Robert Fisk
Bush se aleja de la realidad en Medio Oriente
George W. Bush de nuevo está teniendo visiones
-iguales a las que tuvo antes del baño de sangre en Israel y Palestina-.
Tanto él como Colin Powell, cuya misión más reciente
en Medio Oriente fue un absoluto desastre, quieren idear "una serie de
principios" para la paz árabe-israelí. Y, como de costumbre,
es al que padece la ocupación, y no al ocupador, a quien se le advierte
que está ante su "última oportunidad" para la paz.
El hecho de que Estados Unidos quiera reclutar a europeos,
rusos y a la ONU en sus planes para una conferencia de paz para Medio Oriente
es posiblemente el único indicio de realismo en toda la iniciativa.
Por lo demás, se trata de las estupideces habituales.
Yasser Arafat tiene que ganarse la "confianza" de Bush
-según Ari Fleischer, vocero de la Casa Blanca- y, de momento, no
recibirá invitaciones del gobierno estadunidense. Primero debe controlar
el "terror". Pero Ariel Sharon, cuyo ejército fue acusado el viernes
de perpetrar crímenes de guerra en Jenin por la organización
Human Rights Watch, se reunirá con George Bush en Washington la
próxima semana.
Era imposible, el viernes en Jerusalén, tomar en
serio esto. Arafat acababa de emerger de sus cuarteles en Ramallah para
llamar "nazis" a los israelíes, y dos días antes Sharon había
anunciado que Netzarim -el ilegal asentamiento judío en la franja
de Gaza- era igual de legal que Tel Aviv. De hecho, desde que Sharon asumió
el poder, nada menos que 34 nuevos asentamientos o puestos de avanzada
judíos han sido construidos en tierras árabes.
Un vistazo a los acontecimientos de las últimas
24 horas demuestra lo alejada que está la administración
Bush de la realidad. Durante días, el presidente estadunidense exigió
a Israel retirar sus tropas de las ciudades cisjordanas. Sharon simplemente
lo ignoró. "Cuando digo retiro, eso es exactamente lo que quiero
decir", le reclamó Bush en un momento dado. Sharon simplemente lo
ignoró.
El jueves, Powell advirtió a Arafat que ésta
era "su última oportunidad" para demostrar su liderazgo, al tiempo
que Sharon enviaba una nueva columna de tropas a reinvadir la ciudad palestina
de Nablus, por segunda ocasión en dos semanas. No se habló
de una "última oportunidad" para Sharon, por supuesto; sólo
para el malvado Arafat.
Y uno se pregunta: ¿cuál era el objetivo
de hacer desfilar al secretario general de la ONU, Kofi Annan, al lado
de Powell la noche del jueves? La resolución del Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas que exige que Israel se repliegue de las zonas de Cisjordania
bajo soberanía de la Autoridad Nacional Palestina sigue siendo flagrantemente
ignorada por Israel. El pasado miércoles Annan fue obligado, de
la manera más humillante, a desmantelar su misión investigadora
para Jenin porque Israel simplemente se negó a aceptarla. ¿Qué
significaba, entonces, su presencia junto a Powell? El impotente secretario
general de la ONU se limitó a permanecer de pie junto al igualmente
impotente secretario de Estado estadunidense.
El escuálido y corrupto dictadorcito de Ramallah
-Arafat- y el brutal y despiadado líder del más poderoso
ejército de medio Oriente -Sharon- no tienen nada qué ofrecerse
uno al otro. Arafat no puede cumplir el papel del gobernante colonial que
debe "controlar" a su propio pueblo, y Sharon no puede cumplir la promesa
que hizo a los israelíes de garantizar su seguridad. Tal y como
admitió uno de los asesores legales del gobernante israelí,
la disminución de la violencia palestina "no va a durar para siempre".
Nunca, desde el final de la Guerra del Golfo en 1991,
han estado tan lejos los israelíes de los palestinos. Por lo tanto,
¿qué incentivos puede todavía ofrecer Washington a
las partes? Si Arafat quiere el fin de la ocupación y de los asentamientos
judíos en tierras palestinas y una capital estatal en Jerusalén
oriental, Sharon no va a transigir. Si Sharon quiere continuar la construcción
de asentamientos, mantener la ocupación y seguir afirmando que Jerusalén
es "la capital eterna e indivisible de Israel", Arafat no va a transigir.
Mientras tanto, los estadunidenses esperan tranquilamente
que las "visiones" de Bush sobre de dos Estados, palestino e israelí,
coexistiendo felices uno al lado del otro, sobrevivan al menos dos meses.
¿Cómo es esto posible? Es cuestión de tiempo antes
de que el próximo atacante suicida palestino -hombre o mujer- se
haga estallar en una ciudad israelí. Es cuestión de tiempo
antes de que Israel vuelva a irrumpir en las ciudades de Cisjordania aplastando
todo a su paso.
De hecho, Israel ya no necesita un pretexto para hacer
esto. La incursión de ayer en Nablus fue otro precedente. Los mismos
israelíes explicaron que esta invasión, lejos de ser una
respuesta a ataques, tenía por objeto prevenir "futuros" ataques.
Huelga decir que este precedente ocurrió de nuevo sin que se consignara
en la prensa.
Así, estamos otra vez ante la "última oportunidad".
Pero ¿la última oportunidad para qué? Si Arafat no
logra ganarse esa "confianza" estadunidense que sirve para todos los fines,
¿qué se supone que ocurrirá? ¿Será eliminado?
¿Elegirán los estadunidenses a otro líder palestino?
¿O simplemente dejarán que los israelíes construyan
más asentamientos (como los están construyendo de todos modos),
y abandonarán sus "visiones" para así dar la espalda a los
palestinos y dejarlos a merced de Sharon y sus sueños de un gran
Israel?
©2002 The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca