Elena Poniatowska
Tlatelolco, crimen de Estado /y II
''Liquidar el movimiento, esa era la consigna''
EEl 2 de octubre de 1968 ya no pudieron hablar en la tribuna
Eduardo Valle El Buho ni David Vega Becerra, y se suspendió
la anunciada marcha al casco de Santo Tomás. Florencio López
Osuna fue el primer y único orador, porque al terminar su discurso
cayeron del helicóptero que sobrevolaba la plaza tres luces de bengala
que desataron la masacre.
Sócrates Campos Lemus arrebató a Florencio
el micrófono para calmar a la gente: "no corran, no corran, son
de salva", cuando ya las esquirlas caían en el balcón del
edifico Nuevo León, donde estaban los oradores. Tuvieron que aventarse
al suelo para protegerse del fuego cruzado y entre muchos otros resultó
herida Oriana Fallaci.
Al día siguiente, la entrevisté en el ahora
desaparecido Hospital Francés, en la calle de Niños Héroes.
Alegaba que había sido corresponsal de guerra en Grecia y en Vietnam,
y que allá por lo menos una sirena anunciaba los bombardeos para
que los civiles bajaran a los refugios antiaéreos, y que sólo
en México se disparaba a mansalva sobre una multitud inerme. La
entrevista fue caótica. Oriana, fuera de sí, intentaba comunicarse
con el Parlamento italiano. Quería a toda costa que la delegación
italiana manifestara su repudio suspendiendo la participación de
sus deportistas en las Olimpiadas. Al día siguiente la busqué
de nuevo. Como sus heridas eran leves se había ido a Acapulco.
Florencio López Osuna coincide con el libro de
Julio Scherer García y Carlos Monsiváis, Parte de guerra,
al decir que hubo un enfrentamiento entre las guardias presidenciales y
el Ejército, y que el general Luis Gutiérrez Oropeza y Marcelino
García Barragán actuaron por separado.
El gran alegato del gobierno diazordacista es que el general
José Hernández Toledo, encomendado para desalojar a los estudiantes,
fue uno de los primeros heridos en la Plaza de las Tres Culturas.
Carlos Monsiváis está absolutamente convencido
de que los estudiantes no iban armados y de que el movimiento estudiantil
no era de confrontación violenta. Siempre sostuvo que los francotiradores
estaban a las órdenes del gobierno.
El PRI: 71 años de impunidad absoluta
Durante
los últimos 71 años sólo el poder del PRI mantuvo
la impunidad absoluta. Sólo el presidencialismo en el que vivimos
hizo posible el 68. En tiempos del PRI, todas las denuncias fueron enterradas.
Hay que ver las pobres declaraciones de Miguel de la Madrid. El responsable
de la impunidad que se queja de la impunidad. "No me dejaron", declaró
a La Jornada el 13 de febrero 2002. ''No había archivos ordenados'',
"había actitudes de resistencia", "no pude vencer esas resistencias".
En cambio ha sido posible que en Acapulco Punta Diamante
(antes ejido de La Zanja, expropiado por vez primera por Miguel Alemán)
se vuelva un negocio vergonzoso; que Citigroup compre Banamex en 12 mil
millones de dólares sin pagar un peso de impuestos y que sea la
clase media la que tenga que pagarlos; que tengamos que sostener el Fobaproa,
que 82 centavos de cada peso que pagamos de impuesto sean para sueldos
de burócratas, que la burocracia nos asfixie, que la rapacidad individual
le gane siempre al interés colectivo, que los diputados reciban
aguinaldos altísimos por medio año de trabajo, que el campo
esté en total bancarrota, que sexenio tras sexenio hayan ido acumulándose
no sólo las raterías sino las matanzas de miles de activistas
campesinos, obreros e indígenas, y que Digna Ochoa, abogada de "los
más pequeños", sea asesinada sin que nadie aclare este crimen
y la PGR, para variar, se lave las manos.
En el momento en que el presidente deja de ser priísta
la presión de la sociedad, ya convertida en historiadora y en Poder
Judicial, obliga al fallo de la Suprema Corte, a la aparición de
fotos y a la conversión del 68 en un proceso de esclarecimiento
puntual. Esto habría sido impensable en los años priístas.
En el número 900 del 23 de septiembre de 1979 de
la revista Siempre!, entrevisté en Lecumberri a José
Revueltas, Eli de Gortari, Manuel Marcué Pardiñas, Armando
Castillejos, Heberto Castillo, Fausto Trejo, Martín Dosal y Luis
Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, encerrados en la crujía M
(que por cierto le gustaba a Revueltas, porque desde un torreoncito podía
subir a contemplar el cielo).
