representa el pago de los servicios de la deuda.
En cuanto a las consecuencias económicas, no son
menores: no se cuenta con fondos disponibles para financiar a la pequeña
y mediana industria --la mayor fuente de empleo del país--, lo que
provoca que el consumo no crezca como debería, el desempleo no se
reduzca como es necesario, la recaudación impositiva disminuya y,
en suma, el mercado interno se mantenga débil.
No es éste el caso de que grandes capitales mexicanos
se vean atraídos por el mercado estadunidense. En realidad no tienen
una confianza mínima en la economía mexicana y las serias
dificultades por las que pasa su contraparte del norte así lo demuestran:
la mayor deuda externa del mundo, incremento del déficit en la balanza
comercial, aumento del desempleo, consumo doméstico deprimido, caída
récord en el volumen y valor del flujo de capitales exteriores y
pronósticos de una lenta recuperación.
De ahí que los llamados políticos y exhortaciones
patrióticas para revertir esta tendencia no sean suficientes, lo
que debilita doblemente al Estado mexicano e ilustra de manera clara la
forma en que funciona la tan alabada mundialización y desregulación
del capital.
Si se realiza un balance sobre la cantidad de dólares
que México exporta para el pago de intereses de deuda, sumándolos
a los que se van silenciosamente debido a los cálculos egoístas
de muchos empresarios, veríamos que la cifra supera en mucho a los
ingresos anuales de capitales extranjeros frescos, es decir, que salen
del país más divisas de las que entran. ¿Hasta cuándo
puede durar esta situación?