INFANCIA
Omitir respuesta convierte en cómplices a
funcionarios, sostiene académica de la UPN
Abuso sexual en niños, delito que la autoridad
conoce, pero prefiere ignorar, señala experta
De cinco casos de agresión en el IMSS, sólo
una madre de familia denunció penalmente
A finales de 2001 el gobierno foxista canceló
programa de atención emocional, señala
ANGELES CRUZ
El golpe fue demoledor. La obligó a recordar su
infancia. Sandra fue una niña violada. Supuso que ya había
pasado el miedo que sintió y se aguantó, pero no. La experiencia
vivida en ese entonces se le vino de golpe cuando tuvo la certeza de que
su pequeña hija era víctima de abuso sexual, y, lo peor,
en la escuela. Después, el coraje y la impotencia se apoderaron
de ella por "la insensibilidad y la nula respuesta de las autoridades"
a su demanda de justicia.
No es la única. En la guardería 35 del Instituto
Mexicano del Seguro Social (IMSS), ubicada en la colonia Juárez,
hay por lo menos cinco menores víctimas de agresión sexual.
Sólo una de las familias afectadas presentó denuncia penal
ante "la indiferencia" de los funcionarios enterados del caso. Lo único
que hicieron fue reubicar al presunto agresor y destituir a la directora,
asegura María del Carmen Sánchez Ruiz, investigadora de la
Universidad Pedagógica Nacional (UPN).
Para la especialista en el tema no hay duda: aunque existe,
el abuso sexual casi no se denuncia. A partir de su investigación
para obtener el grado de doctora en Educación, asegura que en las
instituciones públicas el problema es grave. Las autoridades tienen
conocimiento, pero prefieren ignorarlo. Y esa es la evidencia en los casos
que se han denunciado en escuelas pertenecientes a la Secretaría
de Educación Pública (SEP) y en la guardería del IMSS.
El maltrato a menores en México es una "opresión
institucionalizada". Se encuentra presente en las actitudes culturales,
las creencias y las normas sociales. Por eso no es casual que se carezca
de una legislación específica que proteja a las y los niños
víctimas de maltrato y que tampoco se conozcan los casos.
Sin embargo, destaca, es fundamental que esta situación
cambie, porque los daños infligidos a la infancia son graves y en
ocasiones irreversibles. De entrada "los niños aprenden a no ser
felices y a culpar a los demás de su conducta". Desde el punto de
vista social, el maltrato -incluido el abuso sexual- es generador, por
ejemplo, de drogadicción, deserción escolar, prostitución
infantil. En el ámbito individual es frecuente que el o la afectada
padezcan inseguridad, baja autoestima, agresividad, tristeza e incluso,
se ha detectado entre las víctimas, intentos de suicidio.
Al no dar respuesta al problema los funcionarios se convierten
en cómplices del agravio a los menores, sostiene la académica.
En el IMSS
Los
primeros días de abril un grupo de madres de familia denunció
que un trabajador de intendencia estaba abusando sexualmente de algunos
niños. Hasta ahora se sabe que al menos cinco pequeños fueron
agredidos. Exámenes médicos determinaron que sus genitales
presentaban lesiones. A decir de las madres de los afectados, sus hijos,
de cuatro años de edad, van solos al baño. Allí el
presunto agresor los esperaba con el pretexto de que iba a lavar sus jergas
para la limpieza.
Las madres de familia ya tenían varias quejas respecto
al trato que se daba a sus hijos en la guardería 35. Lo del abuso
sexual fue el colmo y se organizaron. Lograron una reunión con funcionarios
de la Coordinación de Atención y Orientación al Derechohabiente,
"pero nada más vino a parar la bronca", aseguran. Como ya habían
empezado a salir a la calle, distribuyeron un volante en el que advertían
a los padres de familia sobre el riesgo que podrían correr los niños
si el presunto agresor estuviera trabajando en otra guardería.
De la entrevista con los funcionarios del IMSS -continúan
las madres afectadas- únicamente lograron la salida de la directora
de la guardería y la reubicación del presunto responsable,
quien ahora se desempeña en un área administrativa, pero
las madres exigen al IMSS la garantía de que no volverá a
estar en contacto con los niños e incluso pidieron que le rescindieran
el contrato.
Solamente una madre de familia demandó penalmente
ante la Procuraduría General de Justicia capitalina (PGJDF). Por
tratarse de una dependencia federal, la averiguación número
FDS-47TO-00199/02-03 tendrá que ser remitida a la Procuraduría
General de la República. La quejosa está a la espera de los
resultados de la investigación. Por lo pronto, logró cambiar
a su hijo de guardería y obtuvo del IMSS el compromiso de que otorgarán
al pequeño la atención sicológica necesaria.
En este caso, opina María del Carmen Sánchez
Ruiz, miembro desde 1994 de la Sociedad Internacional para la Prevención
del Abuso Sexual Infantil, lo que las autoridades tendrían que hacer
es ordenar una supervisión estricta sobre los procedimientos que
se practican en esa estancia infantil, con cada una de las áreas
y trabajadores. Se tendrían que corregir las fallas y asegurar la
calidad en la atención, que en todos los casos debe ser profesional.
Lo ideal sería que se gestaran políticas
públicas alrededor de la prevención del maltrato y específicamente
del abuso sexual, mediante acciones multidisciplinarias. Sin embargo, admite,
para que esto ocurra primero tendría que haber sensibilidad en las
autoridades de la institución hacia el problema. Tendría
que cambiar la concepción de que los niños son seres de segunda
categoría y promover el ejercicio pleno de sus derechos humanos.