A pesar de que muchos de ellos tenían tribunas
universitarias y periodísticas su voz fue silenciada. Coincidían
con sus abogados defensores ?Carlos Fernández del Real, Carmen Merino
de Tapan, Emilio Krieger, Juan Manuel Gómez Gutiérrez y otros?
en que jamás se haría justicia con el PRI-gobierno en el
poder. Romper el silencio era prácticamente imposible. Recuerdo
que el único periódico que quiso publicar una crónica
de la huelga de hambre en Lecumberri y el saqueo de la crujía H
(la de los presos políticos) por los presos de delito común,
azuzados por los policías, fue la revista La Garrapata, de
Antonio Karam.
A cualquier precio
"La forma tan criminal como procedió el gobierno
contra las personas indefensas del mitin -dice Florencio López Osuna-
fue para crear miedo entre la población y evitar futuras concentraciones
masivas. Liquidar el movimiento estudiantil a cualquier precio, esa era
la consigna.
''En Tlatelolco, hay la absoluta certeza de que la policía
y el Ejército se mataron unos con otros. En los interrogatorios
que nos hicieron y en las declaraciones que nosotros hicimos, aun cuando
acusamos a ese tristemente célebre Batallón Olimpia de haber
disparado contra la gente y habernos aprehendido, los jueces y sus amanuenses
se hicieron tontos y nada de eso pusieron, como se hicieron tontos también
cuando les hablamos de la contraseña del pañuelo o el guante
blanco. Es completamente falso que haya políticos que nos
estén dirigiendo y que en el consejo recibamos dinero de personas
de ese tipo. Sin embargo, en boca de Sócrates Campos Lemus, aparecieron
los nombres de Carlos Madrazo, Humberto Romero y Ernesto Uruchurtu, del
grupo lopezmateísta, enemigos de Gustavo Díaz Ordaz".
A diez días de los juegos olímpicos, el
gobierno tenía pánico de la repercusión del movimiento
estudiantil en el mundo. Tanto terror le producía dar una mala imagen
que terminó dando la peor de todas. López Osuna escribe:
''¿A quién se le ocurre semejante masacre una semana antes
de la inauguración de las Olimpiadas?''.
''Al gobierno le conviene no cerrar completamente las
puertas de la legalidad ?escribe Florencio?, aun cuando éstas ya
no las abre ni el mismo Díaz Ordaz. Necesita representantes con
quienes negociar la libertad de muchos de nuestros compañeros. Obvio
es que la tendencia es soltar con toda la publicidad del caso a presos
cuando le convenga y dejar necesariamente a unos cuantos muchachos, a los
que considera líderes, y espero no ser uno de estos últimos,
aun cuando usted, papá, debe estar preparado, como yo lo estoy,
a recibir la condena que sea, porque no debo ocultarle y usted no debe
ignorar que yo estoy entre los casos especiales con una caterva de delitos
como nunca en la historia penalista de México se había presentado".
Somos presos políticos y la presión política
nos liberará
''Aunque el gobierno no reconozca que existen presos políticos,
nosotros estamos en la cárcel por razones políticas y sólo
por la presión política del pueblo y de los estudiantes podremos
salir.
"Ahora bien, ¿cuáles son las razones políticas
por las que nos encontramos presas más de quinientas personas? A
grandes rasgos son las siguientes: el 26 de julio de 1968, aniversario
de la Revolución Cubana, hubo una agresión de granaderos
a estudiantes y maestros dentro y fuera de sus escuelas. La indignación
se hizo sentir de inmediato. Una a una las escuelas de la Universidad y
del Politécnico, así como Chapingo y algunas Normales, se
lanzaron a la huelga para la solución de los seis puntos: uno, libertad
de todos los presos políticos; dos, derogación del artículo
145 del Código Penal Federal; tres, desaparición del cuerpo
de granaderos; cuatro, indemnización a los heridos y a los familiares
de los muertos a partir del 26 de julio; cinco, destitución de tres
jefes policiacos, y seis, deslindamiento de responsabilidades de funcionarios
en el conflicto.
''Así, en cada escuela, en asamblea general de
alumnos, se nombraron representantes ante el Consejo Nacional de Huelga.
Yo fui uno de ellos. Después de varias movilizaciones, el movimiento
llegó a cobrar tal fuerza que las concentraciones en el Zócalo
superaron en mucho a las que reúne Díaz Ordaz bajo presiones
para sus espectáculos de circo".
''No hubo nada''
El espectáculo de circo volvió a darlo Díaz
Ordaz el martes 2 de abril de 1977 en la Secretaría de Relaciones
Exteriores, después de su presentación como embajador de
México en España. Aclaró que los estudiantes armados
se habían matado entre sí, que los muertos no llegaban a
40 entre alborotadores y curiosos, y que el Batallón Olimpia no
existió.
