PRD: LOS DESAFIOS DE ROSARIO ROBLES
La
toma de posesión de la nueva dirigencia perredista, que tuvo lugar
ayer en el Monumento a la Revolución, es un suceso relevante en
el contexto del régimen de partidos aún en construcción
y, en general, en la vida republicana del país. En ese ámbito,
el hecho marca la culminación de los procesos de renovación
de líderes, que se desarrollaron en las tres principales fuerzas
electorales, con resultados lamentables para los priístas, un tanto
anodinos para los panistas y esperanzadores para los perredistas, a pesar
del alto costo político y el descrédito que dejó la
impugnada contienda electoral interna que se realizó el mes pasado.
La propia Rosario Robles, en un gesto autocrítico
plausible, criticó las "visiones patrimonialistas, clientelares
y corporativas de las que todos hemos participado", y se comprometió
a hacer su tarea, como presidenta nacional del PRD, para superar ésos
y otros lastres que dañan al perredismo y que han afectado negativamente
su desempeño electoral y su papel como fuerza parlamentaria de oposición.
Además de erradicar los vicios internos que han
salido a la luz en las últimas dos elecciones, que son claramente
incompatibles con un proyecto político que se pretende democrático,
democratizador y defensor de la legalidad, Rosario Robles tiene ante sí
el desafío de construir, con el acuerdo de las facciones y de las
tribus perredistas, líneas partidistas, parlamentarias, electorales,
económicas y sociales que las cohesione y en las que encuentre expresión
una oposición de izquierda propositiva, civilizada y apegada a la
legalidad; sí, pero oposición al fin y al cabo.
Lo anterior resulta especialmente importante en las dos
cámaras del Congreso de la Unión, donde se requiere un contrapeso
coherente y firme ante las inconsecuencias del presente gobierno, así
como ante su tendencia al alineamiento automático con Estados Unidos,
en el ámbito de política exterior; sus percepciones gerenciales
y empresariales, en lo económico; su asistencialismo social y su
conservadurismo político. Una oposición consecuente y lúcida
en esos ámbitos sólo puede provenir del PRD. El PRI, a pesar
de haber perdido el poder, sigue siendo, como se ha demostrado en lo que
va del foxismo, una organización partidaria ligada a la administración
pública -a los gobiernos de las entidades que gobierna, particularmente-
y sujeta a las componendas, a las negociaciones en función de intereses
clientelares y corporativos, y a la búsqueda de cuotas y posiciones,
a pesar de aciertos coyunturales como la reciente reivindicación
de la dignidad del Senado -que el actual gobierno parece no conocer- en
la que participaron destacadamente los senadores priístas.
Rosario Robles parece reunir los atributos para encabezar
una dirigencia perredista capaz de lograr tales objetivos. Ojalá
que pueda decirse otro tanto del nuevo secretario general, Raymundo Cárdenas
-integrante de la facción derrotada en los pasados comicios internos
y antagonista de Robles-, y que ambos logren anteponer a los intereses
de las tribus internas las necesidades de la sociedad y del país.