En la SEP, ruptura de continuidad
En los últimos tres años de la administración
zedillista, la Subsecretaría de Servicios Educativos del Distrito
Federal aplicó un programa de prevención y atención
del maltrato infantil en las escuelas. Para ello se integró el grupo
de trabajo llamado Estoy Contigo con sicólogos y expertos a quienes
se capacitó específicamente en este tema. Casi al final del
sexenio empezaron a impartir pláticas y a dar apoyo emocional individual
y colectivo a padres de familia y estudiantes en escuelas.
Parecía que no pasaba nada, recuerda Sánchez
Ruiz, quien entre 1999 y 2001 se desempeñó como asesora del
grupo, pero conforme avanzaron en las sesiones de apoyo empezaron a salir
los casos de abuso sexual, hasta sumar casi cien. Los especialistas empezaron
a dar seguimiento a cada uno, pero a finales de 2001 la nueva administración
decidió dar por terminado el programa.
Las terapias que durante unos meses las sicólogas
impartieron en los planteles se truncaron y, lo peor, las víctimas
de abuso sexual también se quedaron sin el apoyo que todavía
requieren.
Ejemplo de ello son tres niñas quienes siendo estudiantes
del segundo grado de primaria fueron agredidas por el profesor Hipólito
Ramírez Ramírez. La madre de una de ellas relató su
experiencia: "Nos enteramos casualmente en una visita a la iglesia. La
niña nos dijo a su papá y a mí que el maestro les
decía que Dios no existía".
Después, recuerda, ya en su casa "la niña
empezó a platicar y dijo que el maestro le hacía caballito
y le daba besos que no le gustaban, pero que también lo hacía
con sus compañeras". Los padres de la menor indagaron con las otras
niñas y se enteraron de que a una de ellas el maestro le había
metido la mano entre las piernas. Efectivamente, sus hijas eran víctimas
de abuso sexual.
Para los afectados lo más grave de la situación
era que la directora del plantel no les hizo el menor caso. Salió
en defensa de Ramírez Ramírez, quien estuvo al frente del
grupo entre el 18 de enero y el 28 de febrero de 2001.
Los agraviados se dirigieron a varias oficinas de la SEP,
pero en ninguna les dieron respuesta, hasta que llegaron al grupo Estoy
Contigo. Las sicólogas tomaron el caso y dieron terapia a las menores
y sus familias. Todo iba bien, por lo menos en la recuperación emocional,
hasta que sin ninguna explicación el Centro de Atención a
Víctimas de Maltrato y Abuso Sexual de la Subsecretaría de
Servicios Educativos del Distrito Federal canceló las terapias.
Sandra, seudónimo de la madre de una de las agredidas,
explica que cambió de escuela a su hija. A los tres meses las sicólogas
comentaron que la pequeña apenas empezaba a exteriorizar la afectación
sufrida por la agresión sexual, ya que una terapia es un proceso
largo y lento, que en primera instancia requiere la confianza de la niña
en las terapeutas para que después acceda a expresar sus pensamientos
y emociones. Supuestamente, señala Sandra, "nos canalizarían
a otros lugares para continuar con la terapia, pero hasta ahora ?cinco
meses después? no sabemos nada". A la mujer le llama la atención
que sea una antropóloga, Adriana Corona, quien está al frente
del programa Estoy Contigo, pero no le extraña que en estas condiciones
no se haya dado continuidad a los tratamientos.
Ello a pesar del compromiso establecido por la subsecretaria
de Servicios Educativos del Distrito Federal, Sylvia Ortega, de "sacar
del clóset" el problema del abuso sexual en la escuela.
En entrevista con La Jornada (18-02-2001), la funcionaria,
recién llegada a la subsecretaría, expresó que veía
con "mucha preocupación el tema del hostigamiento sexual" y, aunque
rechazó que "haya incidencias de esta naturaleza todos los días",
propuso efectuar un debate con apertura y altura. Indicó que crearía
un ombudsman para defender los derechos de los niños. Nada
ha ocurrido; por el contrario, la mayoría de las sicólogas
de Estoy Contigo fueron reubicadas, más bien congeladas en áreas
administrativas.
Por el lado administrativo la situación no es diferente.
En su peregrinar por oficinas de la SEP, los padres de las niñas
llegaron al Organo Interno de Control, donde presentaron su denuncia el
22 de marzo de 2001. Hace apenas unos días esa instancia dictaminó
la "responsabilidad administrativa" en que incurrió el profesor
Hipólito Ramírez al "no haber tratado con respeto a las menores
de edad..., al haberlas sentado en sus piernas, besarlas en las mejillas,
tocarles el pecho, la pelvis y los glúteos".
Por eso, el órgano sancionó al agresor con
una "inhabilitación por tres años para desempeñar
cualquier empleo, cargo o comisión en el servicio público".
Sandra no sale de su asombro: "Significa que en tres años otra vez
estará dando clases y eso suponiendo que esto se aplique", comenta.
No hay dolor más grande para una madre o un padre
que el daño físico, mental o emocional en sus hijos. Eso
es lo que no entienden las autoridades, lamenta Sandra, quien piensa que
si esos funcionarios sufrieran algo así tal vez harían algo
para evitarlo. Ojalá que a ellos nunca les digan: "Mami, ¿verdad
que si no hubiera dicho nada todavía estaría en mi escuela?
Mejor no".