Ni una palabra de las detenciones masivas (2 mil personas
en esa misma noche), de la protesta de la Cruz Roja a la cual se le impedía
entrar a la plaza para recoger a los heridos, de las hileras de detenidos
semidesnudos y empapados junto a la iglesia de Santiago Tlatelolco.
Nada del ulular de las sirenas de las ambulancias bajo
la lluvia, del soldado que le explica al corresponsal extranjero: "son
cuerpos, señor"; nada tampoco de esa masa de hombres, mujeres, ancianos
y niños, que corría aterrada hacia la posible salida de la
plaza bajo una lluvia de proyectiles. Nada de los soldados que perseguían
a los manifestantes obligándolos a brincar los muros prehispánicos,
en cuya base quedaron zapatos, bolsas, anteojos; una masa enloquecida por
el espanto que trataba inútilmente de salir de la trampa.
Una gran mayoría de los lesionados presentaba heridas
de bala a lo largo de la columna vertebral, en las piernas, en los glúteos;
les habían disparado por la espalda. Para Díaz Ordaz no hubo
campos militares ni tortura ni golpes en partes blandas, todas son versiones
fraguadas en contra suya, porque él, Díaz Ordaz, salvó
al país de la debacle.
¿Cómo lo salvó? Con una masacre que
paró en seco al movimiento estudiantil y que pretendió ocultar
mediante el control absoluto de la prensa, la radio y la televisión.
Se incautaron de rollos de fotografías, películas, se censuraron
artículos, los reporteros fueron amenazados y acataron la "¡orden
presidencial!". El que se obstinara en romperla era un traidor; estaba
manchando la imagen de México.
El jueves 3 de octubre de 1968, los muertos no pasaron
de 20 y los heridos de 100 en los titulares de periódicos. Sin embargo,
los estudiantes de las universidades del país se enteraron de la
verdad, y las filmaciones y las fotografías tomadas por corresponsales
que lograron salir de México esa misma noche se exhibieron en el
extranjero y provocaron la renuncia de Octavio Paz a la embajada de la
India: "No creo que las imágenes puedan mentir, he visto noticieros,
fotografías".
Díaz Ordaz en cambio no había visto nada.
Y siguió en babia, porque así lo declaró en
sus entrevistas de prensa presididas por el secretario de Relaciones Exteriores,
Santiago Roel. El coraje del 68 le quitó todo interés por
su patria. Rabioso, no volvió a abrir un diario. A partir del 1o.
de diciembre de 1970, según sus propias palabras, dejó de
leer periódicos, ver noticieros, oír radio.
"Estoy como dicen ustedes out; no estoy enterado
de muchos detalles del desarrollo, de los acontecimientos políticos
en el mundo, en particular de España, ni siquiera de México.
Esa es una de las grandes fallas que tengo como embajador y funcionario
en estos momentos. Se lo hice ver al señor presidente, no me hizo
caso".
En una marcha en 1975, en la que conocí a la admirable
Rosario Ibarra de Piedra, madre del recién desaparecido Jesús,
los estudiantes coreaban: "Al pueblo de España/ no le manden esa
araña". Tenían razón. Díaz Ordaz no debía
ser embajador en país alguno, Díaz Ordaz debía ser
juzgado.
Echeverría, a la cárcel
En una entrevista concedida a Salvador Martínez
della Roca, El Pino, para su programa Discrepancias de Radio
Universidad, Florencio (quien se preocupaba por el porrismo) declaró
un día antes de su muerte que era importante la disposición
gubernamental por esclarecer los crímenes políticos de los
gobiernos priístas y la creación de una fiscalía que
enjuiciara la guerra sucia padecida en los últimos 30 años.
A sus compañeros Daniel Cazés y El Pino,
que bromeaban acerca de su desnudez en la portada de Proceso, les
respondió: "Si es para meter a la cárcel a Echeverría,
no sólo me quedo en calzones, sino que me desnudo. Vamos pa' delante''.
Echeverría podría ser juzgado por una corte internacional,
como sucedió en Chile o en Argentina.
Florencio piensa que el extraordinario resplandor del
2 de octubre de 1968 lo cubrió de luz y se fue con la gloria recobrada
de ese resplandor. Habría que añadir que esa muerte desoladora,
hoy símbolo del estudiante sospechoso de subversión y por
lo tanto bárbaramente reprimido, coincide con fotografías
que parten el alma y piden reparación a los estudiantes y castigo
a gobernantes y ejecutores.