Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 19 de febrero de 2002
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Política

José Blanco

Conacyt: la reproducción del subdesarrollo

La descripción de la hecatombe social argentina puede ser interminable. Entre muchas de sus brutalidades está el desmantelamiento del aparato de investigación científica y humanística más amplio y sólido de América Latina

Las vías por las que el subdesarrollo se reproduce son múltiples. No todo, ni de lejos, se reduce a la dependencia externa. Una vía, extraordinariamente visible en todo el mundo subdesarrollado, es el desastroso proceso de la educación en general, de la educación superior en particular, y ni qué decir de la marginalidad rampante en que se desenvuelve en ese mundo la investigación, es decir, la fuente de generación del conocimiento.

Pudiera entenderse ese drama en Africa y en numerosos países asiáticos, donde los niveles de ingreso per cápita expresan la profundidad sobrecogedora a que puede ser llevada la miseria humana. Pero en México y otros países de América Latina es injustificable e inadmisible.

Ubicado entre las doce mayores economías del mundo por su tamaño absoluto, México tendría recursos de sobra para sostener un proyecto de ampliación sustantiva de la cobertura de educación superior y para impulsar de una vez por todas, de modo decidido, la investigación científica y humanística. Pero el uso que damos al ingreso nacional, en particular al enorme excedente económico que esta sociedad genera, es polarmente contrario a toda racionalidad y a toda estrategia que busque un futuro de expansión y mejora continua de la calidad de vida de la sociedad.

En México concentramos cerca de 40 por ciento del ingreso en 10 por ciento de la población con mayores recursos, de modo que el ingreso nacional sirve, en esa proporción, para sostener el boato y el estilo de vida metropolitano de nivel mundial de las clases ricas.

La modificación drástica de la distribución del ingreso, así como la construcción de una sociedad productiva y civilizada, son función directa de la cantidad y calidad de la educación superior, de las disposiciones de las leyes fiscales y de la estructura del gasto gubernamental. Hagamos una mínima referencia a las decisiones del gobierno (Ejecutivo y Legislativo) para el caso de la investigación.

Como ocurre cada seis años en múltiples áreas del gobierno, los bisoños recién llegados, solipsismo en mente, creen que con ellos se inaugura la historia: el pasado no existe; las instituciones, sus políticas, las personas que las ocupan y sus proyectos -detrás de lo cual hay muchos años de historia y de acumulación de experiencias y decisiones- no existen, o bien, son susceptibles de ser sin más brutalmente avasallados.

Haciendo a un lado el hecho de que un número quizá creciente de académicos desiste de solicitar apoyos para la investigación dado que, después de un largo e infame vía crucis burocrático, sus solicitudes terminan en nada, el Conacyt, institución supuestamente creada para defender y apoyar los intereses de la comunidad científica del país, recibió 2 mil 81 solicitudes para buscar apoyos a otros tantos proyectos de investigación para 2002. El Conacyt aprobó 375 (sin contar los apoyos para la instalación de nuevos investigadores, cuya cifra presupuestaria es irrelevante). Las prioridades de lo aprobado, además, fueron decididas en lo fundamental por la burocracia del propio Conacyt y no por los comités de las comunidades académicas interesadas. Se dice rápido, pero la indignación que recorre los campus académicos puede hoy cortarse con cuchillo; pregunte usted a cualquier miembro de la comunidad científica o humanística del país: con mucho para 2002 se tomó la peor decisión de todos los tiempos en materia de apoyo a esta actividad sustantiva para el futuro del país. Las tareas de numerosos investigadores han sido cortadas con un tajo burocrático contundente.

En el caso particular de la UNAM, el Consejo Técnico de la Investigación Científica presentó 405 solicitudes y le fueron aprobadas sólo 87, y de apenas 57 presentadas por el Consejo Técnico de Humanidades, el Conacyt se sirvió aprobar siete proyectos; de estos últimos corresponde al conjunto de las facultades y escuelas de la mayor universidad mexicana, uno. Leyó usted bien: uno.

La descripción de la hecatombe social argentina puede ser interminable. Entre muchas de sus brutalidades extremas está el desmantelamiento del aparato de investigación científica y humanística más amplio y sólido de América Latina: los investigadores de alto nivel terminaron por emigrar hacia otros países que aquilataron el valor de las aportaciones que los científicos y humanistas argentinos podían hacer.

El sistema de investigación mexicano es mucho más frágil, debido a la precariedad de los apoyos que ha recibido históricamente. Ahora se le ha asestado un golpe sin precedentes que le hará dar tumbos en la dirección de lo que ha ocurrido a Argentina. Pronto empezaremos a dar la despedida en México a los investigadores de mayor nivel, que mucho costó al país formar.

La coherencia de las decisiones de Conacyt con el discurso presidencial y con el PND es perfecta: felicidades.

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