LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Buen trabajo
Buen
trabajo (Beau travail) es la oportunidad, largamente diferida,
de descubrir en México a una realizadora sobresaliente. Si bien
la televisión cultural ha permitido apreciar esporádicamente
algo de su trabajo (su documental sobre el cineasta Jacques Rivette, Le
veilleur; y los notables S'en fout la mort y No tengo sueño),
en realidad se desconocen en pantalla grande todas sus realizaciones, incluso
las más "comerciales", Chocolate, de 1988, y Nenette y
Boni, de 1996. Luego de haber acariciado en los noventa el proyecto
de filmar en África una historia de tráfico de marfil, la
ex asistente de Wim Wenders regresa al continente negro, donde había
evocado ya su propia infancia en Camerún, y realiza Buen trabajo,
un film poético, una elegía sobre la amistad contrariada
y los placeres corporales, a propósito de un ejército casi
fantasma ?la legión extranjera?, y sus códigos de disciplina.
Su inspiración: una novela corta de Melville, Billy Budd,
y los ecos también de Jean Genet y su primera y única película,
Un canto de amor, de 1950.
Claire Denis se aventura a explorar la camaradería
viril en las faenas del adiestramiento militar, sucumbe con no pocos riesgos
a la fascinación estética, y construye su ficción
en torno a la traición amorosa. A la música de disco, rai
y reggae en las discotecas de Djibouti, que frecuentan los legionarios,
contrapone el Billy Budd, de Benjamín Britten, para los ejercicios
y coreografías matinales. En este aparente ejercicio de estilo,
donde domina sobre cualquier propósito narrativo el culto al movimiento
y a la perfección física, se insinúa el relato de
un ex legionario, el sargento Galoup (Denis Lavant), quien evoca su temporada
en Djibouti, su entrenamiento en los campos paramilitares a orillas del
mar, y la llegada del suboficial Gilles Sentain (Gregoire Colin) que trastorna
su existencia. Hasta entonces, Galoup había gozado de una posición
privilegiada bajo la protección de su superior, el comandante Forestier
(Michel Subor). Después de la irrupción de Sentain, todo
cambia radicalmente y los favores se desplazan. La historia de Buen
trabajo narra la creciente enemistad ?rivalidad pasional? de estos
dos personajes: la faena de humillación que el despecho le reserva
a la inocencia. Un buen trabajo de crueldad y de cálculo
destructor, en la tradición de Querelle o de El diario
de un ladrón, de Jean Genet, influencia insoslayable. El relato
que propone Claire Denis se ve sin embargo eclipsado por el esteticismo
omnipresente, por su estilización avasalladora. Los personajes no
tienen mayor consistencia y función que la de ser emblemas de apostura
o pureza, iconos de excelencia física. Sobresale sin embargo Lavant
en su interpretación tortuosa, y asimismo brilla la fotografía
de Agnes Godard y su registro de escenarios naturales (el lago de sal donde
yace el cuerpo de Gilles, imagen espléndida); o su presentación
de los rituales legionarios por las calles locales, y la danza solitaria
de Galoup en una discoteca. Claire Denis exhibe en Buen trabajo
la libertad absoluta con que ha sabido imponer en el cine francés
su visión de autor. Para la crítica francesa el logro es
mayúsculo: "Lo bello es el tema central de la película",
escribe Stéphane Bouquet en Cahiers du cinéma. "La
fuerza subversiva del filme consiste en haber elegido un ideal de lo Bello
ideológicamente desvalorizado (lo militar), o con una connotación
homosexual, y haber estilizado sin complejos sus apariciones". La directora
es capaz de ir todavía más lejos, y así lo demuestra
el resto de su obra; en particular su cinta más reciente, Trouble
every day, historia de una vampirización amorosa.