Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 3 de mayo de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Política

Javier Oliva Posada

Política y el proceso de gobierno

Estos dos elementos son indispensables y lo principal es que constituyen pasos de una secuencia lógica: uno sin la otra no se explican ni se pueden dar. La política, como proceso en la generación de acuerdos que permitan el desarrollo de estrategias para atender los reclamos de la agenda nacional, es, ha sido y será gradual. Y al ser gradual la política es moderada. No remito a ideologías o plataformas electorales, refiero al acto de conducción mediante argumentos de los asuntos públicos.

Cuando la política no es gradual nos hace topar con radicalismos e intransigencias (para más referencias, Le Pen). Los acuerdos demandan tiempo, propuestas, argumentos y diálogos. Por eso los recientes contactos formalmente políticos entre el Presidente de la República y los coordinadores de las fracciones parlamentarias en el Senado de la República, a 19 meses del inicio de la administración, son un síntoma de la percepción que se tiene de lo que es la política.

La prisa, la necesidad de hacer las cosas rápido, no permite apreciar ni menos aún reposar las ideas para orientar el acto de gobierno (y en general las decisiones en la vida diaria). Mucho se ha dicho y escrito sobre la falta de operadores políticos en el gobierno federal, pero a la vista seguirá haciéndose así mientras persistan nociones que se basan en la coyuntura, en las metáforas (tan riesgosas como inútiles) y, sobre todo, en la ausencia de un permanente ejercicio de deliberación público y privado, a propósito de los intereses de partidos, grupos y líderes políticos.

Fishking señala en su libro Democracia deliberativa que, luego de la consolidación de las instituciones que hacen de aquélla un sistema estable de gobierno, el proceso para la formulación de argumentos y la realización de debates es lo que en esencia y en los hechos caracteriza a la democracia. En nuestro país la consistencia y nivel del debate no pueden catalogarse sólo por el lenguaje, la construcción gramatical, la pertinencia de los argumentos o la consideración de las otras posiciones.

En todo caso lo podemos ubicar en el punto de arranque, que es cómo y para qué sirve la política en el acto de gobierno. No sólo porque tecnócratas o administradores lo consideren "pérdida de tiempo" es así. La dinámica que vive México dista mucho de las formas convencionales de pensar, organizar y hacer respecto de la participación social. Son muy extensos los segmentos de la ciudadanía (para no meternos en problemas con el género) que carecen de representación, pero más aún de canales de comunicación respecto del sistema político. Precisamente el radicalismo tiene su oportunidad ante la escasa disposición para contactar de parte de las fórmulas convencionales (partidos, sindicatos, ONG) más allá de las coyunturas electorales o movilizaciones temáticas.

Así pues, tenemos que el proceso es de doble responsabilidad. Por una parte, de quienes conducen los asuntos públicos, propiamente de quienes gobiernan; por la otra, de los profesionales de la política para hacer de sus actividades procedimientos eficientes en la transmisión de las demandas sociales.

Se reconoce que las reuniones en Los Pinos o donde sea se realicen, pero el paso siguiente, para poder concretar esas fotografías en procesos de negociación y deliberación, demanda certeza en las prioridades de la agenda nacional. Si se trata, por ejemplo, de la modificación del marco legal en la industria eléctrica, bienvenido sea el debate. Actuar suponiendo que por inercia o que sin nuestra intervención las cosas habrán de resolverse o tomar su nivel por sí solas, muestra que vamos por el camino equivocado. Gobernar es afectar intereses. Así ha sido siempre en todo el mundo.

Nota: Para corroborar la presencia neoimperial de España en Latinoamérica, como se señaló en lo aquí publicado en la anterior entrega, el embajador español en Venezuela se reunió con el ex presidente golpista Carmona. šOlé!

[email protected]

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año